"Los destellos de tus ojos son el reflejo de mi alma. Y a pesar de ser tan jóvenes para el amor, puedo sentir este sentimiento real recorrer mis venas. Ni la luna ni las estrellas llegan a brillar tanto como tú ante mis ojos." —Ker-T.
Esa confesión creó un caos en mi mente, pero la realidad a mi alrededor era aún más perturbadora. No creía que esta parte de Ker pudiera existir. Sus ojos, antes cálidos, ahora me intimidaban. Recordé la advertencia de la esfera: "No puedes confiar en él". O tal vez fue solo mi propia voz interna gritando después de años de silencio.
Me presioné el pecho, llena de angustia, buscando una explicación.
—Ker, tranquilízate y dime qué sucede. —Entre sus ojos y los míos hubo un chispazo eléctrico. Tomé su brazo, sintiendo su pulso desbocado—. Tu corazón va muy rápido.
—Es por tu culpa. Tú haces que mis nervios estallen de este modo. —Su mirada estaba cargada de un enojo que no lograba comprender.
Intenté abrir la puerta y le grité que me dejara salir. Él repitió que no tenía por qué hacerlo. No entendía nada hasta que miré hacia atrás.
Ahí estaba su madre, observándome como si fuera una mancha en su vestido de seda. Su padre estaba detrás de ella, con el rostro pálido.
—Amor, mi príncipe. ¿Qué haces con esta basura? —La voz de Klia era suave, pero venenosa—. ¿No te he dicho que estar cerca de gente sucia te hará daño? —Rechinó los dientes, forzando una sonrisa serena—. Le pregunté a tu padre dónde estabas y no quiso decirme. Eso me molestó bastante, así que ubiqué al conductor por el GPS.
El miedo se dibujó en el rostro de Ker al ver a su madre. Se quedó mudo, incapaz de dar una respuesta coherente.
Las nubes sobre nosotros se tiñeron de gris plomo, anunciando una tormenta inminente. El viento helado se coló por las rendijas, erizando mi piel.
Ker agachó la mirada y luego me observó de reojo. Sus ojos gritaban: "Corre, vete, quédate en el auto". Una contradicción muda.
Yo me quedé inmóvil, petrificada. Mis piernas temblaban tanto que tuve que aferrarme al asiento para no colapsar.
Finalmente, Ker habló, con la garganta seca.
—Madre, no es ella a quien ayuda mi padre. Es una compañera de mi clase de ED. Ama la lectura y la música, ya sabes... cosas de nuestra clase. —Tragó saliva—. Es la chica de la que te hablé.
—No mientas —lo interrumpió ella, tajante—. Sé quién es. Siempre sale corriendo de su casa tarde. Sé que ella es Iris.
Ker y yo nos miramos, atónitos.
—¿Iris? —exclamó el padre de Ker, dando un paso al frente.
—Sí, así se llama. Vi sus registros en uno de los papeles que llevaste a casa, querido. —Sus ojos se clavaron en los míos, fríos como el hielo—. Eres la hija de Anouk, ¿no es así? La misma mujer que le pidió a mi esposo que te cuidara. Tú eres Iris, no Snow.
El silencio estalló en mi mente. ¿Cómo lo sabía la esfera? ¿Cómo lo sabía ella?
—Si te preguntas cómo lo sé, amado mío... —continuó Klia, mirando a su esposo con desprecio—. Había papeles en tu oficina que decían claramente que existía una niña, hija de tu amigo, llamada Iris Leroux, proveniente de esa mujer llamada Anouk.
Mi mundo se derrumbó. Sentí que el piso desaparecía bajo mis pies y mis pulmones olvidaban cómo respirar.
Pensamientos de Klia (Flashback)
Hace años, conocí a una pareja: el amigo de mi esposo y su... ¿novia? No supe qué eran, pero vi algo que despertó mis alarmas.
Una tarde en la plaza, vi a esa mujer, Anouk. Estaba en brazos de otro hombre y su cercanía no era de amistad. Mis celos y mi paranoia se dispararon. La seguí día tras día, obsesionada.
Confronté a mi esposo, Delyrs. Él me dijo que imaginaba cosas, que estaba loca.
Pero yo sabía la verdad. Todos actúan raro cuando ocultan secretos.
La volví a ver dos años después. Llevaba a una niña de la mano. La niña reía y le tiraba piedras a un perro callejero. Pero lo que vi después me heló la sangre: Anouk, en un ataque de locura, comenzó a golpear al animal hasta matarlo. La niña miraba, manchada de sangre, impasible.
Anouk volvió a nuestra casa tiempo después. Ya no era la misma. Tenía ojeras profundas y ojos secos. Le suplicó ayuda a mi esposo.
La miré a los ojos y vi los mismos ojos de su hija: una mezcla de culpa e inocencia aterradora.
Sabía su secreto. Y ahora, al ver a Snow —a Iris—, sé que es el reflejo de su madre. Se está convirtiendo en ella. Esos ojos oscuros siempre ocultarán algo.
Pero callaré. Tengo miedo de que ocurra lo mismo que hace dieciséis años...
El día de mi boda. El hotel de siete estrellas. La carta dorada que encontré en el suelo con la nota "Un sudor sobre ti". La sensación de que me casaba con un desconocido.
Y Delyrs, mirándome con esa cara pervertida bajo las estrellas, diciéndome que sus ojos eran más hermosos que el universo.
Esa noche supe que mi felicidad era una farsa. Y esa mujer, Anouk, fue el principio del fin.
—¡Madre! —El grito de Ker me devuelve a la realidad—. Si vuelves a decir algo malo de Snow, es mejor que guardes silencio.
—Iris —corrigió ella con énfasis—. Deberías llamarla así. Y otra cosa, pequeño: lo que haces no funcionará conmigo. Nunca.
Klia dio media vuelta, agarró a su esposo del brazo y se lo llevó. Delyrs la siguió como si estuviera hipnotizado, mirando de un lado a otro con terror.
Tuve miedo. Mucho miedo. Me aferré al brazo de Ker como si fuera mi única ancla.
Al día siguiente, desperté en un lugar extraño, sintiéndome débil.
—Snow, ¿puedes bajar del auto? —preguntó Ker con tono dulce—. Ya llegamos a nuestro destino.
Miro por la ventana.
¿Un orfanato?
¿Un lugar para huérfanos?
—Aquí también hay ancianos —aclaró Ker, como si leyera mi mente—. Y niños y mascotas. No sé si te gustan, pero espero que sí.
Me quedé en silencio, inmóvil.