Malvada Belleza

Capítulo 3. Nacimiento azul.

Paso por un lado de Brant, ignorándole a él y su estúpido comportamiento. Una vez fuera, diviso a los chicos con muchas maletas, incluidas las mías; tras ellos está el hombre que con el que hablé la pasada noche.

—Señorita, como prometí, sus hermanos sanos y salvos después de haber sido evaluados psicológicamente. —Me alegro de verlos por lo que me acerco a ellos y les envuelvo en mis brazos.

—Por favor, aquí no —pide Kian en un hilo de voz.

—Si te niegas a ser una familia feliz, te daré un beso en la mejilla. —Se pone rígido y me devuelve el abrazo.

—Bien, no quiero un beso rojo. —Ruedo los ojos al escucharlo.

—Tengo hambre, el desayuno fue demasiado ligero —enuncia Damián.

—No eres el único que piensa eso.

—¿Puedo proseguir a realizar mi análisis de la casa?

—Adelante, juez, no está en las mejores condiciones, apenas y la he visto; pero eso es algo notable.

—Gracias, no se preocupe, su padre se ha hecho cargo de todos los convenios, por lo cual yo tengo que evaluar qué es lo necesario para que sea una vivienda digna, habitable y que no se gaste ni una moneda de más o de menos. —Afirmo con la cabeza ante su explicación.

El hombre entra en la casa, acto seguido sale Brant con su cara de pocos amigos. Baja los dos pequeños escalones que están cerca de la puerta, mira a los chicos, mueve sus cejas como saludo y continúa caminando hacia la parte trasera de la casa.

Que decente, ahora ha decidido ignorarme.

—¿Quién era ese? —Se interesa Damián.

—Un trabajador de la casa, no le hagas caso, es un idiota.

—Uh, le has llamado idiota, que mala influencia eres —se burla Kian, con mi codo le propino un golpe en el vientre.

—Vuelve a decir eso con ese hombre cerca y te cortaré el cabello mientras duermes. —Achica sus ojos ante mi advertencia.

—Te haría lo mismo —dice encogiendo los hombros, arqueo una ceja.

—Como quieras, ahora puedo dejarte sin mesada. —Su sonrisa burlona desaparece, tengo un jaque perfecto.

Ahora comprendo el poder que tenían papá y mamá al amenazar con el dinero o las salidas. Realmente es de temer.

—Eres una criatura cruel y despiadada. —Usa su tonalidad dramática que era eficaz en nuestra madre.

—Soy tu hermana mayor nada más. —Mermo de importancia el asunto.

—¿Qué te pasó en la frente? —investiga Damián, él es muy perceptivo, ante todo.

—Oh, nada, un golpecito de llegada. —Omito el accidente, no quiero que se preocupen, ya han pasado por bastante hasta ahora.

—¿Qué tal? —La gruesa voz de un hombre tras nosotros me hace poner recta la espalda.

Volteo lentamente para encontrar al susodicho; es un hombre de más o menos cincuenta a sesenta años; ojos negros, cabello del mismo color, tez blanca, y de una altura considerable para alguien de mi estatura.

—Hola —respondo primero y luego lo hacen los chicos.

—Un gusto, Jonathan Lacan —se presenta, seguidamente extiende su mano, la estrecho cortésmente y el mismo toque de energía pringa el respaldar de mi mano, sin embargo, disimulo la sensación y parece que no se da cuenta.  

—Darcy Forrester —le digo mi nombre.

—Kian —habla mi hermano de la derecha.

—Damián —sigue mi otro hermano, a los dos les estrecha la mano con cordialidad.

—Mis chicos me han contado que ustedes son los nietos de Circalia —comenta haciendo un análisis minucioso de nuestros cuerpos, hasta da una calada de aire profunda.

—Así es. ¿Usted es el abuelo de ellos?

—Sí, Jake me ha informado que vivirán aquí. —Su rostro se ve serio a pesar de que intenta ser amable.

—¿Es usted el encargado del lugar en su totalidad?

—En efecto, soy el administrador de los terrenos de la señora Halton —da razón a mi pregunta.

—¿Qué tan grande es esto? —curiosea Kian, inclinando su rostro hacia el frente.

—Mucho —responde el hombre—. En el momento que gusten puedo llevarles a dar un recorrido —su actitud logra sacarme una sonrisa porqué a pesar de su seriedad parece aceptar que estemos aquí.

A diferencia de su nieto.

—Gracias.

—No es nada, solo trabajo de diez de la mañana a seis de la tarde, en ocasiones especiales como hoy, dejo mi negocio en el pueblo para venir aquí.

—¿Esta es una ocasión especial? —interroga Damián, analizando el momento como suele hacerlo.

—Claramente. Nunca conocí a nadie de la familia de Circalia, es un gusto conocerlos al fin, además que la casa debe estar en muy malas condiciones —entrecierro mis párpados un poco los ojos.

—¿Cómo lo sabe?

—Nadie ha entrado al lugar desde la muerte de vuestra abuela, no está permitido según el testamento, intentamos abrirla con uno de los chicos para sacar ropa para el funeral, pero la puerta estaba trabada y no se permitía forzar ni romper la cerradura —explica con detalle.



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En el texto hay: banshee, brujas, hombrelobo

Editado: 23.04.2021

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