Manantial de amor

¡Señorita Angélica!

—No más de lo que yo siento, sé que no tenemos una relación, sé que has sido honesta conmigo desde que te expresé mi amor, sé que amas a ese hombre y desconozco el motivo que te trajo a este lugar, dejando una vida de lujos y comodidad. Pero es claro que tuvieron intimidad, lo pude percibir en ambos.

—Deja de decir estupideces, tengo mi blusa al revés porque traté de hacer un collar para Bruno, pero mi blusa no era suficiente, la mujer que me llevó con Bruno me dio su blusa y por las prisas no me di cuenta al colocarme nuevamente la mía, eso es todo Gabriel. 

—Discúlpame, si la miré cuando te encontré al lado de la mujer rubia que gritaba como loca, llevaba puesta solo una mini blusa de tirantes. 

—La viste muy bien entonces.

—Tenía cara de haber visto al diablo, cómo no iba a fijarme en ella.

—Qué bueno que aparte de la cara le viste la blusa.

Entre risas me ayuda a ponerme de pie y nos vamos abrazados a casa, siempre me acompaña, todos los días me pregunta si necesito algo, si me falta abastecerme de alimentos, de café que es lo que más consumo y amo beber. Es un excelente amigo, es mi hermano.

No sabía si ducharme o bañarme, no quería dejar de disfrutar el perfume natural de la piel de Ji, pero no debía alimentar ese amor, ese amor prohibido, así que elegí bañarme, me detuve a llenar mi tina de baño, ingresé en el agua caliente unas gotas de aceite con esencia de lavanda que yo misma preparo, debía relajarme, encontrar paz en mis pensamientos. Encendí unas pequeñas velas y presioné el interruptor de la luz apagándola, cerré los ojos sintiendo de nuevo cada beso, cada caricia, cada mirada.

Al pasar unos minutos salía envuelta en mi bata de baño, encendí la luz del tocador, me ví en el espejo y sonreí al sentirme amada, amada realmente, después de frotar por mi cuerpo aceite de sándalo me coloco la ropa interior y me pongo nuevamente...     

Al pasar unos minutos salía envuelta en mi bata de baño, encendí la luz del tocador, me ví en el espejo y sonreí al sentirme amada, amada realmente, después de frotar por mi cuerpo aceite de sándalo me coloco la ropa interior y me pongo nuevamente mi bata que estaba un poco húmeda, voy a la cocina y me preparo un café mientras tarareo una canción coreana, regreso a mi habitación y me pongo una bata de algodón, por las noches hace un poco de frío, estoy cerca de un bellísimo lago de agua dulce. Con gran variedad de aves que ingresan en tiempo de apareamiento y me deleitan con su canto angelical. 

Al paso de unos días, mis días ya no eran iguales, sí los disfrutaba pero recordaba más que nunca a Ji, sabía que él jamás me encontraría, pero yo sabía cómo encontrarlo y decidí hacerlo, ser la mujer valiente, temperamental y fuerte que me enseñaron mis padres a ser.

Aún conservo bella ropa, una de las dos habitaciones de mi pequeña casa son de recuerdos, más que eso, son mi vida. Collares, piedras preciosas, vestidos bellísimos diseñados únicamente para mí.

Sostenía un vestido blanco tipo sastre con un saco a medio pecho, pero elegí un vestido negro de seda hasta debajo de la rodilla, es de tirantes gruesos y una capa transparente sin vuelo hasta la cintura, es discreto, elegante y sencillo. Tomé unas zapatillas de tacón bajo color negro con unas líneas de plata, así mismo escogí unos aretes y mi bolso. Al darme vuelta la luz del sol que traspasaban la cortina hizo brillar el collar favorito de mamá, es largo, con una fina piedra de ópalo en color azul rodeada de brillantes. Sin dudarlo lo coloqué en mi cuello, ella debía estar en alma a mi lado, como lo estaba mi padre.

Mi maquillaje es perfecto, delicado, mis pestañas grandes con el maquillaje resaltaban mis ojos verdes, mi cabello corto y ondulado brincoteaba con el viento. Es como si fuese otra mujer con un brillo espectacular en mis ojos, como si mi piel hubiera renacido al igual que mí ser con ese encuentro pasional con Ji.

Me despedí de mi misma frente al espejo, me fui directamente a la cochera donde permanecía mi auto, un Chevrolet malibú 2008 en color rojo desde hace dos años estacionado, no sabía si encendería el motor, pero afortunadamente lo hizo, fue mi cómplice, como todo lo que me rodeaba era mágico. 

Llegué a la empresa, a la misma dónde se había ocultado Bruno, me estacioné frente a las puertas de cristales, le entregué las llaves al portero que sin decir una sola palabra con la boca abierta me observaba. Corrió abrir la puerta principal y al entrar muchos se detuvieron a mirarme detenidamente.

Conocía muy bien el lugar, allí crecí prácticamente, me dirigí al ascensor y oprimí el 3 piso, al ser fin de mes todos debían estar en una reunión general cerrando pedidos, analizando exportaciones, todo lo referente a la venta de diseños exclusivos de collares como el individual de piedras preciosas y minerales metálicos como energéticos. No solo los teníamos en la mina, sino en los manantiales de las tierras de mis padres.



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En el texto hay: amor, muerte y esperanza, kimchi

Editado: 13.11.2020

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