Clara abrió los ojos con pereza. La luz del sol se colaba descarada por las cortinas, recordándole que ya pasaba de las diez de la mañana.
—¡Por fin un día libre! —murmuró, abrazando la almohada como si fuera un trofeo.
No había despertador, no había jefa con cara de búho madrugador, no había reportajes de citas catastróficas que escribir… bueno, eso último sí lo había, pero “mañana Clara” se ocuparía. La “Clara de hoy” estaba determinada a arrastrarse del sofá a la nevera y de la nevera al móvil.
Justo ahí, en la pantalla, lo esperaba la aplicación de citas, como un recordatorio cruel de su extraño “trabajo”. Había dejado en pausa a Carlos, el único que se veía… más o menos decente.
Decente hasta que decidió escribirle.
Chat de la App
Carlos, 35:
Hola, Clara. Espero no despertarte. Yo ya regresé de dejar a mis hijos en la escuela.
Clara, 26:
Hola, Carlos. No, tranquila… digo, tranquilo, apenas me estaba levantando. ¿Cómo va tu día?
Carlos, 35:
Bien, pero cansado. La verdad es que necesito a alguien que me apoye.
Clara, 26:
¿Apoyarte? ¿Como en plan emocional o espiritual?
Carlos, 35:
No, en plan logístico. Verás, soy separado, y quiero que mis hijos vivan conmigo. Pero como son menores, el juez exige que tenga un entorno “estable”.
Clara, 26:
(Parpadeando frente al móvil). ¿Entorno… estable?
Carlos, 35:
Sí, alguien que los cuide, que haga la comida, que los lleve a las actividades, que firme los papeles del colegio… ya sabes, una mujer de verdad.
Clara, 26:
(Teclando despacio). ¿Tú me estás ofreciendo… un puesto de trabajo?
Carlos, 35:
¡No! Para nada. Es un matrimonio estratégico.
Clara, 26:
…
Carlos, 35:
Tú ganas una familia, yo gano la custodia. Es un win–win.
Se suponía que Carlos era el candidato decente, el menos extraño, el que no coleccionaba cucharas ni pedía facturas divididas en la primera cita. Y ahora resultaba ser… ¿un empresario de la custodia?
Ella volvió a escribir:
Clara, 26:
¿Y qué pasaría con… tú sabes… la parte romántica?
Carlos, 35:
Eso es opcional. Lo importante son los niños.
Clara, 26:
¿Opcional? ¿Tú crees que soy Amazon Prime para entregar sentimientos a domicilio?
Carlos, 35:
Jajaja, qué graciosa eres. Pero lo digo en serio, Clara. Mira, tengo tres hijos maravillosos: Sofi, Nico y Max. Necesito a alguien como tú, joven, con energía, trabajadora…
Clara, 26:
…y sin sentido común, al parecer.
Carlos, 35:
Exacto, ya lo entendiste 😍.
Clara dejó el móvil en la mesa y se tapó la cara con ambas manos.
—Madre mía, lo que me faltaba… un hombre que me ve como un paquete de ayuda familiar.
Se levantó, fue a la cocina, se sirvió café y regresó al sofá. Abrió otra vez el chat, incrédula de estar leyendo eso.
Clara, 26:
Ok, pregunta seria: ¿por qué buscas esto en una app de citas y no en un buffet de abogados?
Carlos, 35:
Porque los abogados son caros y tú pareces más… flexible.
Clara, 26:
(Levantándose del sofá). Flexible es el yoga, no yo.
Carlos, 35:
Piénsalo, Clara. Podríamos casarnos, conseguir la custodia y, si no funciona, siempre existe el divorcio.
Clara, 26:
O sea, ¿me estás ofreciendo un plan con cláusula de escape incluida?
Carlos, 35:
Exacto, eso demuestra que soy considerado.
Clara soltó una carcajada nerviosa.
—Este hombre está en otra dimensión.
Justo en ese instante, su móvil vibró con un nuevo mensaje: Leo.
“¿Ya encontraste al príncipe azul o sigues coleccionando sapos digitales?”
Ella miró la pantalla y bufó. Tenía dos opciones:
1. Contarle a Leo el delirio de Carlos y arriesgarse a que la molestara hasta el fin de los tiempos.
2. Guardarse el chisme y tratar de olvidar que alguien acababa de proponerle un “matrimonio logístico”.
Pero Clara nunca pudo resistirse al buen chisme.
Clara miró el mensaje de Leo y no lo dudó más: abrió el chat y comenzó a escribirle.
Clara:
Tú no vas a creer lo que acaba de pasarme.
Leo:
¿Ganaste la lotería? ¿O al fin aprendiste a cocinar sin quemar la sartén?
Clara:
Peor. O mejor, depende de cómo lo veas. El Carlos este, el “decente”, ¿recuerdas?
Leo:
Sí, el que parecía no coleccionar pies de porcelana ni hablar de astrología en la primera cita. ¿Qué pasó?
Clara:
Pues… quiere casarse conmigo.
Hubo una pausa larga en la que Leo no respondía. Clara pensó que quizás había exagerado demasiado, hasta que la notificación apareció.