Isaac se sentó en la cama, abrazando un peluche que Alejandro le había regalado. Recordaba cada momento que compartieron: las risas, los abrazos, las historias antes de dormir, los juegos en el parque. Cada recuerdo lo hacía sonreír y llorar al mismo tiempo.
—Hermano… ¿por qué no contestas? —murmuró, con lágrimas cayendo—. Te quiero…
Aunque pequeño, Isaac comprendía la ausencia de su hermano, y la tristeza llenaba su corazón con una intensidad que ni él mismo podía comprender del todo.