Manual de citas para torpes

Capítulo 2 – El fetichista de la lasaña

—Muy bien, hoy toca práctica de campo —anunció Leo desde el sofá, como si estuviera a punto de narrar un partido de fútbol.

Clara resopló.
—Práctica de campo suena a que voy a Vietnam, no a una cafetería.

—Después de lo de ayer, yo diría que es lo mismo.

Clara revisó la lista de matches en la app. Tres perfiles. Uno con fotos en la playa presumiendo abdominales, otro con sonrisa de político, y el tercero… bueno, el tercero se hacía llamar “FoodLover92” y tenía como foto de perfil una lasaña humeante.

—Ni loca salgo con el de la lasaña.

—Exacto, por eso vas a salir con él —dijo Leo con una sonrisa maliciosa.

—¿Perdón?

—Si puedes sobrevivir a una cita con un tipo que se presenta como comida italiana, podrás sobrevivir a cualquier cosa.

Clara levantó las manos al cielo.
—Esto es tortura psicológica.

—Esto es ciencia.

Clara llegó al restaurante con paso inseguro. No había fotos del chico, solo la lasaña. Pero ahí estaba él, agitando la mano. Treinta y tantos, camisa demasiado ajustada, mirada hambrienta. Literalmente.

—¡Clara! —exclamó, levantándose. —Eres mucho más guapa que en tu foto. Y… delgada. Muy delgada.

Clara parpadeó, confundida.
—¿Eh?

—Pero no te preocupes, eso tiene solución —dijo, ofreciéndole la carta como quien entrega un contrato—. He pedido doble lasaña. ¡Te va a encantar!

Clara se sentó con cautela, enviando un mensaje SOS a Leo bajo la mesa.

Clara: Sálvame.
Leo: ¿Ya empezó a hablar de la lasaña?
Clara: ¡La trajo como si fuera un tercer invitado!

El camarero llegó con una bandeja enorme. Dos porciones gigantes de lasaña humeante. El tipo juntó las manos y cerró los ojos.
—La belleza está en las curvas… de la pasta.

Clara tragó saliva, deseando desaparecer.

—¿Sabes qué es sexy? —preguntó el chico, inclinándose hacia ella.

—¿El sentido del humor? —intentó Clara, con una sonrisa nerviosa.

—Los buffets libres.

Clara se atragantó con un pedazo de pan.
—¿Perdón?

—Sí, nada me atrae más que una mujer que pueda devorar una montaña de pasta sin miedo. Es… poético.

Ella lo miró con los ojos como platos.
“Manual de citas para torpes, capítulo dos: ¿Cómo escapar de un fetichista gastronómico sin pagar la cuenta?”

El chico sonrió satisfecho y sacó su móvil.
—Mira, tengo un álbum entero de fotos de mujeres comiendo pizza. ¿Quieres verlo?

Clara levantó ambas manos.
—¡No, gracias! Bastante tengo con mi trauma del café.

Justo cuando pensaba que nada podía ser peor, Leo apareció en la puerta del restaurante, saludando como si fuera casualidad.

—¡Clara! Qué coincidencia encontrarte aquí.

Ella suspiró aliviada.
—Leo, justo a tiempo.

El chico de la lasaña lo miró de arriba abajo, desconfiado.
—¿Y este quién es?

—Mi… nutricionista —improvisó Clara.

Leo sonrió y se dejó caer en la mesa.
—Exacto. Y según mi diagnóstico, Clara necesita menos carbohidratos y más aire fresco. Así que nos vamos.

Clara agarró su bolso en un movimiento ninja.
—Lo siento, FoodLover92, pero tengo… ¿cómo decirlo? Intolerancia a la lasaña.

El chico puso cara de tragedia.
—¡Nadie es intolerante a la lasaña!

Pero ya era demasiado tarde: Clara y Leo salieron corriendo del restaurante entre risas contenidas.

De regreso en su apartamento, Clara se tiró en el sofá y estalló en carcajadas.
—¡Esto es ridículo! ¿Qué clase de gente hay en esta app?

Leo la miró divertido.
—El tipo era intenso, sí. Pero oye… al menos no habló de criptomonedas.

Clara lo miró de reojo, todavía riéndose.
—Manual de citas para torpes, capítulo dos: nunca confíes en un hombre cuya foto de perfil sea una lasaña.

Leo levantó la caja de pizza que había traído para cenar.
—Excepto en mí.

Clara negó con la cabeza, sonriendo.

Pero por primera vez sintió que tal vez… no estaba tan mal tener a su vecino como consultor personal de citas.

Clara llegó temprano a la oficina con la absurda esperanza de pasar desapercibida. Se puso gafas de sol, se recogió el pelo en un moño apretado y entró con paso sigiloso, como si estuviera infiltrándose en una misión secreta.

Su plan duró exactamente siete segundos.

—¡Aquí viene la celebridad! —gritó Ricardo desde el área de diseño, levantando un cartel improvisado que decía #TeamClara.

Todos comenzaron a aplaudir y silbar como si estuviera entrando a una alfombra roja. Lucía, la becaria, incluso le apuntó con el móvil y dijo:
—Un saludo para TikTok, ¡dinos cómo sobrevivir a un buffet libre!

Clara se quedó paralizada, con la carpeta apretada contra el pecho.
—¿De qué… están hablando?

Lucía le mostró la pantalla. El hashtag #LasañaLover estaba en tendencia, acompañado de clips donde Clara aparecía tratando de esquivar las declaraciones del hombre que idolatraba los buffets. En uno de los videos, alguien había agregado música dramática de telenovela cuando el chico decía: “Los buffets libres son sexy”.

Clara se cubrió la cara con las manos.
—No. No. No.

—Sí —corrigió Ricardo, dándole un codazo amistoso—. Y lo mejor es que te están volviendo meme.

Antes de que pudiera escapar al baño, Patricia, su jefa, apareció con el andar triunfal de alguien que había ganado la lotería.

—Clara, ven a la sala de reuniones. Es urgente.

Clara tragó saliva y la siguió, como quien va directo a juicio.

En la pantalla del proyector, los gráficos eran tan optimistas que parecían montañas rusas subiendo sin freno:
—Seguidores nuevos: +35%. Engagement: +120%. Descargas de la app: se han triplicado desde anoche —explicó Patricia, casi cantando.

Clara pestañeó.
—¿Por… culpa de mi cita con el fanático de la lasaña?

—Gracias a tu cita —corrigió Patricia con una sonrisa brillante—. La autenticidad vende, Clara. Y tú eres un ejemplo viviente de que el caos engancha.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.