Mamá & Mafioso

Capítulo 4

El interior del jet privado de Luciano Lombardi era tan lujoso como intimidante: asientos de cuero blanco, alfombra más suave que el ego de un influencer y una minibar que haría llorar de emoción a cualquier adulto funcional.

Pero ni el champán más caro podía calmar el aura de ¿en qué momento todo salió tan mal? que rodeaba a Gino y Toni.

—¡Mamá, mira! ¡El baño tiene jabón con forma de corazón! —gritó Dani, corriendo por el pasillo como si fuera un parque de diversiones.

—Dani, ¡no toques nada! —ordenó Marian, aunque sabía que era tan útil como pedirle a un gato que no ignore a su dueño.

Valeria, por su parte, ya había encontrado el mejor ángulo de luz y se tomaba selfies con el hashtag #SecuestradaPeroEstilosa.

—Oye, ¿crees que si subo esto me banean de TikTok? —preguntó, sin preocupación real.

—Signorina, por favor, siéntese —gruñó Sandro, el guardaespaldas, señalando un asiento con la elegancia de un bulldozer.

—Uy, sí, señor serio —respondió Valeria, rodando los ojos—. ¿También quieres que me ponga el cinturón?

—SÍ.

Mientras tanto, Gino y Toni susurraban en un rincón, sudando más que un helado en el infierno.

—Gino… ¿tú crees que el jefe nos va a perdonar? —preguntó Toni, jugueteando nerviosamente con su collar de oro.

—Claro —mintió Gino—. Solo tenemos que explicarle que… eh… la novia se operó la cara. Y adoptó. De repente.

—¿Y eso funciona?

—¡Sí! ¡Como cuando le dijiste que tu nonna murió tres veces para justificar tus ausencias!

Toni palideció.

—¡Eso fue una vez!

—¡Tres, Toni! ¡Y la pobre mujer sigue viva!

El avión comenzó a moverse, y Dani, emocionado, aplaudió.

—¡Esto es como Top Gun! ¡Pero sin aviones! ¡Y sin Tom Cruise!

—Dani, cierra los ojos y pide un deseo —dijo Marian, resignada.

—¡Quiero pizza!

—No funciona así.

—Funcionó.

En ese momento, Sandro recibió una llamada en su audífono. Su expresión se endureció aún más (algo que parecía imposible).

—Sí, jefe… están todos aquí. Sí, incluso el niño que no para de hablar. No, no le he pegado… todavía.

Marian lo miró con alerta.

—Oigan, ¿qué pasa si alguien necesita ir al baño? —preguntó Dani.

—Aguantas —contestó Sandro.

—¿Y si es emergencia*l?

—Aguantas más.

Dani frunció el ceño, luego sonrió.

—Reto aceptado.

El avión despegó, y por unos gloriosos segundos, hubo silencio.

Hasta que Valeria rompió la paz.

—Oigan, ¿y si hacemos un Q&A en vivo? Tipo Pregúntale a una secuestrada?

—¡NO! —gritaron Gino, Toni, Sandro y Marian al unísono.

Valeria suspiró.

—Bueno, ni modo. Subiré todo en formato hilo después.

Mientras el avión ascendía, Dani descubrió el sistema de entretenimiento.

—¡Mira, mamá! ¡Tienen Shrek en italiano! C'era una volta un pantano… (Érase una vez un pantano…)

—Dani, no—

Demasiado tarde. Dani le había dado al botón de reproducir en todos los televisores.

De repente, la voz de Eddie Murphy como Burro resonó en todo el avión, pero doblado al italiano, con un entusiasmo que hacía que hasta las amenazas de muerte sonaran alegres.

—MAMMA MIA, CHE CAZZO?! (¡DIOS MÍO!, ¿QUÉ COÑO?!—gritó alguien desde la cabina del piloto.

Sandro, con un tic en el ojo, se levantó y apagó las pantallas.

—El próximo que toque algo, vuela por la ventana.

Dani lo miró, impresionado.

—¿En serio podemos abrir las ventanas?

—NO.

—Qué aburrido.

Marian aprovechó para acercarse a Gino.

—Oye, secuestrador bonachón… ¿qué pasa exactamente cuando lleguemos a Nápoles?

Gino tragó saliva.

—Eh… el jefe… verá.

—¿Verá qué? ¿Si le gusta mi outfit o si prefiere matarnos de una?

—Más o menos.

Marian asintió, filosófica.

—Bueno, al menos moriré sin deberle plata a Netflix.

En ese momento, Toni, que había estado husmeando en la minibar, sacó una botella de vodka.

—¡Gino! ¡Esto nos calmará los nervios!

—Toni, no—

Pero Toni ya estaba bebiendo directamente del pico. Tres segundos después, tosió como si hubiera inhalado un demonio.

—¡POR SAN GENNARO, QUÉ ES ESTO, GASOLINA CON SABOR?!




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