Capítulo 15: Confrontación en la cocina

Alejandro entró en la cocina con la maleta a su lado, sintiendo que cada paso que daba pesaba como una tonelada. Sus padres estaban allí, como siempre, pero esta vez él estaba decidido a enfrentar la verdad que había estado reprimiendo durante años.

—Papá, mamá —dijo con voz firme, aunque el corazón le latía con fuerza—. Me voy de la casa. No puedo quedarme más aquí.

Pearl lo miró, su expresión era de desprecio, casi indiferente. August frunció el ceño, y por primera vez en años, Alejandro vio en su rostro algo que no era amor: solo desprecio y arrogancia.

—¿Te vas? —dijo August con voz dura—. Hazlo. Lárgate. Pero cuando fracases… y vas a fracasar, volverás a esta casa como un perro, Alejandro. No olvides eso.

Alejandro sintió un escalofrío recorrer su espalda. No era solo una amenaza; era una sentencia. Pero a pesar del miedo, algo en su interior se fortaleció. No podía quedarse allí, no podía vivir bajo la sombra del desprecio y la humillación.

—No voy a volver —respondió, con voz firme—. Esta vez es diferente.

Sus hermanos, Isaac y Ambar, los miraban con ojos grandes y confundidos, incapaces de comprender la magnitud de lo que ocurría. Alejandro respiró hondo, ajustó la maleta y dio un paso hacia la puerta. Cada movimiento estaba cargado de tristeza, miedo y determinación.

Esa noche, mientras la lluvia golpeaba los tejados de San Francisco, Alejandro caminó por las calles bajo el cielo gris, cargando no solo su maleta, sino también el peso del rechazo, la soledad y la esperanza de encontrar un lugar donde finalmente pudiera ser él mismo.

Sabía que la verdadera prueba apenas comenzaba, y que la libertad tendría un precio muy alto.