Mango.

11.

No me interesa si el lunes es triste
Si el martes es gris y el miércoles también
El jueves no me importa en lo absoluto
Es viernes, estoy enamorado
Friday I'm in love - The Cure.

 

—Señora Ofelia ¿Cómo le fue vistando a su hijo?— preguntó un Sean bastante sonriente, a la espera de las historias de aquella señora de mejillas coloreadas.

 

—No me lo vas a creer, al parecer mi hijo no perdió el tiempo, recuerdo que me dijo que había encontrado novia hace unos años, incluso me la presentó, una chica muy linda de cabello rojizo, pero no pensé que siguieran juntos ¡Están comprometidos! Dijo que me iba a dar la sorpresa dentro de un mes ya que planeaba venir porque su trabajo le dió vacaciones y pensaba en pasearse por aquí. Y no sólo eso, espera que apenas comienza esto—revoloteó su mano emocionada llamando la atención del pelicafé quien inmediatamente fue contagiado de tal emoción. —  ¡Están esperando un bebé!— sonrió de lleno la señora viendo que tendría un nieto.

 

—¡Es muy lindo! Les deseo lo mejor señora Ofelia.—sonrió Sean ante ver la felicidad que contagiaba su jefa, que más que eso era su confidente ahora.

 

—Ay mi niño, los años no pasan en vano, por eso aprovechen cada día así sea una sonrisa, lo que sea pero gózenlo; sé que amor no les falta porque no necesitan palabras ustedes para expresar lo que sienten, me basta simplemente con ver sus ojos como para saberlo y verás que no estoy incorrecta.— sonrió abrazándola y llena de emoción.

 

¿Es así como nos vemos Nick y yo? Pensó el chico de lentes y sonrió.

 

—Oh,así que me traicionan a mis espaldas.— se escuchó la voz de Nick llena de diversión haciendo que el chico del que está enamorado girara junto con la señora Ofelia.

 

—Sean es tan lindo que cualquiera podría enamorarse de él, así que no sé que te sorprende.— bromeó la señora Ofelia con un deje de advertencia.— que si me entero que lo lastimas te agarro a naranjazos.

 

—¿Ya floreo el naranjo?— aquello llamó la genuina atención del pelinegro.

 

— No, apenas tiene unas hojitas verdes pero no deja de verse precioso, está a la espera de la primavera — sonrió la señora Ofelia,— deberian de ir a verlo. Vayan, vayan, ya que es temprano casi nadie viene, así que no se preocupen por esta señora.— se señaló para luego reír.

 

Ambos chicos hicieron caso no sin antes decirle que cualquier cosa les avisara, por lo que continuaron saliendo por la pequeña puerta que daba un un jardín y al lado un pequeño invernadero donde se encontraba el pequeño árbol de no más de un metro con unas cuantas hojitas en su tallo, Sean sonrió y el pelinegro vió su sonrisa embobado como la primera vez, que decidió abrazarlo por detrás viendo juntos así ese pequeño retoño de árbol.

 

—La señora tiene mano para las plantas.— admitió el pelicafé.

 

—Les tiene amor y más que ello, entrega y devoción, han sido sus amigas y consejeras por mucho tiempo así que es normal que así suceda, su esposo amaba los los claveles y juntos tenían un pequeño jardín hasta que abrieron juntos esta florería.— sonrió contando un poco de lo que la misma señora Ofelia le había dicho tiempo atrás.

 

—Nick.—volteó Sean a ver al pelinegro que lo tenía entre su brazos — ¿Cómo conociste a la señora Ofelia? Digo, es que siempre hablamos de ella y la conocemos pero quiero saber el cómo llego a tu historia. Me interesa saber lo que involucra tu historia, porque si estuvieras hecho de letras y tu tacto fueran las de una hoja, te leería mil veces. Una y otra vez.— admitió el chico de lentes y un leve sonrojo apareció en ambos.

 

Nick quedó pensativo y sonrió.

 

—La primera vez que la vi...— recordó.

 

Lagrimas gruesas bajaban de su rostro, su vista estaba nublada, cualquier persona que le viera diría que esos ojos que se asemejan tanto al mar realmente encerraban un mar y ahora la presa se había roto dejando fluir cada uno de sus sentimientos que en cualquier momento podría ahogarle.

 

Bajaba las escaleras de su casa con premura, tenía que irse, quería perderse un rato en alguna pista de patinaje, de esas a las que nadie va por las mañanas pero al ir tan aprisa ni si quiera logró acercarse a la acera para cruzar pues había chocado con alguien que llevaba un gran girasol en una maceta, intentó ver quién era la persona con la que había chocado sin embargo, la otra persona al intentar hacer lo mismo y cargar su gran girasol se dió cuenta que hacían lo mismo, yendo hacia el mismo lado y terminaron riéndose, a pesar de las lágrimas una pequeña risa adornó su rostro.

 

La señora Ofelia, que en ese momento era una total desconocida para el chico frente a él, le sonrió con cariño y amabilidad.

 

—Hola, pequeño, veo que nos hemos chocado, disculpa que con este gran muchachoseñaló su hermosa flor de soles imposible ver al frente.




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