—Déjame llevarte a otro lado… —su murmullo suave me sacó de la burbuja de autodesprecio en la que ni siquiera sabía que había estado sumergida los últimos minutos. Estábamos afuera del restaurante, con el rubio y el pelirrojo a unos metros de nosotros; el rubio tenía mi bolso colgando en su hombro mientras conversaban entre ellos, como si fueran parte de algún plan secreto que no incluía mi desastre emocional.
Regresé mi mirada al pelinegro frente a mí. Sus ojos miel brillaban bajo las luces del estacionamiento, oscuros, intensos, y totalmente capaces de atravesarte con solo una mirada. Con un gesto cuidadoso, su pulgar acarició mi pómulo, limpiando el ligero rastro húmedo que quedaba allí. ¿Acaso estaba llorando? Genial… lo que me faltaba.
Aparté mi rostro de él, agradecida de haber usado maquillaje a prueba de agua. Un pequeño triunfo entre tanta humillación y caos del día.
—¿A dónde? —dije finalmente, negándome a que ese bastardo necesitado arruinara mi noche. Luego llamaría a Sofía y me quejaría de su idea tan absurda, pero por ahora no iba a regresar a mi departamento solo para llorar y compadecerme después de haber pasado dos horas y media arreglándome.
—Karaoke. —Sonrió, y lo miré sin entender. Soltó una risa contenida al ver mi expresión, y no pude evitar contagiarme de ella.
—Pero te advierto que canto fatal —aseguré, con un dejo de sarcasmo, mientras lo miraba de reojo.
Lucas arqueó una ceja, cruzando los brazos, con esa postura que combinaba autoridad y despreocupación, y soltó:
—No eres la única que canta terriblemente mal. No te preocupes, te acompañaré en tu desgracia musical.
Mi mirada se detuvo en él por un momento, observando cada detalle que lo hacía absolutamente imposible de ignorar. Su cabello negro caía con un orden perfecto, ligeramente despeinado en el punto exacto que le daba un aire despreocupado y seductor. La mandíbula fuerte, ligeramente marcada por la sombra de la barba incipiente, y esos ojos miel… Dios, esos ojos que parecían leer cada pensamiento absurdo que cruzaba por mi cabeza. Era irritante, perfecto y, francamente, injusto.
—Perfecto —solté, rodando los ojos pero con una sonrisa irónica pasando mi mano con delicadeza por mis Mejías para limpiar los restos de posibles lágrimas sin arruinar complemente mi maquillaje—. Me acompaña el modelo pelinegro en mi tortura musical. Justo lo que necesitaba.
—¿Modelo pelinegro? —replicó Lucas, divertido, inclinando ligeramente la cabeza—. Bueno, si vamos a sobrevivir a tu desastroso canto, alguien tiene que hacerlo con estilo. Yo cumplo con los requisitos.
—Ah, claro —dije, fingiendo un suspiro—. Porque nada grita “diversión” como que un hombre absolutamente guapo se apiade de tu talento inexistente para el karaoke.
Lucas soltó otra risa baja, casi un ronroneo, y me ofreció su brazo. Lo miré, evaluando la situación, y finalmente lo tomé, sintiendo un escalofrío agradable recorrerme el brazo al rozar su piel.
—¿Sabes? —comenté, con la típica mezcla de sarcasmo y curiosidad—. No sé si estoy agradecida, aterrorizada o simplemente alucinando con que alguien tan… peligroso, decida escoltarme como si esto fuera un paseo por el parque.
—Podemos decir que es una combinación —respondió, con esa sonrisa ladeada que hacía que quisiera reír y suspirar al mismo tiempo—. Pero no te preocupes, solo intento mantenerte a salvo de los idiotas, no de mí mismo.
Suspiré, tratando de mantener mi sarcasmo, mientras él se acercaba un poco más. Cada gesto suyo me recordaba que no era solo un compañero de trabajo guapo; era intimidante, seguro, y totalmente consciente del efecto que tenía sobre las personas.
—Vaya, Lucas —dije (su mirada se oscureció ligeramente, supongo de que porque era la primera vez que lo llamaba por su nombre desde que nos conocíamos), ladeando la cabeza y rodando los ojos con una mezcla de humor y resignación—. A estas alturas, mi vida es oficialmente un desastre musical acompañado de un héroe pelinegro con ojos miel. ¿Qué más podía salir mal esta noche?
—Nada que no podamos arreglar con karaoke, y, si tienes suerte, un poco de mi paciencia infinita —replicó, divertido, mientras comenzábamos a caminar hacia el auto.
Y allí estaba yo, atrapada entre mi desastre emocional, la humillación del restaurante y Lucas, el maldito pelinegro, haciendo que todo pareciera… soportable. Casi como si, por primera vez en horas, pudiera respirar un poco sin sentir que me iba a derrumbar completamente.
—Chicos —llamó el hombre a mi lado, y los otros dos voltearon hacia nosotros, acercándose mientras se codeaban entre ellos con esa complicidad que solo parecía reforzar lo peligrosamente atractivos que eran.
—Ellos son Alejandro —señaló al rubio— y Martín —indicó al pelirrojo.
Ambos me sonrieron con sinceridad. El rubio era demasiado guapo; su piel parecía de porcelana y sus facciones, finas y delicadas, rozaban lo casi femenino, aunque con un toque masculino que hacía que todo pareciera cuidadosamente equilibrado. Sus ojos verde oscuro eran como un bosque profundo, misterioso y cautivador, capaces de absorberte con una sola mirada.
Martín, en cambio, tenía un aire más juguetón y salvaje. Varias pecas café salpicaban sus mejillas, dándole un aspecto fresco e irresistible. Sus ojos color avellana eran casi un crimen visual, brillando con un fuego travieso que prometía diversión y peligro al mismo tiempo.
No pude evitar levantar una ceja y soltar un suspiro interno.
“Perfecto. Solo me faltaba que me acompañara un trío de modelos sexys que parecen estar listos para devorar a su próxima presa,” pensé, mientras mantenía una sonrisa educada.
Vestían impecablemente; cada detalle estaba calculado, desde los zapatos brillantes hasta las camisas ajustadas que insinuaban músculos que no pedí ver, pero que claramente eran parte del paquete. Mis pensamientos no podían evitar desviarse por un instante, evaluando cada movimiento, cada gesto. Eran peligrosamente atractivos, y yo… bueno, yo estaba atrapada en medio de ellos, tratando de mantener la compostura mientras mi corazón latía un poco más rápido de lo que me gustaría admitir.
#1667 en Otros
#500 en Humor
#4707 en Novela romántica
comedia y amor, comedia romance drama misterio, amistad ex secretos
Editado: 16.09.2025