Nick.
Desperté con un fuerte dolor de cabeza, tomé la medicina que la señora Ofelia me había dado el día anterior y me levanté para asearme, faltaba media hora para mi primer clase, mis brazos estaban agarrotados y mi abdomen tenía un moretón junto con algunos pequeños en el brazo.
Estaba cansado y aún así me sentía egoísta por pensar en huir de nuevo, por dejar todo atrás, pero ahora lo pensaba dos veces, aunque llegaban días como estos y lo dejaba pasar.
¿Hasta cuándo aguantaré y cuánto?
Tallé mis ojos con desesperación, les negaría a las lágrimas salir hoy, quería verme tranquilo, Sean no necesitaba saber de esta mierda, suspiré.
Sean, ah, Sean.
Es un ángel en mi vida terrenal, tan aburrida, tan dolorosa; tal vez, para muchos no sea así, tal vez la pasen peor, pero entonces ¿Por qué me duele tanto?
Salí de la ducha y tomé mi celular, pensaba apagarlo por el resto del día hasta que leí un mensaje de Sean.
"Hoy no coincidimos en las clases, te espero afuera de tu salón de la última clase, no huyas".
Sonreí al ver aquello, en definitiva no huiría y hasta pareciera que Sean era mi pequeño analgésico, ví que había un segundo mensaje y solté una risa, bueno, molestaría un poco a ese chico que me vuelve loco, no hay duda.
"Por cierto, papá preparará lasagna y dijo que no nos iba a dar si no estabas tú, Nery y Thom, sus invitados estrellas".
Contesté molestando le y terminé por bajar las escaleras, bueno, tal vez, podría llegar diez minutos tarde, en fin, el sándwich que me había dejado la señora Ofelia me pedía a gritos que lo comiera así que me senté y sonreí, Sean y la señora Ofelia eran la vida que creía escaparse entre mis dedos.
Era meramente hermoso, como ambos tenían una fortaleza que se contagiaba.
A veces me pregunto sobre la vida de la señora Ofelia y a quién amó, me gustaría escucharlo a fondo al lado de Sean, tal vez, tomar su mano, dejar que se recargue en mi hombro y abrazarle; cualquier cosa estaba bien mientras fuera él quien estuviera a mi lado, porque no importa xuan sencilla se viera la situación, a su lado era como admirar todas las maravillas del mundo en una, sus ojos.
Despejé los pensamientos, terminé de comer, limpié mi lugar y fui a cepillar mis dientes, necesitaba salir de casa lo antes posible, es cierto que eso no aceleraría el tiempo por ver a Sean pero me moría por ver sus hermosos ojos cafés.
Miles de personas con el mismo color de ojos y yo sólo quiero admirar los suyos como si fueran los únicos en existencia.
Caminé con mucha tranquilidad, realmente sentía que comenzaba a hacer efecto el analgésico y me ponía de mejor humor, hoy no quería llegar a casa pero saber que vería a el chico que me roba sonrisas, hacía que valga la pena todo.
Llegué en menos de lo que esperaba a la universidad, llegué y me senté por alguna razón había logrado llegar dos minutos antes que el profesor a quien se le había hecho bastante tarde, suspiré y miré al frente aliviado mientras anotaba algunas notas distraídas en el cuaderno sobre lo que el profesor les explicaba y mostraba.
Pasó entre clase y clase hasta que dió la última, sonrió sin darse cuenta, faltaban diez minutos y vería a Sean detrás de esa puerta opaca, era una semana tranquila, no había mucho trabajo por hacer y las tareas no llevaban más de media hora pero Nick sabía que debía esperar un mes para ser bombardeado por tareas y proyectos para la evaluación final de su segundo semestre.
Estaba por salir cuando notó que su abdomen aún dolía, regalándole así un fuerte pinchor de dolor, así que antes de ir a su encuentro, tomó rápidamente el analgésico extra que había traído y fue a la puerta de inmediato con una sonrisa renovada, no era forzada, ni fingida, era real, podía doler pero el simple hecho de ver a un pelicafé que no abandonaba su mente le renovaba de inmediato.
—Oh, amor mío.—exclamó feliz Nick con un deje de burla para molestar a Sean.
—Basta.—rió el de lentes y le di un leve codazo lo que trajo la queja de Nick ya que justamente ahí yacía su golpe.—¡Discúlpame!— exclamó rápidamente y Nick negó.
—No es nada, Manguito.—movió su mano en ademán de que no se preocupara que no había sido nada.
—¿Te hiciste daño?—preguntó el más bajo un tanto consternado por la situación.
—No, me lastimé ayudando a la señora Ofelia, resulta que el día siguiente le llegaría un pedido de macetas nuevas pero no pensé que me lastimaría, fui descuidado con una al quererla cargan sin ayuda y terminé lastimándome.—uso una excusa similar a la anterior de hace unos meses y rogó porque Sean no lo notáse.