Capítulo 10: Tejiendo el plan

Después de su primer intento fallido, Alejandro no podía dormir. La ventana lateral, la reja floja, los pasos de los guardias… todo se repetía en su mente. Sabía que la próxima vez no habría margen de error. Su única oportunidad de ser libre dependía de su paciencia, de su observación y de su determinación.

—Tenemos que ser meticulosos —le dijo a Ethan mientras susurraban en la oscuridad de la habitación—. Cada detalle cuenta: horarios, guardias, turnos de limpieza… todo.

Ethan asintió. Su mirada era un reflejo del miedo y la esperanza que Alejandro sentía: miedo de ser atrapado, esperanza de recuperar algo de su vida.

Pasaron horas planificando. Dibujaron un mapa mental del centro, marcaron posibles rutas de escape, evaluaron riesgos y pensaron en lo que harían si eran descubiertos. Cada palabra, cada estrategia, se convertía en un paso más hacia la libertad que Alejandro tanto necesitaba.

—No podemos dudar —susurró Alejandro—. Si fallamos, puede ser peor que antes. Pero si lo logramos… seremos libres.

Ethan lo miró y asintió. Sabían que la libertad no solo dependía de escapar físicamente, sino de mantener viva su identidad, su fuerza interior y la certeza de que no estaban equivocados por ser quienes eran.

Esa noche, mientras la lluvia caía suavemente sobre los techos del centro, Alejandro sintió que por primera vez en semanas algo dentro de él brillaba con claridad: la esperanza no era solo un sueño, podía ser una realidad. Solo necesitaba paciencia, valentía y precisión.

Mientras cerraba los ojos, pensó en sus hermanos, en las calles de San Francisco, en el cielo gris que tantas veces había contemplado desde su ventana: allí afuera lo esperaba un mundo que aún podía ser suyo. Y esta vez, no fallaría.