Ambar, aún más pequeña, no entendía completamente la situación, pero sentía que su hermano mayor le hacía falta. Lloraba en silencio, abrazando la manta que Alejandro le había dado.
—Alejandro… vuelve… —susurraba, con la voz rota—. Te quiero mucho…
La inocencia de Ambar se enfrentaba al dolor de la realidad. La ausencia de Alejandro se sentía en cada rincón de la casa, y su tristeza se convertía en un reflejo puro de lo que la familia había perdido.