Malvada Belleza

Capítulo 1. Abismo de oscuridad.

La extraña figura de un árbol abstracto en la pared me hace pensar que no todo es lo que parece; con solo analizarle da la impresión de tener varios rostros dentro de sus ramas, pero, si dejo de mirarle por un momento desaparecen y me cuesta trabajo encontrarles nuevamente, permitiendo que no vea nada más que el tronco.

—Señorita Forrester. —La mujer que está vestida con la bata blanca se lleva mi atención.

—Aquí. —Me incorporo para seguirla al consultorio.

No es para nada de mi agrado venir al psiquiatra.

—Siéntate —me pide, camino hasta su diván y me siento en él, dejo mi bolsa y mis libros descansar a un lado de mis pies—. ¿Qué tal estas hoy? —fórmula la primera aburrida pregunta del día.

—Bien. —Sonrío tratando de ser convincente.

—¿Qué hemos hablado de ser sinceras entre nosotras?

—Estoy un poco molesta, mi novio ha quedado conmigo en una cafetería hoy y ha estado actuando raro desde hace unos días —admito con un matiz de amargura en la tonalidad de mi voz.

—De seguro solo quiere sorprenderte —comenta positivamente.

En ocasiones su optimismo provoca en mí ganas de golpearla con mi zapato de tacón de aguja.

—Seguro. —Elevo mis cejas, asimismo, le sonrío fingidamente.

—¿Qué tal están las cosas en casa? —Libero un suspiro largo.

—Papá bebe más de lo que esperaría de un abogado de su nivel, mi nana está cocinando con su cara triste casi todo el día y mis hermanos parecen pasar de las cosas —le relato con brevedad.  

—Estoy segura que ellos se repondrán —de nuevo esa sonrisa—: ¿Qué tal estás tú? —llevamos tres sesiones y no veo la hora de acabar con esto.

—Estoy bien —certifico—. Mi auto ha salido del taller y hoy podré usarlo nuevamente, al perro que tengo con mi amiga le arreglaron las uñas y se ve precioso, las notas han salido este semestre y sorpresa, tengo un diez en todas las materias —ironizo mis palabras al final moviendo un poco mis manos.

—Felicitaciones, debe ser un logro más para ti, estoy segura que te irá de maravilla —me afirma—: Eres una chica joven, bonita, sobresaliente y sobre todo inteligente, así que responde mi pregunta que bien has comprendido.

Resoplo con desgano.

—Cordelia; estoy bien, encontré a mi mamá desangrada en la ducha, no atenté contra mi vida; la vi, ahí, con su cuerpo casi azul y sus ojos negros viéndome directamente —encojo los hombros, escondiendo el escalofrío que me invade—. En realidad, no estoy traumatiza, tal vez un poco enfadada; era egoísta, torpe, siempre pensaba en ella misma; sabes, cuando tenía cuatro años me dejó sola en casa por salir con sus amigas, ¿qué clase de madre hace eso?

—¿Cómo te hace sentir eso? —me pregunta mientras anota en su libreta de pasta negra.

—¿Sentir?, pues diría que frustrada —la veo directamente—. Dios, fue tan egoísta hasta el último momento, se suicidó sin importarle lo que los demás sufrirían; me enferma su modo de pensar tan egocéntrico —concluyo.

—Esto no funciona si no eres totalmente sincera. —Agacho la mirada.

No sé cómo hace para ver a través de mí, supongo que todos los cuadros de diplomas que tiene en su despacho no son solo de adorno, sino que de verdad se los ha ganado con esfuerzo.

—Voy a cumplir veinte años en dos semanas, mi madre se ha suicidado hace cinco semanas y ella misma me estaba preparando una fiesta, en la cual ella brillaría más que yo, pero de igual manera estaba haciendo algo para mí, quizá podría ser una egoísta sin remedio —tomo aire y aprieto una de mis manos con la otra—. Pero la quería, siempre estaba concentrada en esas revistas de moda en las cuales me llevó a trabajar, pero estaba ahí, a mi vista, todos los días, siempre y ahora que no está… —trago fuerte, de igual modo me trago mis ganas de llorar aquí, frente a esta mujer.

—¿Qué quisieras decirle a tu madre?

—¿Decirle? —musito—. Que es una idiota por pensar que papá podría seguir sin ella, por solo pensar que nana que la quería tanto, continuaría su vida como si nada y que mis hermanos no sufrirían internamente a cada momento porque ella no se encuentra para darles el beso de las buenas noches, y… —hago una pausa buscando mantener la postura.

—¿Y?

—Decirle que la quiero, que a pesar de todo lo que hizo la quiero y le echo de menos, porque era mi madre, y quizá haya sido una tonta sin remedio, pero la quiero. —Finalmente me pueden los sentimientos y una lágrima escapa de mi ojo izquierdo, seguramente corriendo un tanto de mi maquillaje.

—Me agrada cuando eres honesta —se anima nuevamente—. ¿Estás tomando los medicamentos?

Niego con la cabeza.

—No estoy deprimida y no soy mi madre —esclarezco—. Además, si los tomase me volverían un zombi, no voy a tomarlos, nunca lo he hecho y no lo haré ahora.

—No puedo obligarte a que lo hagas, no obstante, si tienes problemas para dormir de nuevo, podrías tomar las de color azul.

—No tengo problemas para dormir, solo tengo sueños raros. —Se me escapa decirlo.

—¿Qué tipo de sueños?

Pujo y espiro, hago un recorrido mental tras su pregunta tratando de crear las imágenes en mi mente.

—Veo luz, dos pequeñas luces para ser exacta —le narro—. Una mano que sale de en medio de las luces e intenta alcanzarme, luego escuchó una melodía que me parece es la voz de un hombre, y también hay un joven, el cual grita algo que no comprendo, justo cuando esta por acercarse a mí, despierto bañada en sudor.

—¿Cómo despiertas? ¿En qué estado?

—No me siento asustada, pienso que es algo raro debido a que es un sueño recurrente, pero prefiero soñar con eso a tener pesadillas.

—¿Crees que el chico va a salvarte? —Niego con rapidez.

—Creo que el busca que lo salve. —Dibujo una línea curva con mis labios por hablar del sueño que me parece de una niña que ve muchas caricaturas.

—Tal vez ese chico represente a tu padre. —Frunzo el entrecejo.



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En el texto hay: banshee, brujas, hombrelobo

Editado: 23.04.2021

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