Nina y yo intentamos abrir la puerta, más yo por ser un tremendo cobarde y abandonarlos a su suerte, no se han escuchado gritos o golpes, siguen en un silencio perpetuo, era muy tarde para todos, el teléfono de Nina no estaba por ninguna parte y la puerta ya estaba cerrada. Patear la puerta no sirve de nada, debe estar reforzada detrás del papel tapiz que decora el resto de la tienda usado para esconder la puerta en plena vista.
— Vayamos al frente en los escaparates, podemos pedir ayuda —Nina me sugiere usar la vía fácil, delatarnos para delatar a alguien más.
Nuestra travesura a su perspectiva solo quedará como eso, cuatro chicos metidos en lugares privados en horario nocturno, el loco irá a prisión o a un asilo mental cercano, ya tenemos los documentos ocultos y diremos que buscábamos ver un evento paranormal de primera mano sin saber que un asesino estaba acechando el lugar, fácil de digerir.
Están cerrados, con dos enormes candados imposibles de forzar, antes se rompería un hueso mío que el candado. Ahora si es momento de entrar en crisis leve, no al punto de gritar por eso del asesino vigilándonos o matando a los otros, sino a asumir mi posible muerte y tratar de retrasarla todo el tiempo posible, considerándolo bien, es mejor ser el primero al no cargar con tanto…
— Max, tienes que ver esto, esto te dará una buena primicia, pero no de las buenas, las historias de maniquís moviendo la cabeza se han graduado y conseguido algo mucho peor.
Volteo a donde está la exhibición de maniquís y faltan cuatro, dos de la hilera superior y otros dos de las esquinas inferiores, suena insólito, cuatro figuras de plástico se fueron y ya no están cerca, ya no se trata de objetos que se mueven o caen, es como si esos maniquís tuvieran vida propia y buscan matarnos, pero ¿para qué? solo estaría el espíritu de Richard Baker por aquí, puede que la casi-muerte de esa mujer lo haya despertado al igual que esas películas en mansiones embrujadas o en pirámides malditas dedicadas a un faraón loco enterrado en lo más profundo del lugar.
Volteo a la puerta abierta de la bodega… ¡La puerta está abierta! Alex recorre los pasillos con la mirada vacía, no hay nada cuando siempre hay algo en su mirada, cualquier sentimiento que pase por su cabeza, algo debe de haber pasado para causarle un ataque de shock. Le hago señas a Nina para quedarse lo más cerca posible sin acercarse tanto, puede volverse agresivo o suicidarse con el objeto más cercano si una persona cercana no está o no se le habla con sumo cuidado, una vez un chico de un grado más abajo entró en estado de shock por una broma asquerosa y desagradable por unos idiotas ya expulsados que se fueron del pueblo y el mayor de edad en prisión, estaba igual que Alex, pálido con esa mirada vacía que me hiela la sangre, le dijeron si estaba bien y ese chico cortó se encajó sus tijeras en el corazón, ese cierre de seguridad fue espantoso, pensaron que podía asesinar a alguien y terminó haciendo todo lo contrario, acabando con su propia vida, recuerdo ver el charco de sangre en frente de mi salón, lo juzgamos de loco hasta saber el trasfondo, ahí aprendí a no dar una opinión sin antes informarme.
— Alex, la puerta ya se abrió, eso ya es un avance —le doy una noticia obvia, no soy un experto en eso, saber y ejecutar son muy diferentes en este caso, un error y no hay vuelta atrás—. Perdón por dejarte a tu suerte, yo… no pude superar este miedo, solo pensé en mí, pero no lo uso como una excusa.
— Lo maté.
— No, tú no eres el asesino —¡mierda! Eso era lo primero que no debía hacer, negar lo que sea que hizo—. Digo, sé que no fue a propósito.
— Estaba enojado y tenía una navaja —estaba hablando de Kevin, suele irritar mucho a todos, pero de entre todos a Alex lo hace enojar su mera presencia y sus comentarios ofensivos que nadie le pidió y solo le dan más razones a la gente cuerda de apartarlo a toda costa, debo averiguar el motivo para hacerlo, el estrés y malos comentarios, el racismo, la comparación injusta de cualidades que Kevin considera superior, sus personalidades contrarias a la del otro, cero tolerancia de ideas, no ponerse de acuerdo…son muchas razones pensándolo bien, ¿cómo lo consideré para nuestro plan si pocos lo aguantas y la mitad son su familia—. Vamos a la máquina expendedora, no hemos comido en una hora.
Alex ignora mi idea y me toma de la mano para guiarme a un lugar desconocido de la bodega, un pensamiento me alerta para salir corriendo por si enloquece y otro en quedarme para ayudarlo si colapsa del miedo y ansiedad. Me guardo mis pensamientos, Nina está detrás de nosotros cuidándonos, seguimos con la idea de mantenernos unidos todo el tiempo. No nos guía a la puerta de salida o la de la perturbadora mini fábrica de maniquíes con un muerto asegurado, en cambio nos guía a los baños con las luces encendidas, parando en una pila de maniquíes viejos tirados por ahí. Si quería enseñarme el cuerpo de Kevin no estamos en el lugar correcto, ni acercándome al punto de rozar el ojo con cada objeto puedo encontrar alguna mancha de sangre, todo está impecable, las herramientas, los maniquís y los estantes siguen igual de desgastados y limpiados apresuradamente.
— Pero él estaba aquí…
— Puede que haya sobrevivido, tal vez esté por ahí agonizando, debería ir a buscarlo —sugiero ir yo solo, lo encontraría más rápido al haber más luz y aguantarlo, se debe quedar con Nina, ya se ha calmado más, sigue asustado como nosotros por no saber lo que pasa, por la confusión.
Hablando de Kevin, ha de seguir vivo y Alex lo hirió de gravedad sin querer matarlo obviamente, o directamente tuvo un ataque de nervios y cree que lo hizo, pero no. Odio haber dejado mi teléfono en la casa de Alex ya hubiera alertado a Wong antes de meternos en este lio. Si no aparece el teléfono o Kevin tendré que tomar otras opciones no tan agradables comparadas con rogar por nuestras vidas en el escaparate, ya ha sido demasiado por hoy