Se mueven con una gracia hipnótica. Miro hacia el cielo, donde el sol intenta deslumbrarme, pero aparto la vista para volver a los tulipanes frente a mí. Cada uno es una obra de arte. Si alguien se atreviera a arrancar uno, tal como lo hizo Ker aquella vez, juro que le cortaría la cabeza para que aprendiera a respetar la belleza.
Paso mis días en este instituto, no de la manera más tranquila, pero sí de la manera más... linda.
"Linda". Repito la palabra en mi cabeza y una oleada de calma recorre mis venas. Estar aquí, cerca de los tulipanes, me da paz. Es como revivir los momentos en los que mi madre jugaba con pintura y nos manchábamos la una a la otra. Nos mirábamos, sonreíamos y reíamos sin parar. Ella siempre me recordaba lo bonita que me veía con mis pequeñas coletas doradas, diciendo que mi cabello brillaba como el sol de primavera. Decía que en esa estación nacían los tulipanes que me simbolizaban.
Me quedaba viendo sus ojos café y le sonreía. Aún no logro soltar esos pequeños recuerdos; cada vez que la evoco, siento que estoy bien. Aunque por fuera luzca rota, por dentro, en estos instantes, estoy completa.
Recorro el jardín. Parece mágico; los tallos brillan artificialmente gracias a las luces que han instalado. Las huelo, pero no me acerco demasiado. No sé cómo siguen vivas; el invierno se acerca y pronto el frío congelará sus delicados tallos.
—¿Te gustan? —Observo a mi derecha para ver quién interrumpe mi paz.
—No te atrevas a tocarlas como la otra vez.
—Lo siento. Sé que las aprecias, pero no pude contenerme —dice Ker, rascándose la nuca.
—Siempre escucho lo mismo de ti. Es tu excusa para todo.
—No sé qué más decirte. —Hace una pausa incómoda—. Sobre Sonia... la chica que me gusta. Ya estamos saliendo.
—¿Piensas que me importa?
—Quería que lo supieras. Veo que eres más unida a Nany... Supuse que también podía ser tu amigo. Puedo escucharte, si lo necesitas.
—Tu "novia" me está fulminando con la mirada en este momento, ¿sabes?
Ker voltea, le sonríe a Sonia y se despide de mí con un simple gesto antes de correr hacia ella. Se va tan rápido que me causa gracia. Tomo varias piedras del suelo, las cuento y las limpio meticulosamente. Me dirijo a la cancha, hacia el "banquito del amor", como lo llaman aquí. Yo solo lo uso para cosas irrelevantes, como comer.
Me siento a esperar a Nany. Prometimos ver el video de Din una vez más. Miro a los lados disimuladamente; no quiero dar explicaciones a nadie.
Cerca del jardín, veo a un par de chicos peleando. Se empujan peligrosamente cerca de las flores. Me levanto, furiosa. Tiran a uno de ellos sobre los tulipanes. Eso es todo.
—Déjenla en paz —les digo al llegar.
Ellos se ríen.
—Miren, la princesita viene a jugar con sus flores rositas. ¿Te hace falta color?
—¿Es un insulto? —respondo, marcando una sonrisa traviesa—. Si quieren pelear, váyanse allá, lejos de mi jardín.
—¿Te crees alguien decente ahora?
—Sí.
El timbre para entrar a clases me salva de una paliza segura. Llego al aula y encuentro a mis compañeros de voleibol rodeando mi butaca.
—Hola.
—Adelante.
—¿Quieres unirte al equipo fijo? Nos falta uno y queremos que seas tú.
—No.
La profesora Kristel entra en ese momento. Me mira fijamente y me señala con el dedo.
—Si tiene algo que decir, dígalo en voz alta —la reto.
—¿Quieres que sea público? —responde ella—. Deja de acosar a tus compañeras en el baño de mujeres o te cambiaré al de hombres.
—¿Usted se cree dueña de mi privacidad? Si tan poco le importa su reputación, deje de difundir rumores estúpidos que sabe que sus alumnos inventaron. —Me río en su cara—. No le tenga miedo a Lys solo porque su padre es influyente. Él es débil.
—Deja de insultar a un asesor importante. Te quedarás a limpiar todos los salones con la señora de la limpieza para que aprendas a respetar.
—¿Acaso aprenderé respeto barriendo? Pensé que era inteligente, profesora, pero no llega ni a 40 de IQ.
—¡Fuera de mi clase ahora mismo!
Nos miramos fijamente, en un duelo silencioso de voluntades. La tensión es palpable hasta que una compañera grita:
—¡El balón!
Un balón de voleibol atraviesa la ventana, rompiendo el vidrio y aterrizando justo a mi lado. El destino tiene un sentido del humor extraño.
Salgo del aula ignorando los gritos de la profesora. Me detengo frente a la clase ED (Especialmente Directo), donde están los genios de literatura. Ahí está Ker, sentado en primera fila. Me mira, pero esta vez no sonríe. Retira la mirada rápidamente, molesto por algo.
No le doy importancia y regreso a mi refugio: el jardín de tulipanes.
El atardecer llega. Me salté todas las clases escondida en los baños traseros. Ahora que todos salen, aprovecho para buscar mis cosas. El instituto tiene tres turnos, así que puedo quedarme hasta tarde.
Esperé a Nany todo el día, pero no apareció. Tengo un mal presentimiento, aunque intento convencerme de que no me importa.
La luna se asoma y los tulipanes se encienden. Es un espectáculo de luces moradas y rosas. Saco una galleta para calmar mi hambre y observo. Se mueven con el viento, zigzagueando como víboras de luz. La neblina desciende sobre el campus, obligando a los pocos estudiantes que quedan a encender las linternas de sus móviles.
Pronto me quedo sola. El silencio es absoluto. La neblina cubre la luna y los tulipanes parecen brillar con luz propia, intensificando sus colores hasta el magenta neón. Los blancos iluminan a los demás.
Me acerco a uno, buscando el truco, pero no hay nada.
Siento una calidez en mi vientre. Es la esfera. Se siente como un abrazo.
Sonrío para mis flores.
—No sabía que la pequeña Iris sonreía. Pensé que habías dicho que nunca lo harías. Está bien que no apagues tu brillo. —La voz resuena en mi cabeza.