—¡Jamás en tu vida vuelvas a meterme en una cita a ciegas!
Me quejé junto a Sofía, jadeante; ambas habíamos corrido las diez calles de regreso a mi departamento, en tacones y vestidos que ahora parecían más un castigo que un atuendo elegante. Mis piernas temblaban, mis pulmones ardían y cada paso me recordaba lo absurda que había sido toda la noche. Puse mi mano sobre el pecho, intentando recuperar el aliento, mientras mi corazón golpeaba contra las costillas como si quisiera escapar.
Sofía se dejó caer de rodillas en el suelo, con las palmas apoyadas como si el suelo la hubiera absorbido, jadeando de forma exagerada y con la cara roja de la carrera. La miré y no pude evitar soltar un bufido entre risas y quejas: ¿cómo era posible que siempre termináramos en estos desastres juntas?
—¡Lo juro! —chilló ella entre respiraciones entrecortadas—. Nunca más, Adha, te prometo que nunca más… —su voz se quebró y terminó riéndose de su propio drama.
Yo me arrastré hacia el sofá y me dejé caer con un gesto dramático, recostando la cabeza contra el respaldo y cerrando los ojos. Podía sentir cada latido de mi corazón y el calor del sudor en mi espalda, mientras mi mente repasaba mentalmente cada detalle de la cita: el restaurante elegante, Dominic intentando ser encantador, Alejandro apareciendo de la nada y Lucas… Lucas. Ese maldito Lucas apareciendo como un protagonista de drama de Netflix para arruinarlo todo de manera gloriosa.
No podía decidir si quería reír o llorar. Todo había sido demasiado rápido, demasiado absurdo, demasiado… él. Su furia contenida, la forma en que miraba a Dominic como si quisiera matarlo por haber hecho algo,.pero yo no entendía que había hecho… no entendía, eran hermanos, lo había adivinado. Pero, ¿Por qué actuó de esa forma?
—¿Y cómo vamos a explicar esto? —murmuré finalmente, mirando a Sofía con los ojos entrecerrados, mitad preocupación y mitad incredulidad.
Ella me lanzó una mirada que combinaba exasperación y diversión, apoyando su frente contra mi hombro mientras se recuperaba:
—No te preocupes, Adha… nadie va a creer que esto pasó en la vida real. Esto parece salido de un guion de telenovela con efectos especiales incluidos.
Suspiré, apoyando mi rostro en el respaldo del sofá y cerrando los ojos. Sí, esto había sido un caos total…
—Necesito darme un baño, tengo el culo pegajoso del sudor… —me quejé con un bufido de exasperación, recostándome un momento sobre el sofá para recuperar un poco el aliento.
Sofía soltó un lamento notable, dramático como siempre.
—¡No pague la cuentaaaaaa! —exclamó, como si recién cayera en la cuenta de que nuestra carrera loca por la ciudad había dejado un rastro económico detrás. Sus manos volaron a su rostro y rodó los ojos exageradamente, lo que provocó que yo contuviera la risa a duras penas.
Suspiré compadeciéndome de mi mejor amiga, mientras me incorporaba para caminar hacia el baño.
—Ahora estarás en la lista negra de todos los restaurantes caros, vetada de por vida —me burlé, lanzándole una mirada cómplice—. Es solo un pequeño karma por meterme en estos líos innecesarios de citas a ciegas.
Ella me miró con ese ceño fruncido que mezclaba enojo y diversión, cruzando los brazos mientras me seguía con la mirada.
—Eres insoportable —dijo finalmente, aunque no pude evitar notar la sonrisa que traicionaba su falsa indignación.
Di un paso hacia el baño, aliviada por el pensamiento de una ducha larga y caliente. Mientras caminaba, no pude evitar pensar en lo ridículo y al mismo tiempo divertido que había sido todo: la cita a ciegas, Lucas apareciendo como un protagonista dramático de película, Dominic que parecía plantearse como el villano… y nosotras corriendo por la ciudad como si estuviéramos en una comedia de enredos.
Un suspiro escapó de mis labios, mezclando cansancio y burla hacia mí misma.
Mi vida se había vuelto un caos total desde que empecé a relacionarme con Lucas Arévalo, aunque, bueno, no podía culparlo del todo. Él solo había triplicado la sal en mi vida, y, de alguna manera, también la diversión… y el drama.
Me di una larga ducha, dejando que el agua caliente arrastrara el cansancio y la tensión de todo el día, mientras mi mente repasaba una y otra vez los incidentes de la cita a ciegas. Entre suspiradas y risas nerviosas, escuché a Sofía entrar a mi cuarto y tirarse a la cama, el crujido del colchón resonando suavemente en la habitación.
—¡Mañana hay una feria! —gritó ella, con una emoción que podía oír incluso mientras se acomodaba entre las sábanas. Suspira ligeramente, dejando que la humedad del baño se mezclara con el aroma dulce de mi shampoo y gel corporal.
—¿Quieres ir? —pregunté, cerrando la llave de la ducha y dejando que el vapor llenara el aire cálido alrededor de mí.
—Por… supuesto… —dijo, con voz baja y estropeada por el sueño, como si aún estuviera atrapada entre el mundo de los sueños y la realidad.
Tomé la toalla, envolviendo mi cuerpo desnudo mientras caminaba lentamente hacia la habitación. Mi piel todavía olía a rosas, y el cabello, húmedo y brillante, se pegaba suavemente a mi nuca. Al entrar, sonreí al ver a mi mejor amiga completamente desparramada en mi cama, cubierta con una de mis pijamas de gatitos, como si estuviera en su propio reino de sueños.
La escena me arrancó un pequeño suspiro de ternura mezclado con diversión: Sofía siempre encontraba la manera de hacer que hasta los momentos más caóticos se sintieran ligeros.
Me dejé caer sobre una silla cerca de la cama, pensando en cómo un día normal se había convertido en esta cadena de aventuras disparatadas… me iba a volver loca entre todo este caos.
Pero, al notar el cesto de basura volcado (que seguro se había caído cuando Sofía se tumbó a la cama) El cuadro que antes descansaba sobre mi mesa de noche estaba ahora tirado fuera del cesto. Sonreí apenas, sintiendo cómo por primera vez, mi mente dejaba de girar en torno a él.
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Editado: 30.09.2025