Manual de una mamá para no rendirse

Capítulo 37: Cultiva tu comunidad, y ella te cultivará a ti.

"A veces, el mejor negocio no se hace en un local. Se arma en una casa grande, con crayones y niños corriendo"

La mañana empezó con un mensaje en el grupo de WhatsApp de las "madres tribales" :

"Chicas, ¿alguna puede ayudarme hoy? No tengo con quién dejar a Emi. Solo por hoy. Mi suegra se enfermó, y mi marido no quiere que la lleven a otra casa".

Ángela leyó el mensaje mientras removía con cariño el cacao del desayuno de Jimena, que, como siempre, intentaba lamer la cuchara antes de tiempo.

Le respondió en privado: —Si quieres, voy yo a cuidarla en tu casa. ¿Puedo llevar a Jimena? Así hacen tareas juntas.

A los quince minutos, la madre —Marcela— aceptó encantada. —¡Sí, por favor! Así no estará sola y realizará las tareas. ¡Mil gracias Ángela!

María Fernanda, enterada, no dudó en dar el visto bueno. Ya se conocen todas. "Solo pásame la dirección", dijo.

Cuando llegaron, Ángela sintió que entraban en otra dimensión. Una casa grande, con jardín, una pérgola de rosas y un columpio de madera que parecía salido de una película de Miyazaki.

Jimena se quedó muda al ver los árboles frutales. —¡Árboles de verdad! —gritó—. ¡No como los de cartón del salón de arte!

Emilia, la niña, las esperaba con cara de alivio. Era tímida, de esas que solo se sueltan con tiempo y juego compartido. A los diez minutos ya estaban dibujando mapas de casas secretas con crayones y organizando tareas como si fuera una empresa escolar.

Ángela se sentó en un banco bajo el árbol más grande, mirando cómo jugaban. Y entonces le vino la idea:

"¿Y si… en una casa así… se pudiera cuidar a más niñas? El colegio es solo de chicas. ¿Y si esta fuera una tribu paralela? ¿Un espacio donde no solo jueguen, sino aprendan, se ayuden, se acompañen…?"

Anotó mentalmente la semilla.

"Las ideas no siempre vienen en papel. A veces llegan en risas de niñas y juegos improvisados"

Por la tarde, cuando llegó el papá de Emilia —un hombre amable, de aspecto agotado pero ojos honestos— se sorprendió al ver a su hija tan contenta.

— ¿Y esas risas? ¿Hace cuánto que no se escuchaban en esta casa?

Ángela le contó su idea. No con ambición. Con ternura. Solo una posibilidad. Una sugerencia sin presión.

Él la escuchó con atención. Luego, con una sonrisa: —Tengo una propiedad más grande. Es de mi hermano, pero está vacía casi todo el año. Él viene una semana al año y se va. Está a cuatro cuadras de aquí. ¿Quieres verla mañana?

Ángela ascendió. Algo en su corazón —ese corazón de abuela luminosa— le dijo que algo estaba cambiando. Para bien.

"El crecimiento no siempre es individual. A veces florece en cadena"

Esa noche, se lo contó todo a María Fernanda, con una mezcla de pudor y entusiasmo. María Fernanda la abrazó.

—¿Te das cuenta, Ángela? Vos también estás construyendo tu tribu.

Ángela se río. —Yo solo quería cuidar a Jimena… y ahora tengo jardín y una casa grande.

Manual de Mamá para no Rendirse

Hoy aprendí que hay activos que no figuran en los bancos:

  • Una casa vacía con alma.

  • Una abuela con tiempo y corazón.

  • Una idea compartida entre juegos.

Si tienes eso, tienes oro.

El dinero puede multiplicar lo que existe, pero no puede inventar desde cero. Vos sí podés.

Usá lo que ya tenés. Relaciones. Espacios. Habilidades.

Convertí cada día en una inversión emocional. Porque el capital verdadero es humano.

Paso para no rendirse hoy:

Escucha las necesidades de tu tribu. Responde con lo que tenés. Y deja que las ideas germinen en el juego compartido.

Porque a veces, el mayor proyecto comienza con un simple "yo puedo cuidarla".




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