El viento mecía su cabello con tierna suavidad, lo que hacía pensar a Susy que en realidad, era su hermano quien acariciaba su cabeza tal como solía hacerlo.
Se inclinó para tomar al conejo entre sus brazos una vez más, agradeciendo, aún con lágrimas en los ojos, que se hubiera mantenido a su lado tanto tiempo. Apretó con fuerza al Señor Bigotes mientras susurraba un tenue te amo en su oreja, segura de que Víctor la escucharía.
La mirada de la niña se devolvió hacia la penumbra de la bodega, desde donde él los miraba con una sonrisa. Estaba ansiosa por correr y abrazarlo; decirle lo mucho que extrañaba sus bromas, la manera tan suya que tenía de molestarla, pero sobre todo, que lo extrañaba a él.
—¿V-Víctor? —exclamaron al unísono Alan y Valeria, estupefactos de ver al fantasma de su hijo frente a ellos. Su silueta era transparente y apenas perceptible, pero no cabía duda, estaba ahí.
Dentro de la cabeza de Valeria los cabos sueltos comenzaron a hilarse y su memoria saltó al día anterior al incendio.
Las manecillas del reloj de la cocina marcaban las doce del mediodía, por lo que Valeria estaba terminando de alistarse para salir a recoger a Susy del jardín de niños.
Caminó hasta la puerta, pero antes de que pudiera abrirla, alguien más lo hizo.
Víctor entró en la casa cargando una caja envuelta para regalo de un tamaño considerable, además de portar una sonrisa traviesa en los labios.
Víctor le contó a su madre que el regalo era para Susy, sin embargo, también le pidió entretener un poco a la niña, para preparar algunas cosas antes de poder dárselo. Le aseguró que tenía planeado algo muy especial, y Valeria, conociendo a su hijo, accedió.
Llevó a Susy a comer un helado y a jugar un rato por el parque.
Más tarde volvieron a casa, encontrando a Víctor sentado en el sofá frente al televisor, con una expresión un tanto aburrida. Valeria se acercó a él junto con su hija, preguntándose qué había planeado el travieso de su hijo mayor.
—Hola, pequeño troll —saludó de forma casual Víctor, formando una sonrisa victoriosa ante la reacción furiosa de su hermana.
—¡No soy ningún troll! —le gritó en respuesta la pequeña mientras con su lonchera, intentaba acertar un golpe en el rostro de Víctor, que con agilidad evitaba sus fúricos ataques—. ¡Deja de moverte! ¿No ves que te quiero pegar?
Ese era el pan de cada día, pelas y más peleas, así que Valeria sacudió la cabeza con cansancio y se dirigió hacia la cocina para preparar la comida.
Escuchó cómo la pelea entre sus dos hijos se extendía más y más, hasta por fin, Susy hizo una especie de berrinche frente a su hermano.
—Ya tranquila —dijo Víctor divertido por el berrinche—. ¿Por qué no subes a tu cuarto? Tal vez te encuentres con algo especial —le susurró, haciendo que la niña subiera las escaleras cuál relámpago, olvidándose por completo del pleito anterior.
Segundos más tarde un fuerte grito proveniente de la niña les aturdió, a la par del escándalo que Susy hacía al bajar las escaleras.
Se paró frente a Víctor con lágrimas en los ojos y un puchero en los labios, sosteniendo una caja de regalo cuyo interior estaba vacío.
—Alguien se robó mi regalo —dijo Susy a punto de comenzar a llorar, mientras Víctor la miraba divertido.
—El índice de criminalidad es muy alto —agregó Víctor haciéndose el desentendido—. ¡Esos pilluelos! Ya nadie está seguro. —La pequeña dejó caer la caja y se frotó los ojos, pues las lágrimas habían comenzado a deslizarse por sus mejillas. Valeria estuvo a punto de intervenir, cuando su hijo alzó la caja vacía y con una mirada traviesa se dirigió a su hermana—. ¡Mira! El criminal dejó una nota. Dice:
Susy, yo me he llevado tu regalo. Si quieres encontrarlo tendrás que venir por él, empieza buscándome en el patio.
Atentamente: El ladrón
.
La niña se apartó las manos de los ojos, y de un momento a otro, ya se encontraba revisando el patio, en busca del cruel villano.
—¿No podías sólo dárselo y ya? —preguntó Valeria desde la cocina, observando como su hijo volvía a acomodarse en el sofá.
Editado: 07.03.2018