Una gran formación de nubes asechaba en el cielo amenazando con lluvia. Elliot estaba escupiendo la sangre que se le acumulaba en la boca, acostado recargando la espalda contra la pared de ladrillo del callejón de un bar. Acababa de recibir la paliza de su vida, quien lo diría, los gánsteres cumplían sus amenazas cuando no les pagabas los seis mil que habías pedido prestados. Afortunadamente para el confundieron las sirenas de un grupo de ambulancias con el de patrullas policiacas y salieron corriendo antes de que le provocaran algún daño irreversible.
El agua fría se sentía bien, probablemente ayudarían a apaciguar el dolor que sentía en ese momento. Su mano izquierda tenía un dedo chueco, probablemente tendría que acomodárselo más tarde.
Tenía que salir de ahí, no vaya a ser que esos bastardos volviesen a terminar el trabajo. Intentó ponerse de pie apoyándose contra la pared con ambas manos, pero aún estaba muy adolorido por la golpiza. Se detuvo un segundo a pensar en cuál sería su siguiente jugada, claramente no podía volver a su apartamento, ahí es donde le buscarían primero una vez que se enteraran que seguía con vida.
En la lluvia su teléfono comenzó a sonar este había salido disparado cuando lo abordaron a golpes con el bate. Se arrastro entre los charcos y tomo el teléfono con su mano derecha para revisar que era todo ese escándalo. Era una llamada de un número que no conocía, pero no era una lada local. Su primer instinto fue rechazar la llamada, probablemente debió haberlo hecho, pero su dedo se deslizo hacia la derecha de forma inconsciente y la voz al otro lado comenzó a escucharse en el parlante. Era una mujer.
—Hola, lamento la hora. ¿Hablo con Elliot Colt? —Quedó extrañado por dicha llamada, estaba seguro de que los bastardos no le hablarían con tanta amabilidad, no con la cantidad de dinero que les debía. La voz al otro lado repitió. —¿Hola? —Si no respondía probablemente cortarían la llamada.
—El habla. —Respondió de forma poco clara, pues estaba intentando aclararse la garganta. Termino por escupir la última gota de sangre que se había acumulado en su boca.
—Hola Elliot, me comunicó del St. Marys Med, te tenemos registrado como uno de los contactos de emergencia de Jameson Colt. —Era el nombre de su padre. —Me temo que James se ha encontrado en un accidente y se encuentra de gravedad, fue admitido en el hospital hace una hora, hemos estado intentando contactar a una Margaret Colt. —El nombre de mi madre, hacía tiempo que tampoco lo escuchaba.
Quién lo diría una oportunidad se había presentado frente a él Termino por levantarse apoyando su mano libre contra el suelo. —¿Dónde se encuentra el St. Marys Med?
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Se monto en el pedazo de chatarra que llamaba camioneta y emprendió su viaje rumbo a Glassdrop. Glassdrop es esta pequeña ciudad en la línea costera del estado de Texas, solamente es conocida por estar cerca de otras 2 pequeñas ciudades que actúan como una santa trinidad económica; San Fátima y San Diandro.
En el camino el recuerdo de sus últimos días en Glassdrop le invadió. Siendo honestos era un recuerdo que lo asechaba la mayoría de sus noches, si bien, esa noche afuera del bar era la más cercana que había estado de morir hasta la fecha, nunca había sentido tanto miedo a la muerte como la vez que vio aquella piel azulada, esos ojos inyectados en sangre, la carne hinchada luego de haber sido expuesta por tiempos prolongados al agua. Se supone que no lo debió haber visto cuando fueron a la comisaria a identificar el cuerpo, pero cuando su padre entro la puerta de la morgue quedo abierta y pudo ver de reojo el cuerpo de su gemelo.
Todos estos años se ha culpado, pensando que si le hubiera dicho que no fuera solo o si lo hubiera detenido y le hubiese dicho que otro día saldrían a comer, tal vez, solo tal vez podría estar aquí.
Cuando vio su rostro, el miedo y pesar que sintió no se debía por su perdida al menos no al principio, sino que al ver su rostro supo cómo luciría al morir.
Uno de los terapeutas que trato a Elliot luego del incidente dijo que perder a tu gemelo no es algo que puedas superar con facilidad. Lo que debió decir fue “perder a tu gemelo no es algo que puedas superar”.
James no fue el único cadáver que encontraron aquel otoño. Le llamaron los asesinatos del rio. Semana con semana por cinco semanas consecutivas un cadáver terminaría donde desemboca el rio, todos con las mismas características que su hermano, ojos inyectados en sangre, piel hinchada y de color azul pálido.
La teoría sugería que los cuerpos eran desechados en algún punto del rio y estos eran arrastrados hasta la laguna. En secreto la policía monto diferente puntos de revisión y patrullo el rio a diferentes alturas. Nunca pudieron encontrar la fuente de los cuerpos, por lo que la identidad del asesino nunca fue develada.
Las personas desaparecían por días, incluso semanas antes de ser encontradas. De acuerdo con la información de las autopsias la fecha de muerte difería de días hasta horas antes de sus cuerpos aparecer en el agua. Su hermano fue uno de los que su muerte fue ubicada el mismo día de su desaparición.
Elliot observo la carretera, sabía que aún le quedaba un gran trayecto por delante, solamente esperaba que la pesadilla de su adolescencia no lo fuese a atormentar toda la noche.
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Despertó en el estacionamiento de una gasolinera para camioneros en las afueras de San Diandro a una hora de Glassdrop luego de haber conducido toda la noche. Al abrir los ojos lo primero que vio fue su misma pesadilla, aquellos ojos inyectados en sangre. Se froto los parpados con las manos intentando librarse de aquella imagen. Suspiro repitiéndose a sí mismo que no era real. Luego de apaciguarse estiró sus brazos, el hedor de su cuerpo le arrebato la poca tranquilidad que había obtenido. Miró por la ventana con los ojos entrecerrados, protegiéndose de los rayos del sol y pudo ver que la gasolinera ofrecía servicio de duchas.