Manipulación Melody (pre-realese)

Capítulo 6

Mis pensamientos se detuvieron en seco. Mi vista se nublaba, desapareciendo gradualmente; nuevamente me ocurrían cosas que nadie creería, por más locura que pareciese.

​—Toma, es la medicina que te compré. ¿Cómo te sientes ahora? —preguntó Sia, extendiéndome algo.

​—Estoy algo bien —respondí, ocultándole que mis ojos se estaban apagando como una bombilla vieja a punto de fundirse—. Pero... ¿esto es real?

​—¿De qué hablas?

​—Olvídalo.

​El violín de aquella vez, el que solía sanarme, se desafinó de golpe. No continuó con la melodía y, de repente, el sonido se desvaneció. Deseé con todas mis fuerzas que todo volviera, al menos hasta el punto donde sonaba aquella música.

«Yo... yo había querido que eso desapareciera, y ahora lo quiero de vuelta».

​Era una energía tan fuerte la que me atrapaba junto a esas notas; me hacían sentir bien cuando más lo necesitaba. Se sentía como el abrazo de un padre después de años de ausencia, o el abrazo de una madre que nunca he tenido realmente.

​—¿En qué piensas? —insistió Sia.

​—En nada. —Recordé algo fugazmente: la voz de Sia era muy similar a la de la chica de aquella vez.

​—Deja de ver ese árbol. Mejor volvamos a casa para que te sientas mejor, tal vez el aire te esté haciendo daño.

​—¡Auch! —Un dolor agudo me atravesó.

​—¿Qué te pasó? ¿Qué tienes?

​—Duele mucho... mis oídos. —Presioné mis manos contra mis orejas con fuerza; el dolor era insoportable—. No lo soporto.

​Caí en los brazos de Sia. Ella trataba de abanicarme, dándome aire y pidiendo ayuda, pero nadie prestaba atención; la gente pasaba de largo pensando que todo era solo una actuación callejera. Mi vista se fue por completo, sumiéndome en la oscuridad. Sin embargo, en mi oído izquierdo retumbaban sonidos estruendosos acompañados de pulsos violentos, mientras que en el derecho, extrañamente, podía oír la brisa suave y las palabras lejanas de Sia, que se fueron desvaneciendo con los segundos.

​Entre la bruma de mi inconsciencia, percibí una presencia nueva.

​Alguien se acercó hacia nosotras minutos después de que yo colapsara en ese pequeño banco, sostenida apenas por Sia.

​—¿Qué le ocurrió? ¡Llama a una ambulancia! —ordenó una voz masculina mientras revisaba mi pulso—. Ella está viva, solo fue un desmayo, pero sí, llama a emergencias.

​—¿Me ayudas a cargarla y llevarla al taxi más cercano? —suplicó Sia.

​—Sí, está bien. Trata de subirla suavemente.

​—Muchas gracias por ayudarme.

​Sentí el movimiento, el cambio de altura. Y entonces, un aroma me golpeó.

​—Cof, cof... ¿Por qué me duele tanto la cabeza? ¿Qué es ese aroma tan dulce?

​—Creo que ya se despertó —dijo el chico—. Después de todo no le pasó nada grave, así que la dejaré aquí. Seguro estará bien después de tomar algo y descansar.

​—No me bajes... —balbuceé, delirando, aferrándome a la tela de su ropa—. Dulce caballero, tu espalda es muy firme y cómoda. Me siento mejor aquí. Si me bajas, moriré... —Dije aquellas palabras sin saber qué estaba pasando en realidad, soltando una risita tonta—. Jiji...

​Me desmayé nuevamente sobre los hombros de aquel joven, envuelta en ese olor dulce que parecía que solo yo podía percibir.

​[...]

​—Oye, ya despierta. No seas perezosa, niña. Los paramédicos vinieron pero dijeron que todo estaba en orden. Llevas más de catorce horas durmiendo aquí.

​Abrí los ojos de golpe.

​—¿Catorce? Pero si apenas cerré los ojos... los sentí como si hubieran sido tan solo diez minutos. Por cierto, ¿qué era ese olor de hace un momento?

​—¿Olor?

​—Sí, había un olor demasiado rico hace un instante. Era una mezcla de dulces con rosas, un aroma que no podría explicar con palabras. Creo que ni los perfumes más caros se comparan.

​—Podría haber sido el perfume del chico de ayer.

​—¿Chico? ¿Ayer? ¿Qué fue lo que hice ayer con un chico?

​—Pues... un chico fue el único que nos ayudó. Bueno, nos quería ayudar, pero al final no pudo porque vinieron los paramédicos. Solo traía ese perfume. Tal vez iba a algún lugar importante porque mencionó que ya había perdido el transporte para su viaje y ya no pudo irse.

​—No era olor de un perfume, era otro olor... Pero eso no importa. Quisiera saber cuál es para comprar uno y ponerlo en mi cuarto, para que huela rico.

​—Creo que vendrá hoy. Le preguntas y le agradeces por haber soportado todo lo que estabas diciendo cuando te cargó.

​—¿Me cargó? No, no... ¿Qué fue lo que dije?

​—Le dijiste eso mismo que me acabas de decir. Es sorprendente todo lo que salió de tu boca, porque no fue lo único.

​Me cubrí la cara de vergüenza, tratando de procesar la información.

​—Por cierto, ¿y Lu?

​—¿Lu? ¿Quién es ella?

​—No hagas eso. Lu, nuestra amiga.

​—Tenemos otra amiga... no lo sabía.

​Unos minutos después de esa breve conversación, comencé a sentirme muy mal. Un dolor punzante me golpeó el estómago, como si alguien me hubiera dado una patada desde adentro. Mis entrañas parecían amarrarse por sí solas; dolía horrible. Nuevamente, esos síntomas de la primera vez volvieron: mi corazón comenzó a latir desbocado, mi cabeza palpitaba y mi cuerpo ardía en fiebre.

​La respuesta de Sia al decirme que no teníamos una amiga llamada Lu me hizo recordar la cruel verdad: esto no es la realidad. Nuevamente estaba en otro mundo, uno en el cual yo no controlaba ni mi mente ni mi cuerpo. Era un sueño, pero no cualquier sueño. Era ese sueño.

​Las preguntas dentro de mi cabeza comenzaron a soltarse poco a poco, sin ningún propósito aparente más que torturarme. ¿Por qué eres tan débil? ¿Hasta cuándo te dejarás manipular? ¿Quién me manipula? Quiero saber quién hace esto... Esto nunca acabará si no lo termino.

​—Sia, me duele la cabeza... —No hubo respuesta—. ¡Sia!

​—Dime, ¿por qué gritas tan fuerte?

​—Me duele la cabeza, mi corazón... mi temperatura se está elevando.




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