Capítulo 7: Observando el camino

Alejandro había pasado semanas aprendiendo las rutinas del centro. Cada horario, cada puerta, cada vigilante era una pieza de un rompecabezas que él comenzaba a entender. Cuanto más tiempo pasaba allí, más clara se hacía una verdad dolorosa: no podía quedarse allí ni un minuto más de lo necesario.

Durante las clases, mientras los instructores hablaban sobre “comportamientos correctos”, Alejandro prestaba atención a los detalles que nadie más parecía notar:

• Las cámaras tenían ángulos ciegos, pequeñas zonas donde nadie podía verlo.

• Algunos pasillos se vaciaban durante ciertos turnos.

• Los vigilantes tenían rutinas predecibles, pausas breves que parecían inofensivas, pero que para él eran oportunidades.

Ethan lo observaba mientras dibujaba en su cuaderno.

—Pareces muy concentrado —le dijo en voz baja—. ¿Estás pensando en…?

Alejandro asintió sin mirar.

—Sí… tengo que salir de aquí. No puedo quedarme más.

Ethan sonrió con un hilo de esperanza en sus ojos.

—No estás solo —susurró—. Si lo planeas bien, quizá podamos…

Alejandro dejó que las palabras de Ethan se mezclaran con sus pensamientos. Cada noche, al acostarse, repasaba mentalmente cada detalle, cada posible ruta de escape. La idea no era solo salir; era sobrevivir fuera, volver a ser libre, volver a sentir que podía respirar sin miedo.

Pero también sabía que el riesgo era enorme. Cualquier error, cualquier descuido, podría costarle caro. Aun así, la chispa de esperanza crecía, y con ella, la determinación de no dejar que ese lugar borrara quién era.

Mientras la lluvia golpeaba las ventanas del dormitorio, Alejandro cerró los ojos y respiró hondo. Su plan todavía estaba en pañales, pero ya había comenzado a tejer su camino hacia la libertad, y nada ni nadie podía detener esa necesidad de ser él mismo.