Manipulación:snow

Capítulo 12- Cita

Ker entrelaza sus dedos con los míos para que no me suelte. Él camina con naturalidad, ignorando el gesto, pero yo siento una vergüenza ardiente. Sostener su mano de esta manera me hace sentir como una niña pequeña, aferrada a su padre para no perderse en la multitud o buscando un juguete nuevo. Noto a la gente a nuestro alrededor: padres con hijos, parejas... todos conectados.

​Cruzamos la avenida principal y el aroma a baguette recién horneado me golpea. Es un olor dulce, cálido, que contrasta con el aire helado de la noche. Me encanta decir que algo "se cocina" cuando huele así de exquisito, aunque el término correcto sea hornear.

​A pesar del frío, la mano de Ker es cálida y seca. La mía, en cambio, parece un bloque de hielo. Él voltea y me sonríe, como si quisiera decir algo pero no encontrara las palabras. Se rasca la nuca con la mano libre y mira hacia los lados, buscando. Caminamos más lento. El clima empeora; se avecina una tormenta seguida de esa lluvia húmeda que cala hasta los huesos.

​—Pensé que estaba por aquí... —susurra, apenas audible.

​—¿Qué cosa?

​—Cerca de esta panadería había un lugar de pizzas o desayunos.

​—Deben haber cerrado. Por la posición de la luna, calculo que son las ocho y cuarto. —Miro hacia arriba; la luna llena resplandece, indiferente a nosotros.

​—Sí, son casi las ocho y quince. Solo fallaste por cuatro minutos. —Me mira y su sonrisa se suaviza—. Tu mano se siente bien.

​Señala nuestras manos unidas. Me siento expuesta, pero le sostengo la mirada. Inconvenientemente, sus pensamientos no me importan ahora; mi mente es un torbellino. No sé qué responder, me quedo sin palabras para mantener una conversación normal. Él sigue buscando un lugar con la mirada, así que le pellizco suavemente la palma para llamar su atención.

​—¿No sería mejor un café y un baguette? —sugiero en un susurro, consciente de que el dinero no es mío, sino de su padre—. No puedo invitarte ahora, pero te aseguro que lo haré en cuanto pueda.

​—No te preocupes por eso. Quería comida grasosa para una "noche divertida", pero si prefieres esto, por mí está bien. —Aprieta mi mano con más fuerza, sellando el espacio entre nosotros.

​Entramos a la panadería. Hay filas de panes apilados como libros en estanterías. Ker pide una bolsa de papel. Aquí la gente ama el café con limón, dicen que atrae dinero, pero a mí me parece una farsa. Una burla más, como esa superstición de que estar fuera a estas horas "te congelará el corazón y jamás podrás amar".

​Ker suelta mi mano para escoger.

—¿Te gusta este o este? —Señala dos panes idénticos.

​—Cualquiera está bien.

​—Escoge.

​—El de la derecha.

​Cuando termina, me pide que saque el dinero de su mochila. Meto la mano y algo cae al suelo junto con los billetes. Le doy el dinero primero y me agacho a recoger el papel.

​Dice: "Sé que has tomado esto, Snow. Si no te alejas de lo que te hace daño, haré que tú seas quien dañe a los demás."

​Lo leo dos veces, tratando de entender, pero Ker me lo arrebata.

—¿Qué dice? —Lo lee en voz alta—. "Snow, sé que lo has tomado, suerte en tus exámenes. Para ti igual, Ker." ¿Quién lo habrá puesto ahí?

​—¿Eso es lo que dice? Yo leí otra cosa...

​—Sí, mira. —Me muestra el papel y, efectivamente, el texto ha cambiado ante mis ojos.

​Me quedo helada, pero disimulo. Ker paga y salimos hacia el local de café. El olor a grano tostado inunda mis sentidos.

—Huele delicioso, pero prefiero el moca. ¿Y tú? —pregunta él.

​—Solo café negro.

​Pedimos y salimos.

—Vamos a donde quiero que estemos juntos —dice él.

¿Juntos? La palabra resuena en mi mente. Veo a mi alrededor: parejas besándose, riendo, siendo amadas. Me causa un poco de asco, pero también una envidia dolorosa. Disfrutar momentos así debe ser inolvidable... o devastador si esa persona ya no está.

​—No mires a la gente con esa cara tan triste. Pensarán que te he hecho algo.

​—¿Importa? —respondo, cansada.

​Caminamos hacia el faro con cuidado de no derramar las bebidas. Al llegar, Ker se sienta en el césped, acomoda las cosas y se levanta de nuevo.

—Disculpa, pensé que estaba solo porque no haces ruido. —Se ríe sarcásticamente.

​—¿Te parezco graciosa?

​—No de mala forma.

​Me siento, le doy un trozo de baguette y él lo recibe sonriendo. Noto por primera vez que se le forman hoyuelos al final de los labios. Son encantadores.

Miro las estrellas. Mis recuerdos se sienten borrosos, difíciles de recuperar. Ker mira el cielo en silencio, comiendo con prisa, mientras yo lo hago despacio.

​—Estuve investigando... Tu color de pelo es una mezcla entre starlet brunette y rubio oscuro, si no me equivoco.

​Lo miro, parpadeando. El silencio se había vuelto incómodo.

—Creo que es castaño. No me lo había preguntado. El tuyo es rubio. —Me sonríe—. Pero tus ojos son negros...

​Lo dice casi en un susurro. Me ofende. Mis ojos son negros, mi cabello es rubio.

—Mi madre tenía el cabello rubio medio y ojos café.

​—Puede ser genética. Mi padre me heredó todo esto. Mi madre es japonesa, bajita, de tez blanca y cabello negro. Mi padre ganó la batalla genética.

​—Sí, te pareces a él.

​El silencio vuelve.

—¿Es así como se mantiene una cita? —pregunta él de repente.

​—¿Cita? —Me río—. Por lo general, se habla de metas en la vida. Nosotros hablamos de genética.

​—No, estamos teniendo una cita.

​—Suena como si fuéramos pareja. Es gracioso.

​—¿Por qué no sonríes? Así sentiré que es real.

​—Ve por más baguette, ¿quieres? —gruño.

​—De acuerdo, no te enojes. —Se levanta, da dos pasos y regresa—. Creo que me faltó algo.

​Se acerca. Sostiene mi cabeza con delicadeza, entrelazando sus dedos fríos en mi cabello. Siento sus yemas en mi cuero cabelludo. Me da un beso en la frente, suave, etéreo. Y luego se va.



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En el texto hay: amor celos, reecarnacion, poder prohibido

Editado: 15.12.2025

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