Han pasado diez días desde que acepté el trato. El arrepentimiento me muerde los talones, pero sé que no hay vuelta atrás. Las conversaciones con el padre de Ker sobre la casa me dejaron agotada, vacía.
Hoy se abren las clases de educación física, una tortura tanto para mí como para el resto. El sol brilla con una intensidad cruel, cegándome mientras camino hacia el instituto. Mi pequeña esfera no me ha hablado en diez días. Ker tampoco. El silencio me envuelve, devolviéndome a mi soledad habitual. Para colmo, Nany se fue de viaje a España con sus padres, dejándome sin mi único escudo contra el mundo.
Subo al transporte escolar. Las risas burlonas de mis compañeros han desaparecido. Ahora, curiosamente, varios prefieren sentarse a mi lado antes que quedarse de pie. No necesito su aprobación, pero su cercanía, aunque forzada, me da una extraña satisfacción.
—¡Oh! Snow. —Una chica me saluda con voz cantarina. Me sonríe y aparta la mirada rápidamente, como si temiera quemarse.
Al llegar al instituto, veo a Ker. Ignora a Sonia por completo y clava sus ojos en mí. Se acerca y, sin previo aviso, me envuelve en un abrazo. Me tenso y lo empujo suavemente, incómoda por el exceso de confianza.
—Me dijiste que querías que te abrazara cada vez que te viera —se justifica él.
—Yo nunca... —empiezo a decir, pero los recuerdos borrosos me asaltan.
—Necesito que me acompañes. La otra vez no pude decirte esto. —Me toma de la mano y me guía hacia las gradas de la cancha, lejos de los oídos curiosos—. Han pasado tantas cosas entre nosotros... Necesito que seas la única ante mis ojos a partir de ahora, Snow. Te aprecio más que a una amiga.
—Me adulas, Ker, pero esto es mucho...
Pone un dedo sobre mis labios, silenciándome. Mi corazón da un vuelco traicionero.
—Entre todos los mundos perdidos en este universo, te encontré a ti. Eres la persona que nació para ser el amor de mi vida, mi alma gemela. Los destellos de tus ojos, tu rostro, tu existencia entera me hacen sentir amado por diez universos. —Me mira con una intensidad que casi duele—. Sé que es mucho para procesar, y sé que soy muy joven para decir esto, pero ¿qué importa la edad cuando estás tan enamorado?
—Eres muy joven, es cierto —admito, con la voz temblorosa—, pero sería injusto detener tus sentimientos.
La profesora Kristel aparece en el horizonte, gritando órdenes. Ker me aprieta la mano una última vez, con los ojos brillantes.
—Podemos hablarlo más tarde, pero si necesitas darme una respuesta ahora... Pienso que lo nuestro podría resolverse con una salida al faro.
Me alejo hacia la profesora, quien me regaña todo el camino hasta el aula.
Despierto sobresaltada en mi butaca. La profesora Kristel está frente a mí, golpeando una libreta contra mi mesa.
—Señorita Snow, ¿qué tal le quedaron sus sueños después de los regaños? ¡Espero que bien!
Soporto su discurso interminable sobre disciplina y respeto hasta el cansancio. Pero cuando finalmente levanto la mirada, algo extraño sucede. Ella me mira a los ojos, vacila un segundo, se toca la cabeza confundida y simplemente me dice que puedo retirarme.
Ahí me doy cuenta. El trato con la esfera está completo.
Para verificarlo, miro a una chica aleatoria en el pasillo, la misma que me molestó meses atrás. Ella cruza su mirada con la mía, hace una mueca de dolor repentino y se separa de sus amigas, quejándose de un malestar, rumbo a la enfermería.
Una sonrisa genuina y oscura se dibuja en mi rostro. Esto... esto me va a gustar.
Me pongo el uniforme de educación física y voy a las canchas. Allí están los de la clase ED y los de un año mayor. Veo a Nany del brazo de Alexandre; ella le sonríe con adoración y él le corresponde. Ha vuelto.
Nany me ve y corre hacia mí, soltándose de su "casi algo".
—¡Nowy! Te extrañé mucho. —Me abraza con tanta fuerza que mis costillas crujen.
—Me vas a romper... —jadeo—. Yo también te extrañé. Estaba indignada porque no te había visto.
—Snow, ¿quieres formar equipo con nosotros para voleibol? —pregunta Ker, apareciendo a mi lado.
Nany lo mira, esperando mi reacción. El silencio se estira.
—Si no quieres, no te preocupes —añade Ker rápidamente—, pero me haría muy feliz jugar contigo.
—Suena mal, pero me da miedo jugar con los de tu clase —admito—. Me miran como si fuera un bicho raro desde que llegué.
—No te preocupes por esos caras de amargados de la clase ED —interviene Nany—. Lo único que tienen es inteligencia.
—La que te falta a ti —suelta uno de ellos al pasar.
—Sigo esperando una respuesta, Snow —insiste Ker.
Accedo.
El juego comienza. El balón vuela de mano en mano. Ker se convierte en mi escudo personal, defendiéndome de cualquier remate peligroso. Ganamos la partida. Nany hace un puchero porque Alexandre perdió, pero me abraza feliz por mi victoria.
—¿Estás bien? Voy a comprarte agua. Vengo enseguida. —Ker se retira trotando.
Nany se acerca con una expresión pícara.
—No me quieres contar lo que ha pasado, ¿verdad?
—Es mucho...
—Estos días han sido tan aburridos sin ti. Necesito chisme. Pero tú no confías en mí para contármelo. —Finge indignación.
—Te lo diré a su tiempo. Ahora cuéntame tú: ¿cuándo es que tú y Alexandre...?
—¡Ay, niña! Amores... —Nany suspira dramáticamente—. No sé por dónde empezar. Me ha dicho tantas cosas que mi corazón adolescente se las cree todas. No sé qué haré cuando esto acabe. —Patea unas piedras—. Sentémonos.
Vamos a las gradas.
—Te he querido decir que entre nosotros no podrá pasar nada "oficial". —Su voz baja de tono—. Su madre y la mía no quieren que tengamos algo fuera de lo común. Lo conocí a los 8 años. Ahora hemos crecido y, según ellas, lo único que podemos tener es una "bonita amistad".
—¿Ustedes dos no son nada aún? —Me sorprendo—. Tu madre no tiene por qué prohibirte vivir tu adolescencia. Aquí es cuando se disfruta el amor y la amistad.