El cielo se había nublado de tal manera, que pese a la temprana hora de la tarde, todo lucía de colores gris y azul.
Cuando Alan llegó a casa estaba sumida en una oscuridad casi absoluta, en la que sólo podían distinguirse dos siluetas. Bajó del auto para correr en dirección a la puerta principal, en donde Valeria y Susy se encontraban sentadas.
La mujer, sentada sobre los escalones de la puerta, tenía a su pequeña sobre las rodillas y la mecía de atrás hacia adelante, tenía el rostro de Susy hundido en su pecho.
El corazón se le detuvo a Alan al escuchar a su hija llorando a gritos y a Valeria intentando calmarla, pues creyó que quizá había llegado demasiado tarde, y algo horrible acababa de ocurrir.
—Ya tranquila, bebé, sólo se fue la luz —dijo Valeria a la niña intentando calmarla.
—¿Qué pasó? —le preguntó Alan exaltado, mientras se esforzaba en recuperar la respiración que se le había ido hace apenas un momento.
—El transformador de la luz explotó y el ruido asustó a Susy.
Un aire de tranquilidad sopló en su interior al escuchar eso, así que se agachó frente a su hija y acarició su cabello con ternura.
La niña se giró para verlo; su rostro estaba empapado por las lágrimas y podía verse con claridad como su cuerpecito temblaba.
Su mirada era la misma de siempre. Transmitía la misma dulzura que tanto la caracterizaba, y a pesar del terror que sintió por el fuerte ruido de aquella explosión, en su rostro una débil sonrisa intentó formarse para su padre.
Alan le sonrió antes de abrazarla para pedirle que se tranquilizase.
El hombre regresó hasta el auto, encendió las luces para que iluminaran el interior de la casa y sacó un par de veladoras.
Los tres volvieron a entrar en la casa, ahora mucho más tranquilos y acompañados de la luz de las velas. Alan y Valeria subieron a Susy hasta su habitación, que después de una hora de por fin haberse calmado, se quedó sumida en un profundo sueño.
—¿Qué pasó con el teléfono? —preguntó Alan una vez que ambos habían bajado de nuevo a la sala—. Ya sabes, el teléfono no funciona con el transformador.
—Ah, eso fue mi culpa —aclaró Valeria—, la explosión me tomó por sorpresa y tiré de la bocina, así que el cable se soltó.
El hombre emitió un sonido con la boca, pretendiendo dar a entender que comprendía lo ocurrido.
Valeria por su parte, notaba a su marido en extremo serio, muy diferente a su manera normal de actuar. Se acercó a él y lo abrazó por la espalda mientras Alan se encargaba de volver a conectar la bocina del teléfono, que había estado reposando en la mesa.
—¿Estás bien? Desde que llegaste te noto diferente. —Se atrevió a preguntar Valeria.
Sintió el cuerpo de su esposo tensarse bajo sus brazos, ahora estaba segura de que las cosas andaba mal.
Un silencio incómodo se extendió entre la pareja.
Valeria no sabía qué pensar, su esposo sólo se quedaba ahí, con la mirada perdida y el cuerpo estremecido. Se abrazó con más fuerza de él como una señal de apoyo, antes de girarlo para que la mirara a los ojos.
Alan estaba repasando en su cabeza todo aquello que ocurrió con la médium, sus palabras revoloteaban en su cabeza como moscas y entre todo el mar de dudas que lo inundaba, sintió a su esposa abrazarlo con más fuerza. La miró a los ojos y soltó un suspiro cansino.
Cuando Valeria lo hizo girarse para mirarla, negó con la cabeza y se inclinó para besarla.
Valeria percibió, sin temor a equivocarse, que su marido le ocultaba algo importante. Sin embargo, lo conocía muy bien, y obligarlo a hablar con ella no era la respuesta. Presionó con más fuerza su cuerpo contra el de su esposo, y se decidió a cambiar el tema.
—Acaban de internar a mi mamá —le contó Valeria, dando por saldado el tema anterior—. Mi hermana me pidió que fuera mañana a cuidarla porque ella tiene un viaje de negocios. Pero no puedo entrar a piso con Susy.
—Entiendo —respondió Alan distraído—, yo la cuidaré mañana, no voy a trabajar. ¿Quieres que te lleve?
Valeria asintió con un movimiento rápido de cabeza, aunque un nuevo momento de silencio se hizo presente.
—Deberíamos irnos a dormir. Sin luz no hay mucho que podamos hacer.
Editado: 07.03.2018