Mantra

Fantasmas del pasado

Sin desayunar y con un puñado de dólares en su billetera para gasolina Ann emprendió el viaje a Saint Fátima. La ciudad vecina en la que se encontraba el hospital psiquiátrico. Si bien, Glassdrop era un pantano Saint Fátima era todo lo contrario. Artículos llegaron a nombrarla como “La ciudad del otoño perpetuo”. Era un buen título y un gran elogio. Ciertamente Ann disfrutaba sus viajes a Saint Fátima, claro está que ninguno de ellos involucro a su madre.

El recuerdo de ella nunca le abandono. Dejo de molestarle, pero nunca la abandono. Claro que no fue sencillo, requirió miles de dólares en terapia e incontables noches de llanto.

Durante su infancia mucha gente solía mencionarle que lucía justamente como su madre a esa edad. Al principio parecían elogios, ya que en efecto Jannette era una mujer muy hermosa. Ahora que había pasado más de una década, tenía la duda de si eso seguía siendo verdad, que continuaba ese enorme parentesco entre ellas.

Hubo un periodo de tiempo en el que Ann investigo en el internet como se veían las personas en el estado de su madre luego de unos años. Bien pudo haber visto imágenes de cadáveres. Fue la última vez que se atrevió a usar la computadora con esos fines.

Sabía por lo que dijo la recepcionista que su madre no mostraba mejoría alguna. Parte de ella quería creer que esa era la verdad absoluta, sin embargo, como una comezón en su cabeza, como un zumbido de mosquito en su oreja, se había instalado la duda “¿y si no es el caso?

Sintió la ansiedad correr por sus brazos, activando las vellosidades de estos. Su tic se disparó, aquel en el que estira el cuello y lo inclina ligeramente a la derecha hasta que se escucha un pop. En ese momento la carretera estaba vacía afortunadamente. Sabia como llegar, durante su adolescencia googleo las fotografías del sitio, y se aprendió la dirección.

Para ser un hospital, lucia bastante bien, y esperaba que el tratamiento que recibía su madre fuera el adecuado, ya que ella se consideraba incapaz de poder brindarle afecto a esa mujer después de lo sucedido.

Por un segundo había olvidado que llevaba el estéreo del auto encendido con canciones de country resonando de los altavoces. La música country era el único distintivo texano que Ann adoptó.

De repente la música era interrumpida por narraciones cómicas de un tal Donny Don’s y su famoso Donny Don’s Show. En el que daba consejos de vida a todos los radioescuchas lo suficientemente valientes como para llamar.

—Mi padre aplicaba el mismo castigo cuando en Halloween me robaba los dulces de mis hermanos. —Respondió. Ann no pudo seguir el hilo de dicha conversación, pero sabía que había sido algo gracioso así que esbozo una sonrisa que le permitió liberar un poco de tensión.

Todo parecía ir mejorando, pensó segundo antes de que su teléfono comenzase a vibrar anunciando una llamada. Volteó al teléfono sin mover las manos del volante, notó que era una llamada de Elliot.

Sabía que si lo ignoraba sería inútil, el hombre era terco, es más fácil ganarle una pelea a una pared. Con su mano izquierda presiono el botón de contestar llamada en el volante.

—Elliot. —Respondió de forma seca, esperando causar una mala impresión para ahuyentar sus intentos de lo que sea que fuese esto.

—Hola Ann. —Se escuchó a través de los parlantes. —Estaba preguntándome…

—Elliot, me encuentro ocupada, estoy camino a San Fátima. No tengo tiempo para que finjamos que seguimos perdidamente enamorados por el otro. —Se encontró sonriendo al final de esa oración. No recordaba lo divertido que era molestar a Elliot.

Elliot río, pero trató de asosegarse rápidamente. —No es eso. Con lo que discutimos en la madrugada mi menté se quedó dándole vueltas y vueltas a este tema de mi hermano… ¿Recuerdas quien fue el que encontró el cuerpo? —Preguntó adoptando seriedad en su voz.

Ann estaba estupefacta, sabía que recordaba, pero en ese momento, no era capaz de mencionarlo. —No se me viene nada a la mente en este instante. Sé que fue alguien cercano a nosotros.

—Sí! —Respondió agitado. —Recuerdo lo mismo, pero no estoy seguro de si fue Steve o Toby.

Aquello le había traído claridad. Pudo recordar haber pasado la noche en el cuarto de Elliot, fue de aquellas largas noches en las que simplemente se quedaban dormidos con las espaldas apostadas contra el costado de la cama, con las piernas estiradas sobre la alfombra, y sus cuerpos ligeramente empalmados por los hombros esperando la llamada.

Elliot puso el teléfono en altavoz al contestar y Ann recordó que la voz al otro lado de la línea era la de Kincaid. Eso sería una mala noticia para él. Se odiaban. Siempre se odiaron.

—Toby. Fue Toby quien llamo esa noche. —Ann quedó inquieta y procedió a preguntar. —A qué se debe la pregunta.

—Estoy tratando de aclarar mi mente sobre los eventos de la muerte de mi hermano. Estuve toda la mañana leyendo sucesos del periódico tratando de averiguar si realmente pudiese tratarse del mismo bastardo.

—¿Alguna novedad? —Preguntó Ann. Dio un vistazo al frente de la carretera, no iba a cometer el error de la noche anterior.

—No, pero Steve y el oficial fanfarrón tenían una pista en su escritorio. Al parecer hay una persona husmeando en los alrededores. Varias personas le han reportado como sospechosa, pude tomar una foto de mala calidad, te la envió por mensaje. —Hubo un ping a los segundos junto con una imagen, Ann no quiso revisarla en ese momento.



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En el texto hay: crimen, monstruos, horror

Editado: 13.10.2025

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