Mamá & Mafioso

Capítulo 3

El coche de los secuestradores llegó al aeropuerto como un torpedo de incompetencia, frenando tan bruscamente que Marian, aún atada con la corbata de poliéster, se estrelló contra el asiento delantero.

—¡Ay, mi espalda! —gimió—. ¡Esto cuenta como accidente laboral!

—¡Cállate! —gruñó Gino, revisando frenéticamente los papeles del vuelo privado que Luciano había organizado—. Toni, ¿dónde está el pase de abordar?

Toni palideció.

—Eh… ¿el qué?

—¡EL PASE DE ABORDAR, IDIOTA! ¡EL DOCUMENTO QUE NECESITAMOS PARA SUBIR AL AVIÓN!

—Ah… eso. —Toni se rascó la cabeza—. Creo que lo dejé… en el café.

Gino cerró los ojos, respirando como si intentara no estrangular a su compañero.

Mientras tanto, Dani aprovechó para mirar por la ventana.

—¡Oye, hay policías por todos lados! —anunció, como si estuviera señalando pajaritos.

—¡¿QUÉ?! —Gino y Toni se agacharon instintivamente, aunque el coche tenía vidrios polarizados.

—Bueno, técnicamente son guardias de seguridad —aclaró Valeria, grabando todo con su teléfono—. Pero uno de ellos tiene pinta de que en su tiempo libre caza secuestradores.

Marian suspiró.

—Chicos, por favor, si nos van a matar, que sea rápido. Tengo una reunión de Zoom a las 3.

—¡NADIE VA A MATAR A NADIE! —gritó Gino, aunque sonaba más como un desesperado intento de autoconvencerse.

—Entonces… ¿esto es un secuestro light? —preguntó Dani, ilusionado—. ¿Como McDonald's pero con amenazas?

Toni, sudando como un helado en agosto, sacó una pistola (mal escondida en su cinturón) y murmuró:

—Todos callados y salgan del coche. Discretamente.

—Discretamente. Claro. —Marian miró sus ataduras—. ¿Quieres que también haga parkour con las manos atadas?

—¡Mamá, no uses palabras en inglés, los confundes! —dijo Dani.

Gino, resignado, le cortó las ataduras.

—Pero no huyas.

—¿Y qué voy a hacer? ¿Correr con dos hijos que caminan más lento que una abuela con sandalias de crochet?

Valeria levantó la mano.

—Yo sí corro. Pero solo si hay buena iluminación para el clip.

El grupo salió del coche, tratando (y fallando) de parecer normal. Gino llevaba gafas de sol a pesar de que estaban en una terminal cerrada. Toni caminaba como si acabara de salir de una cirugía de hemorroides. Y Marian arrastraba a Dani, quien saludaba a cada guardia de seguridad como si fueran viejos amigos.

—¡Hola, señor Policía! ¡Hoy es mi cumpleaños! —mintió Dani, sonriendo con inocencia.

—¡Cállate! —susurró Toni, nervioso.

—¿Problemas, señor? —preguntó el guardia, acercándose.

—¡NO! —gritó Gino, demasiado alto—. ¡Solo… turistas! ¡Molto felici! (¡muy feliz!)

El guardia los miró con desconfianza. Marian, en un acto de desesperación, se aferró al brazo de Gino y dijo:

—¡Ay, amore mio, ¿ya viste la puerta de embarque? —con el peor acento italiano desde Super Mario.

Gino se sonrojó.

—¿Q-qué?

—¡Vamos, tesoro! —Marian lo arrastró, seguida por sus hijos y un Toni que parecía listo para llorar.

El guardia los observó alejarse, confundido, antes de encogerse de hombros y seguir su camino.

—Eso fue cringe —murmuró Valeria.

—Fue genial —corrigió Dani—. Mamá debería actuar en telenovelas.

—Lo hago todos los días, mi vida —contestó Marian—. Se llama "sobrevivir a tu adolescencia".

Mientras tanto, Gino marcó rápidamente el número de Luciano.

—Jefe… estamos en el aeropuerto. Pero…

—MA CHE? (¿PERO QUE?) —rugió Luciano—. ¿Por qué suena que no estás muy feliz?

Y no era para menos. Porque en ese momento, Dani había encontrado un carrito de equipaje y se subió en él, gritando:

—¡Mira, mamá, sin manos!

—¡Baja de ahí! —gritó Marian.

—¡Esto es FREE WILLY! —contestó Dani, acelerando hacia una fila de maletas.

Gino, al borde de un colapso, murmuró:

—Jefe… necesitamos ayuda.

—¿AYUDA? ¡Y les doy ayuda, cuando los envíe al fondo del mar!

Toni, que había escuchado, palideció.

—Oye, Gino… ¿el jefe suena… enojado?

—No —mintió Gino—. Suena como siempre.

—¿Siempre como si le hubieran puesto wasabi en el café?

—Sí.

En ese momento, Valeria, que había estado husmeando, señaló hacia un avión privado con las letras LL pintadas en el costado.

—Oigan, ¿ese no es nuestro avión?




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