Manantial de amor

No ver, No oír, No decir

No podía dar crédito a lo que mis ojos  sin parpadear estaban viendo. Apreté los puños con molestia e indignación. Estaba a punto de ponerme de pie y sacar a ese cretino de Adolfo de mi casa. ¡Vaya atrevimiento de su parte!  

Caminó directamente al cobertizo del jardín, el que mi padre construyó especialmente para sus dos grandes amores, su esposa y su pequeña princesa. Recuerdo que una vez que salíamos del cobertizo y cerrábamos ambas puertas abatibles estaba una pequeña terraza a desnivel con piso deck en madera para exterior, una sala grande de mimbre en color marrón con cojines esponjosos en tono naranja. Cuántas veces llegamos exhaustas, sudorosas a recostarnos y descansar bebiendo una fresca naranjada después de un arduo día de trabajo en el jardín. 

Al abrir Adolfo las puertas del cobertizo también abrió los recuerdos de mi corazón. 

Allí guardamos nuestros diferentes tipos de guantes para el jardín. Para trasplantar, arrancar hierba mala, para podar arbustos y un cómodo manejo de la tierra, no podían faltar los que son para plantas acuáticas. Tenían la decoración con pequeños girasoles. Los de ella eran de color morado y los míos en color rosa palo. Teníamos las mismas herramientas solo que en diferentes dimensiones, la pala, el rastrillo, las tijeras de podar, la manguera y nuestra regadera personalizada, mi mamá era mi ejemplo y yo encantada imitaba sus hazañas, soñaba que había rescatado de la muerte a una linda planta como ella tantas veces lo hizo.  

Adolfo sostenía la regadera de mamá muy cerca de las raíces de las diferentes flores e iba bañandolas delicadamente. Eso quiere decir que gracias a sus cuidados las plantas siguen bellas como mi mamá las dejó, él es quien se ha dedicado a cuidarlas. Aun así mi molestia es grande al ver su atrevimiento de entrar en mi casa sin autorización. Cuando estaba a punto de salir de mi escondite el timbre de su teléfono me distrajo al escucharlo responder su conversación, me dejó paralizada de horror. 

—Olvídate de Ji... No es correcto lo que estás haciendo... Eso te puede causar severos problemas con Angélica y con el mismo Ji... ¿Cómo te atreviste a sedar al hombre? Tenemos que hablar de nosotros. No quiero continuar con una mujer obsesionada de un hombre que está enamorado de otra mujer... ¿Entonces porqué lo haces? Ya lo hablaremos... Tengo que irme. 

Al terminar de regar las plantas salió dando agigantados pasos con fastidio. Y yo salí corriendo a buscar a Ji. Su casa está muy cerca de la mía, mis padres construyeron una finca donde vivían los trabajadores con sus familias, Ji y su padre vivían en la primera casa. Entré corriendo sin llamar antes y sin cautela entré a su habitación para encontrarlo desnudo... Acostado y abrazando a Martha.  

Ella al verme se cubrió el cuerpo fingiendo sentirse apenada. Por un momento pensé salir corriendo y no volver definitivamente con Ji. 

Por instinto me acerqué para arrebatarle las sábanas que medio cubrían sus cuerpos descubriendo así que Ji aún llevaba puestos sus pantalones como sus mocasines negros. Seguramente ella le había quitado su camisa, quizás y muy seguro no había pasado nada entre ellos. Pero la duda me carcomía el pecho, mi cabeza y mis pensamientos volaban a mil por segundo, los celos me consumían como las bacterias al cuerpo.  

— ¿Qué es lo que pretendes Martha al fingir algo que no es?

—Lo que ves, no se puede fingir Angélica, acabamos de hacer el amor.

—Wooow claro, por ese motivo Ji lleva puestos sus pantalones y abrochados. 

En ese momento Ji despertó. 

No sé cómo hubiera reaccionado de no haber escuchado la charla de Martha con Adolfo. Claro que hubiera creído lo que a simple vista parecía una pareja descansando desnudos en la cama. Olvidándome así de la enseñanza que me daba mi padre con el ejemplo de los tres monos sabios o místicos que tienen su santuario en Toshogu en Japón y data desde 1636: "No veas lo malvado, no escuches lo malvado, no hables con maldad" 

— ¿Que pasa Angélica? ¿Qué haces aquí Martha? ¿Por qué estas desnuda y en mi cama? Angélica, no es lo que parece, yo te amo. 

Estaba muy nervioso por lo que a simple vista se podía imaginar cualquier persona, y debo confesarlo que solo de verla junto a su varonil y perfecto cuerpo me hervía la sangre de celos.

—Sé que no es lo que parece, todo fue una trampa de Martha para hacerme creer que te acostabas con ella, ¿Sabes que te hizo Ji? Te dio un sedante y eso es muy delicado. Solo una persona desquiciada lo haría.

—No es verdad mi amor, te quedaste dormido después de hacerme el amor.

—Noo, ¿Que yo que? No lo creo Martha, te dije cuando le puse fin a nuestra relación que solo he amado a una mujer y es Angélica, me diste la copa con vino y no recuerdo más.  

—Insisto, el hecho de darte un sedante es algo muy delicado, debemos interponer una demanda contra esta mujer Ji. 

—No lo hagas Ji, te doy mi palabra que no volveré a molestarlos, discúlpame, perdóname, me ofendí demasiado cuando dijiste que solo has amado a Angélica y no lo resistí. 



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En el texto hay: amor, muerte y esperanza, kimchi

Editado: 13.11.2020

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