Manipulación Melody (3 Libro)

Capítulo 4- Desperté

​Como se estaba volviendo costumbre, desperté en la cama de mi madre. Ella me observaba con una sonrisa dulce, una expresión diseñada para convencerme de que todo lo que me había ocurrido no era más que otro mal sueño. Intentaba hacerme creer que mis vivencias eran pesadillas efímeras, pero yo sentía que eran puertas; umbrales hacia realidades diferentes a la mía.

​Abrí los ojos por completo e intenté incorporarme, pero mi cuerpo pesaba toneladas. Me sentía débil, drenada. Una ola de calor recorrió mi piel; mi temperatura no era normal. Estaba ardiendo en fiebre, atrapada en mi propia carne.

​—Hija, ya despertaste —dijo ella, con esa calma que comenzaba a irritarme—. Te traeré el desayuno. Vas a estar bien, ya verás.

​No entendía cómo había llegado a su habitación. Se suponía que me había acostado en mi cama. Al intentar reconstruir los hechos de la noche anterior, una punzada de dolor atravesó mi cabeza, confundiéndome aún más. No quería rendirme ante la locura, pero no tenía idea de qué estaba haciendo conmigo misma. Las palabras se amontonaban en mi garganta, incapaces de salir con coherencia.

​Quería volver a la normalidad. En tan solo una semana, mi vida se había convertido en un caos de eventos inexplicables. Deseaba creer la teoría de que todo era un sueño, o incluso que aquel chico misterioso era algún tipo de demonio intentando poseerme; cualquier explicación sobrenatural parecía más plausible que la realidad, aunque internet solo me ofreciera mentiras al respecto.

​Pero, ¿cómo podía ser un sueño si sentía la brisa fría erizarme la piel? ¿Cómo podía ser falso si escuchaba mis propios pasos y el eco de mi llanto? Quizá no podía escuchar a las demás personas con claridad, pero a él… a él sí podía escucharlo.

​—Toma tu desayuno, hija —insistió mi madre, colocando la bandeja frente a mí. Su rostro era una máscara de miedo y tristeza oculta tras una sonrisa de plástico—. Quiero que te recuperes pronto. No quiero que tengas ningún dolor. Acabaré con esto lo antes posible para no lastimarte, mi niña.

​Esa última frase me heló la sangre, pero opté por el silencio.

​—Estoy bien, madre —mentí, desviando la mirada y forzándome a comer.

​En cuanto ella salió y cerró la puerta, el dolor en mis brazos se intensificó. La duda me carcomía: ¿debería contarle lo que me pasa? ¿Mi vida estaba en juego?

​—Tan solo hay que seguir sonriendo, ¿no es así? —pensé, sintiendo cómo las lágrimas de impotencia resbalaban por mis mejillas—. Estoy tan decepcionada de mí misma. No puedo hacer nada bien. Si le cuento a alguien, nadie me creería. Solo se burlarían. ¿Qué hago? ¿Qué demonios tengo que hacer?

​Lo único que se me daba bien era llorar. Odiaba mi debilidad. Odiaba depender de otros. Solo quería que los días pasaran rápido, muy rápido, para poder respirar lejos de mis problemas. Tal vez estaba loca. Tal vez mi mente se había roto y ni yo misma conocía el diagnóstico.

​La voz de mi madre interrumpió mis pensamientos desde el pasillo, pero no quise responder. Ni siquiera podía asistir a la escuela por culpa de este trance, de ese maldito chico que convertía mis días en un infierno y mis noches en tortura. Iba a reprobar; había perdido toda la semana de exámenes.

​La puerta se abrió de nuevo.

​—Heidy, levántate. Tienes que ir al psicólogo —ordenó, su tono dulce había desaparecido—. Tenemos una cita para hoy. Le pedí el favor a una amiga de mis amigas y dijo que sí.

​—Vamos, pero con otra persona. Con alguien que yo conozca —repliqué, sintiendo la bilis subir—. No quiero ir con tus amigas para que luego se pasen el chisme de mis problemas.

​—Pero Heidy, es muy confiable.

​—Prefiero quedarme así a ir con una de tus amigas —escupí con desprecio.

​—No tienes que responderme de esa manera.

​—Hago las cosas a mi manera, no a la tuya. Porque si sigo tus pasos, terminaré siendo estúpida.

​El rostro de mi madre se endureció. La máscara cayó.

​—Heidy, deja de ser así. Por eso tus amigas no te quieren, por eso solo están contigo por lástima. Tu comportamiento últimamente es peor que nunca. ¡Madura un poco! No tienes nada más que hacer en tu vida que estudiar, y ni eso haces bien. Dijiste que querías cantar en el coro desde la primaria y mírate: es algo tan fácil y ni siquiera lo has logrado.

​El silencio que siguió fue sepulcral. Sus palabras se clavaron en mí, precisas y crueles. Bajé la mirada, conteniendo el llanto, y sin decir una palabra más, salí de la habitación.

​Crucé la casa, abrí la puerta principal y eché a correr. No miré si venían autos, no me detuve a pensar. Solo corría, huyendo de su voz y de mis fracasos. Al llegar a la avenida, un autobús se detuvo. Subí sin importarme la dirección.

​Me senté junto a la ventana. Mi madre solo había vocalizado lo que yo ya pensaba de mí misma.

Creí que ella, al menos, lo negaría para consolarme, pero confirmó mis peores miedos. Yo era la culpable. Nadie más tenía la culpa de mis desgracias.

​—Por supuesto que no eres la culpable —susurró una voz en mi mente. No era la mía. Era distinta, pero resonó con claridad—. El mundo es el culpable con sus exigencias y estereotipos. Tu familia te hace daño, ¿no? Dicen "no culpes a nadie de tus errores", pero es injusto cuando la gente se mete en tu vida para empujarte al abismo.

​¿La voz de mi mente me había hablado directamente? Los sonidos de la calle empezaron a distorsionarse, ajustándose a una melodía que subía y bajaba, como las cuerdas de un instrumento desafinado.

​—Te quiero tanto que no sé qué haría si no hubieras nacido. Espero que todo esto pase ya.

​El hombre del sueño me había dicho algo similar. ¿Por qué? ¿Por qué querían que el tiempo pasara? La confusión me mareaba.

​De repente, el mundo se sacudió.

​El autobús frenó con una violencia brutal. El chirrido de los neumáticos fue ensordecedor. Sentí la inercia empujándome, gente gritando, objetos volando por el aire. Un paquete de papas cayó sobre mis zapatos, un detalle absurdo en medio del caos. Yo estaba intacta, pero el mundo exterior no.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.