Capítulo 9-Paseo conmigo

Si sigo trotando así, mis pulmones colapsarán. Quiero saltar, volar, cualquier cosa menos correr, pero mis piernas no se detienen. Aun así, sigo. Mi mente viaja a lo que vi esta mañana en estas mismas canchas: Ker junto a la chica del autobús. No sé su nombre y, por un instante, desearía habérselo preguntado.

​El cielo se transforma sobre mí. Las nubes comienzan a oscurecerse, devorando el atardecer hasta que la luna reclama su lugar. El viento se vuelve cortante; una brisa helada se pasea entre mis brazos y enreda mi cabello como si tuviera vida propia. Odio cuando se forman nudos imposibles. Busco a tientas una liga para amarrarlo y, cuando por fin la encuentro, algo cae de mi bolsillo.

​Es un papel.

​"Cuando quieras una hermosa compañía estaré para ti. El sol te simboliza, Snow."

​Leo la nota varias veces, buscando descifrar la caligrafía, pero es inútil. No reconozco la letra. No es de nadie con quien hable habitualmente. Al final, me rindo y me quito la sudadera. Necesito sentir el frío real, dejar que la brisa helada recorra la piel descubierta de mis brazos. ¿Cómo alguien podría decir que el Sol me simboliza? Claramente no tengo brillo, no soy cálida. Quizás me estoy encasillando en una sola definición, y por eso el mensaje me resulta tan ajeno.

​Vuelvo a trotar, pero ahora de espaldas. Quiero correr. Y corro.

"Hazlo", me repito. Yo pongo las reglas, así que seguiré mi camino hasta que mis piernas fallen. Recuerdo lo que me decía de pequeña, esas palabras de autoafirmación que ahora suenan lejanas:

​"Puedo hacerlo, sé que puedo. Lo lograré y cuando mire atrás, veré a alguien diferente. Le sonreiré y le diré cuánto la amo por haber sobrevivido a un apocalipsis personal."

"Encontrarás a alguien que te ame tan profundamente que serás su única prioridad."

​Pero a veces, la duda me asaltaba. ¿Es justo que alguien solo tenga una prioridad y que esa seas tú? Si lo es, quiero ser amada así. Un amor profundo e infinito, como el único que he recibido en mi vida: el de mi madre.

​¿Soy suficiente?

​De tan solo pensarlo, imagino que no. Tal vez no merezca ese amor destinado, ese sentimiento puro que se siente cálido en las mañanas y seguro por las noches. Mis pensamientos se nublan y el aire se desvanece en mis pulmones. Por primera vez en el instituto, me siento libre.

​—Te vas a caer si cierras los ojos de esa manera. Es una advertencia —escucho una voz.

​Abro los ojos de golpe. No noté en qué momento los cerré.

—¿Qué haces aquí?

​—Lo mismo me pregunto. Me castigaron por no hacer algunas actividades —dice la figura frente a mí—. Aún no entiendo esta escuela; si fumas o tomas no te expulsan, pero si molestas a tus compañeros, te castigan. —Empieza a temblar visiblemente—. Hace frío. ¿Acaso eres de madera? ¿Te dejé sin palabras?

​—Eh, no es eso. Me sorprendiste.

​—Eso creí. —Me escanea con la mirada—. Creo que ya te había visto. ¿Te llamas Snow?... Dime que eres tú.

​—Sí, lo soy. ¿Cómo es que...? Bueno, no importa. Voy a seguir corriendo, interrumpiste mis pensamientos.

​—Lo siento. Vamos, yo también quiero correr. Así se me quitará el frío. Siente mis manos. —Se acerca invade mi espacio personal para que toque sus palmas. Aunque las mías están heladas, las suyas parecen bloques de hielo.

​—Y tú, ¿cómo te llamas?

​—Es verdad, qué maleducada. Me llamo Nany. —Sonríe.

​—¿Nany? ¿De qué país eres?

​—Soy de Francia. Mi madre es de Hawái y mi padre de España, así que soy una mezcla, por así decirlo.

​—¿Sabes español? —pregunto, buscando algo en común.

​—Sí y no. Solo pocas palabras.

​Comienzo a correr, dejando a Nany atrás, pero ella me alcanza con facilidad. Al parecer, su frío se desvaneció en cuanto comenzamos a platicar. Logro escuchar su corazón luchando por mantener mi ritmo. Me lanza una sonrisa leve. No sé qué trata de decirme; su mirada parece confusa. Volteo hacia el frente, observando la gran luna que domina el cielo.

​Tropiezo con una piedra y casi beso el suelo, pero logro recuperar el equilibrio. Escucho una risita detrás de mí. Quiero molestarme, pero decido ignorarlo. El problema es que la risa de Nany se corta en seco.

​Me detengo. Nany está tirada en el suelo. No sé si es cansancio o un accidente real. Quiero preguntar, pero mi instinto es evadir. Sigo mi camino. Probablemente solo sea una chica molesta del instituto tratando de llamar la atención. Quizás vino hasta aquí solo para molestarme. Al menos, pienso con amargura, ahora tengo compañía en lugar de soledad absoluta.

​Pero cuando volteo de nuevo, veo su cara de angustia. Pide ayuda con la mirada. Regreso sobre mis pasos y le tiendo la mano, pero ella me jala con fuerza, tirándome al suelo a su lado.

​—Pensé que no ibas a regresar. Supuse que solo me verías sufrir.

​—Lo iba a hacer —admito con frialdad—. Deja de tratar de parecer amable.

​—No quiero. Quiero seguir siendo yo —dice firmemente.

​—No sé cuál es tu motivo ni por qué esto te parece gracioso —digo molesta, levantándome antes de que ella me lo impida—. Ya no interrumpas mis pensamientos.

​—¿Cómo cuáles?

​—La vida.

​Me pongo de pie y corro lo más rápido que puedo. Escucho sus gritos llamándome, pero cada vez se oyen más lejanos. Vuelvo a sumergirme en mi mente.

​A los siete años, escribía notas en hojas de cuaderno sobre cada cosa que hacía. Cuando me desanimaba, escribía que tendría buena suerte en el futuro. Pero, ¿eso sucederá alguna vez? Preguntas y más preguntas. ¿Quién las responderá? Las buscaré cuando llegue el momento. Solo recuerdo algunas notas que leía cuando mis lágrimas empezaban a salir:

​"Mamá era una gran persona, ella regresará."

"Si te sientes sola, dibuja y sé feliz con lo poco que tienes. No seas mala con los demás, pequeña Snow."

​Ahí nacían mis dudas. ¿Por qué "Snow"? Mi nombre no tiene sentido y no conozco mi apellido. Es imposible de creer, pero hasta la fecha, mi identidad está incompleta. Mi cumpleaños es un aproximado: 4 de julio. Esa pregunta básica que arruinaría cualquier primera cita.