Mandala

IV

«También te quiero. –me dijiste con una clase de exasperada mueca invisible en el rostro– ¿Entiendes?»

Ambos entendíamos lo que las palabras significaban en cuanto son percibidas por el aire. Cuando llegan al oído y son finalmente escuchadas, el cerebro siente como la muñeca tomada de un niño, el corazón. Y las interpretaciones venideras junto con eso que creemos nimios dan el resultado –esa generatriz estúpida en la que conjeturábamos– de las calles, el silencio tibio y la brusquedad.

«Yo también lo hago. Mucho más de lo que imaginas, supongo.»

La ferocidad con la que se dicen las cosas y la temperatura en la fuerza del cuanto son descritas por nuestros cuerpos y son desmañadas por la realidad metafísica es la verdad. Y ambos éramos grandes conocedores que esos «te quiero» eran aún muy transparentes a nosotros.



#13310 en Novela romántica

En el texto hay: destino, desamor, antinovela

Editado: 31.07.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.