Hemos llegado a la tienda, empezó a llover a unas manzanas de llegar. De todos modos, la tienda sigue siendo visible por su enorme letrero con el nombre escrito informalmente, como si un niño lo hubiera escrito, ha de ser intencional para dejar en claro que son supuestamente simples. Su simpleza no dura mucho si miras al interior de la tienda, escaparates cubiertos de telas carísimas y por lo menos tres maniquís en cada uno de estos usando la ropa más popular del momento, solo la entrada del lugar deja en claro la importancia que le da el dueño al dinero, estantes infinitos llenos de ropa y zapatos, también han incluido máquinas expendedoras por el cansancio de recorrer tantos pasillos sin tener agua o comida a la mano.
Solo en la entrada principal tiene una estructura en forma de “V” de dos niveles lleno de maniquíes realistas, la mayoría son nuevos y los otros son tan viejos como el VHS con suerte de no estar tan desgastados. Esas cosas aterran a cualquiera con mucha razón, puedes sentir esas cosas mirándote fijamente, algunos han visto sus cabezas plásticas moverse lentamente, suficiente para ser notorio, pero no para alarmar.
El contacto de Nina ya nos espera usando un impermeable cubriendo su rostro, creo que se llama Wong, o así le dicen, como es asiático le apodan pensando que encaja en cualquier país asiático, de hecho, es descendencia india y no coreana, china o japonesa, yo lo veo como un acto racista, es como si dijeran que un colombiano y yo fuéramos iguales solo por ser latinos, claro, los demás no se lo toman de esa manera por no haber sido víctimas del racismo.
Nina está hablando con él, entre ellos se conocen muy bien, ha de andar ocultando una relación amorosa, pasan mucho tiempo juntos que Nina se conseguiría un trabajo en esa tienda si no existiera ese maltrato laboral por parte de las ligas altas, no solo del jefe, sus asistentes son los mismos idiotas narcisistas que tratan mal a los empleados nuevos o con trabajos más simplistas, al final del día siguen siendo trabajadores del mismo sujeto.
Si no era muy obvio, a nosotros no nos toca entrar por la parte de enfrente, es demasiado evidente, nos delataríamos sin hacer un mínimo esfuerzo, tenemos que entrar por la bodega. Rodear el lugar nos lleva un tiempo, este lugar es gigantesco, el museo del pueblo no es nada a comparación de esta tienda, es una prueba de lo rico que ha llegado a ser ese señor al punto de comprar los terrenos cercanos, y pensar que hace diez años era una tienda común y corriente, de esas en toda ciudad o lugares regidos por la industria textil, este pueblo no es por lejos representante de esta industria, o la del arte, o todas en general, es un pueblo sencillo cerca de unas montañas. Podría asegurar que somos reconocidos por esta tienda del demonio, eso último podría ser verdad, si no los ven los empleados pueden hacer de todo, excepto robar o espantar clientes, eso los despide automáticamente, le hace perder más dinero al dueño y no se pueden permitir eso, le quitarían una centésima parte de su gran fortuna, una vez despidieron a un empleado al azar por un robo hace dos años, nadie sabía quién era el responsable, así que el señor despidió a quien estuviera enfrente de él al cerrar los ojos y señalar a alguien.
La bodega impregna una esencia a desesperación, o tal vez sea el olor a humedad, esta parte no se repara al no ser visible para los clientes, esos sobornos a salubridad han funcionado bien. El gobierno no se percata de este desastre a punto de estallar, los que vienen a inspeccionar se llevan su cheque y se van listos para llenar esos documentos con mentiras, les importa más un abrigo lujoso o un carro nuevo que la seguridad de los trabajadores, su función principal en el trabajo.
— No podré dejarles la llave de la bodega, en la mañana hace una inspección general y no puedo arriesgarme a perder las llaves, me cobraría el repuesto antes de despedirme —nos avisa Wong mostrando otra de las tantas razones para clausurar el lugar, me resulta curioso cómo entran a trabajar a ese lugar de maltratos cuando la paga no es tan buena, en la tienda de abarrotes en mi calle pagan mejor, el doble de lo que les pagan ahí por mero compromiso.
— ¿Cómo vamos a salir? Los ductos no son una opción, terminaríamos perdidos o ahogados en desechos humanos —le replica Max preocupado por los detalles, lo quiero y todo, digo, es el chico que siendo un amante de lo paranormal tiene el lujo de ser popular, todos copian su cabello negro con las puntas azules, su estilo tan novedoso sin estar pendiente de las revistas de moda, es un chico casi perfecto, su defecto más grande es su tendencia a exagerar de más, cree que todo es a vida o muerte.
— Llámenme cuando terminen, iré hacia ustedes lo más rápido posible, encendí las luces en su brillo mínimo, así no se dará cuenta de la energía tan baja del lugar. Y si sucede algo los ductos son una opción viable, el jefe desactiva la ventilación por las noches.
— No me digas, tiene un registro de la electricidad gastada todos los días y si disminuye notablemente va a despedir a alguien.
— ¿Cómo lo supiste? —este lugar es peor de lo que pensaba, si mis padres fueran los de salubridad esta tienda estaría cerrada, registrar la electricidad manualmente ya es insano.
— Ya pasan de las nueve, si vamos a hacer esta investigación hagámoslo antes de atrasarnos más —Kevin nos regaña con toda intención, planeó un horario de búsqueda y rastreo, Max evitó que llegara a hacer mapas personales a todos, conocemos bien esta tienda, ha sido parte de nuestra infancia.
— Es una investigación extraoficial, no somos el FBI, solo vamos a indagar en sus sucios secretos y revelar el más fuerte, es tan sencillo —le contesto para hacer que se relaje, en este lugar tan deprimente nos va a llevar a los extremos exigirnos sin parar, necesitamos tranquilidad.