Manual De Como Olvidar A Tu Ex

Capítulo Trece: Regla #8: Otra Cita A Ciegas (Sofía, Ya Soltame)

El viaje a Valencia había sido todo lo que necesitaba con Lucas, aunque no lo supiera en su momento. Hasta que lo tuve ahí: su sarcasmo, sus bromas, la forma en la que siempre me sostenía antes de que mi rostro terminara contra el suelo… incluso había logrado que me olvidara por completo del innombrable, al menos hasta regresar a mi departamento.

Al abrir la puerta, me encontré con que Sofía lo había completamente monopolizado. Apenas me vio entrar, saltó hacia mí disculpándose repetidamente por el problema con su auto, asegurando que lo mandaría a un taller de chatarra por haberme hecho pasar esas terribles horas varada en la carretera abierta. Luego vino su interrogatorio sobre cómo me había ido, sus preguntas saliendo casi atropelladamente.

Fue entonces cuando decidí encararla:

—¿Desde cuándo sos tan cercana con Arévalo para pedirle que fuera por mí? —cuestioné, dejando las tazas del té que había comprado en Valencia sobre la mesa.

Ella negó con la cabeza, tomando su propia taza con cuidado, y respondió con un hilo de voz como si estuviera relatando un secreto:

—Desde nunca… Escuchó la llamada que tuviste conmigo, me exigió que le dijera qué ocurría y dónde estabas. Casi se desmaya cuando le dije que te habías quedado varada en la carretera con mi auto inservible… —suspiró pesadamente, frunciendo el ceño—. Luego solo me dijo —infló el pecho dramáticamente y exclamo—: "No te atrevas a mandar a nadie más, yo me encargaré de resolver tu mierda." Y salió corriendo de la oficina.

Me quedé allí, sosteniendo mi taza, mientras procesaba la escena. Intenté ordenar mis pensamientos, pero la imagen de Lucas conduciendo hasta rescatarme una y otra vez volvía a mi mente, mezclándose con cada gesto suyo en Valencia: cómo me sujetaba suavemente al caminar, cómo me hacía reír aun cuando yo estaba molesta por la tormenta y la estafa, cómo su mirada tenía esa mezcla imposible de diversión y ternura que me dejaba sin aire.

—¿Y… eso significa que Arévalo se metió en el problema sin que se lo pudieras? —pregunté, intentando sonar firme, pero con un hilo de vulnerabilidad que no podía ocultar.

Sofía me miró con ojos grandes, como si no supiera qué tanto debía contarme:

—No exactamente… —dijo bajando la voz—. Solo quería asegurarse de que estabas a salvo. Lucas… es de esas personas que no se quedan quietas cuando alguien que le importa está en problemas.

—Ah… claro —murmuré, sin poder evitar que mi corazón latiera más rápido—. Tan encantador como siempre. —bufé ligeramente dando un sorbo a mi taza de té, intentando aparentar calma.

—¡Encantador! —exclamó Sofía, chocando sus manos entre sí—. Si lo llamas encantador, no puedo ni imaginar lo que dirías si vieras cómo se mueve y cómo… bueno, cómo te mira.

Me atraganté con el té y la miré como si le hubiera salido un tercer ojo. El calor subió inmediatamente por mis mejillas y me sentí completamente vulnerable.

—Sofía… basta con tus comentarios —dije, tratando de sonar seria y no nerviosa—. Además, ya he tenido suficiente de su “atención” durante estos días de viaje.

—¿Suficiente? —replicó con incredulidad—. Ni siquiera sabes lo que es suficiente. Ese tipo puede ser un desastre, pero también es capaz de hacer cosas que nadie más haría por ti. —Su tono tenía un dejo de reproche, y yo negué con la cabeza mientras tomaba otro sorbo de té para calmar los latidos acelerados de mi corazón.

—Estás soltando tonterías puras. Es imposible, por favor… ¡es Lucas Arévalo! Ese tipo tiene hasta un club de fans —me defendí, aunque no podía negar del todo la verdad.

Lucas había cambiado mi viaje por completo, y no solo por salvarme de la tormenta, el hotel lujoso, las clases de baile, o el día del "si a todo". Había algo en la manera en que me trataba, con esa delicadeza y cuidado que me estremecía el alma y me confundía al mismo tiempo. Complicando más mi proceso de sanación y desapego emocional que estaba tratando de llevar luego de ocho años de una relación fallida con un ex bastardo que me mintió cuando termino contigo.

Me quedé en silencio un momento, recordando cómo me sostenía cuando casi me caía, cómo se reía de mis casi caídas torpes en las clases de baile, cómo parecía siempre saber cuándo estaba a punto de perder la paciencia o derrumbarme, y cómo, a pesar de todo, me dejaba sentirme segura y protegida. Era frustrante, incómodo y, de alguna manera, embriagador.

—Adha, ¿realmente no lo notaste? Ese tipo lleva pendiente desde que entraste a la empresa —me regañó Sofía, frunciendo el ceño y con los ojos brillando de incredulidad—. Además, cada vez que hablaba contigo, te observaba más de lo que parece.

Negué con la cabeza con firmeza, aunque en el fondo sentía que sus palabras me golpeaban. Mi mejor amiga exageraba, seguro. ¿Desde cuándo Lucas se interesaba realmente en alguien de forma tan… constante? Me parecía ridículo pensarlo.

—Sofía… no digas tonterías —murmuré, pero no pude evitar mirar hacia la ventana, recordando el calor de su mano sobre la mía en Valencia, su sonrisa burlona y la forma en que sus ojos parecían leerme sin palabras—. Es imposible que alguien así… se fije en mí de esa manera.

Sofía suspiró y me lanzó una mirada de mezcla entre reproche e incredulidad:

—Adha, por más que te empeñes en negarlo, él no es alguien que pase desapercibido… y tú no eres alguien que le pase desapercibida a él.

Y mientras yo tomaba otro sorbo de té, intentando convencerme a mí misma de que todo era casualidad, no pude evitar sentir un pequeño estremecimiento en el pecho, mezclado con confusión y un extraño calor que no podía nombrar del todo.

Lucas Arévalo, desastre encantador, sarcasmo andante y ahora, aparentemente, un misterio que me había envuelto sin darme opción.

Negué, dejando ese tema de lado por completo, sin permitir que Sofía siguiera metiéndome ideas en la cabeza. Suspiré y bufé, quitándole importancia con un gesto de la mano, intentando que mi corazón no se agitara con cada palabra que soltaba.




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