Mantra

¿Qué más quieres?

Con un set de ropa nueva, y el cabello aun húmedo, Ann salió del baño y pudo ver a Elliot, dormido en el sillón, el pobre apenas se estaba recuperando de sus moretones. Paso de él y se dirigió a su cuarto. Retiro las cobijas y se envolvió con fuerza. El peso de estas le proveía cierta seguridad, a parte le reconfortaba que El’ estaba a un grito de distancia.

Ann sentía que el silencio de la noche, y pensar en la nada lentamente la estaban llevando al dominio de los sueños. El sonido hipnótico del ambiente era una sinfonía que rebotaba en su cerebro.

El agua golpeando la ventana hacia este clic repetitivo.

Clic. Clic. Clic.

Clic. Clic. Clic.

Clic. Clic. Clic.

Era el estúpido reloj otra vez, aquella maldita sala llena de humedad y podredumbre. La pequeña Ann se asomaba de entre la pared de la cocina, el pasillo entre la sala y esta estaba vacío, con restos de comida y basura regada por todos lados.

Sintió que algo andaba mal podía sentirlo en el ambiente, una especie de pesar se apodero de su cuerpo bloqueando en posición sus piernas. A través del umbral de la sala pudo notar como su madre salía a escena arrastrándose como si fuese una araña, su pierna se ponía enfrente de su cabeza, avanzaba con sus brazos, y repetía del lado opuesto.

Termino por enderezarse justo al llegar a la televisión, sus brazos se sacudieron como un calamar y finalmente se tensaron en dirección de aquel reloj de gato que estaba fuera de su alcance. Sus ojos salvajes conectaron unos con otros.

La verdad es que su madre hablaba, pero Ann había decidido sepultar aquellos recuerdos. —¿Puede curarme?, ssss —Su madre luchaba por pronunciar aquellas palabras y comenzó a sisear como una serpiente. —Pu-puede curarme, sssssss. —Ann tomo ese momento para escabullirse en pasillo, podía escuchar a su madre resistirse a pronunciar aquellas palabras. Caminaba evitando tocar la basura con sus pies. —sssssss. —Finalmente doblo a la derecha y tenía la puerta principal a la vista, gritar no serviría, la última vez su madre le puso un calcetín en su boca y la devolvió al sótano, tenía que ser cautelosa. —No lo hare. —Aquella pronunciación había sido casi perfecta en el tono de voz que recordaba de su madre. —ssss. —Ann estaba lista para salir corriendo a la puerta cuando escucho aquellas palabras. —Señora de la arboleda, ¿puede curarme?

—El hambre que esta…consumiéndote desde el interior…—Aquella voz era diferente, atractiva, pertenencia a una mujer joven y estaba siendo pronunciada con un español perfecto. —Con un chasquido puedo saciarla.

Ann se preguntó quién era esa otra persona con la que su madre estaba hablando.

—T-t-t-tienes que de-de-de-dejarme ir. —Nuevamente era su madre.

Ann se asomó a través del segundo umbral que daba a la sala donde su madre estaba, pero no pudo ver a nadie aparte de su madre que estaba petrificada intentando alcanzar el reloj, con su cabeza inclinada y la boca entreabierta con la baba escurriéndole por el costado. Ann aprovecho la distracción y camino a la puerta.

—Yo sé que aquí te vas a quedar, así que dime que es aquello de lo que te estas resistiendo. —Nuevamente era esa voz.

Ann intento girar el picaporte, pero descubrió que la puerta estaba cerrada. No sabía cómo, pero sabía que el gato la había visto y le había contado a su madre.

—De mí no te vas a escapar. —Aquella fue una combinación entre la voz de su madre y aquella mujer desconocida.

Atemorizada Ann se dio la vuelta y pudo ver a su madre parada a un metro de ella, con su cabello cubriéndole el rostro. No había escapatoria, ella la arrastraría de vuelta al sótano. Cuando menos lo pensó su madre se abalanzo sobre ella.

Ann despertó con el corazón latiéndole fuera de su pecho, se acomodó en la cama. De alguna forma había logrado dormir un par de horas, el sol se estaba filtrando a través de las ventanas llenas de marcas de lluvia.

El sueño aun merodeaba en su mente, como es que este tipo de cosas se habían ocultado en lo profundo de su mente, ni siquiera tenía que dudar si estaba confundiendo la realidad con la ficción, tenía la certeza de que aquel dialogo exacto había sucedido.

—Señora de la arboleda, puede curarme. —Se encontró murmurando para sí misma. Dos personas habían mencionado a esta entidad de la que ella no sabía nada en absoluto, su cabeza le seguía repitiendo que esto no podía ser una coincidencia.

•••

Cuando se reunieron en la sala Ann llevaba un par de ropas nuevas, esta vez llevaba unos joggers color mostaza, una playera de nirvana de un corte muchos más grande y unas vans sk8 hi, Elliot rápidamente la reconoció como su playera, o al menos eso creyó, esta se veía menos desgastada que la que le regalo en la preparatoria.

—¿Cuál es el plan? —Preguntó Elliot.

Ann examino la sala, Elliot no había hecho ningún desastre, pero el olor era inconfundible, se había preparado una taza de café.

—No lo sé con exactitud. —Respondió Ann. Se cuestionó a sí misma si podía confiarle la información de lo ocurrido en su sueño, finalmente decidió mantenerlo para sí misma. —Necesito un café, pero no esa porquería instantánea que Karen compra. —Le hizo un gesto con la cabeza a Elliot indicándole que era hora de irse.



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En el texto hay: crimen, monstruos, horror

Editado: 13.10.2025

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