En la actualidad, tengo ganas de abrazar a mi niña pequeña cada vez que lloraba y decirle que sus sentimientos son válidos, que no es una exagerada, que no la regañaré, que nadie la amenazará con un cinturón en la mano diciéndole que, si sigue llorando, le dará una razón para llorar, y que todo estará bien.