El aterrizaje en Nápoles fue tan suave como un elefante en patines. El jet privado de Luciano Lombardi se detuvo en una pista privada, lejos de miradas indiscretas y, más importante, lejos de cualquier policía que pudiera preguntar por qué un niño gritaba ¡ESTO ES COMO EN LOS VIDEOJUEGOS! durante todo el descenso.
Sandro fue el primero en ponerse de pie, con la elegancia de un tigre que acaba de oler sangre.
—Fuori. Todos afuera. Rápido. —ordenó, señalando la puerta como si fuera el portal al inframundo.
—¡Uy, qué amable invitación! —dijo Marian, ajustándose el bolso con una sonrisa tensa—. ¿O es más bien una orden de secuestro?
—Sí.
Dani, emocionado, saltó del asiento.
—¡Finalmente! ¡Estaba aburridísimo! ¿Dónde está la alfombra roja? ¿Los paparazzi? ¿El cóctel de bienvenida?
—Dani, cariño —susurró Marian—, esto no es un resort. Es más bien un... secuestro de lujo.
—¡Mejor! ¡Así sale más caro nuestro rescate!
Gino y Toni intercambiaron miradas.
—Oye, Gino... —murmuró Toni, sudando más que un queso en verano—. ¿Crees que el jefe nos perdonará si le decimos que los secuestramos por error?
—Toni, por error le disparaste a su perro esa vez y casi te manda a dormir con los peces.
—¡Fue un malentendido! ¡Pensé que era un lobo!
—¡Era un chihuahua, Toni!
Mientras discutían, Sandro empujó suavemente (con la fuerza de un gorila) a la familia hacia la salida. Valeria, por su parte, ya estaba grabando.
—¡Hola, mis amores! Aquí Valeria, reportando en vivo desde su secuestro favorito. Estamos en Nápoles, la tierra de la pizza, la mafia y los hombres que miran como si quisieran enterrarte en el cemento. ¡Déjenme en los comentarios si quieren un haul de lo que llevo puesto para mi posible ejecución!
—¡VALERIA! —rugió Sandro, arrebatándole el teléfono—. Basta.
—Oye, oye, ¡eso es mi propiedad intelectual! —protestó Valeria—. ¡Si me lo quitas, te denuncio!
—Denúnciame. A ver qué dice la policía cuando les cuentes que te secuestró la mafia.
Valeria hizo una pausa.
—...Tienes un punto.
Al bajar del avión, el espectáculo continuó. Un convoy de SUVs negros esperaba, con hombres de traje y mirada sí, definitivamente cargamos armas flanqueando el camino.
—¡Guau! —exclamó Dani—. ¡Parecen los malos de una película!
—Somos los malos de una película, niño —gruñó uno de los guardaespaldas.
—¡Genial! ¿Firmas mi camiseta?
El guardaespaldas miró a Sandro, desesperado. Sandro solo se frotó las sienes.
—Andiamo. El jefe no espera.
Marian, siempre práctica, se acercó a Gino.
—Oye, secuestrador con corazón, una pregunta... ¿Este jefe suele perdonar a la gente?
Gino tragó saliva.
—Eh... depende.
—¿De qué?
—De si le caes bien.
—Genial. Un psicópata con criterios de popularidad.
Mientras los subían a los SUVs (con Dani intentando conducir en un arranque de entusiasmo), Toni seguía con su misión autodestructiva.
—Oye, Gino... —susurró, sacando una botella de vino que misteriosamente había robado del avión—. ¿Crees que si le llevamos un regalito al jefe, se pone menos furioso?
—Toni... esa es la colección privada de Luciano.
—¡Perfecto! ¡Así sabe que somos considerados!
Gino cerró los ojos.
—Dios mío, ¿por qué me castigas?
La residencia de Luciano Lombardi era menos casa y más fortaleza de villano de Bond. Altos muros, fuentes que probablemente escondían cadáveres, y un jardín tan perfecto que daba miedo pisarlo.
—¡Mira, mamá! —gritó Dani—. ¡Parece el castillo de Frozen, pero con más pistolas!
—Cállate, Dani —susurró Valeria—. Esto es serio.
—¿En serio?
—No.
Al entrar, el silencio era espeso. Los guardias los guiaron por pasillos adornados con obras de arte que probablemente costaban más que la deuda externa de un país pequeño.
Hasta que, finalmente, llegaron a la sala del trono.
Allí, sentado tras un escritorio de ébano, estaba él.
**Luciano Lombardi.**
Traje impecable. Mirada corta-alma. Y una sonrisa que hacía pensar ¿me va a matar o me va a ofrecer un espresso?
—Finalmente. —dijo, con una voz que heló la sangre—. La famosa familia que ha causado tanto... inconveniente.
Gino y Toni temblaron.
Marian respiró hondo y dio un paso al frente.
—Señor Lombardi, permítame explicarle...
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Editado: 12.09.2025