"A veces, soltar no es rendirse. Es respirar profundo antes de saltar"
El martes se arrastró con la pesadez de una condena. Después del lunes, donde Daniel había sembrado sus semillas de cizaña y la amenaza de despidos se cernía sobre Mireya y sobre mí, el ambiente en la tienda era irrespirable. Cada mirada de Mireya parecía un reproche mudo, y Daniel pululaba con una sonrisa de suficiencia, como si supiera que sus pequeñas mentiras ya estaban dando frutos podridos. Yo intentaba sonreír a los clientes, ofreciéndoles el último sérum "milagroso" .
"No todas las decisiones importantes vienen después de meses de planificación. Algunas nacen en segundos, en oficinas frías y miradas cargadas de historia"
No pasó mucho tiempo antes de que la puerta de la oficina de gerencia se abriera de nuevo, y esta vez no era Mireya sola. Los dos ejecutivos de la casa matriz, con sus trajes impecables y rostros impasibles, nos convocaron. El aire se volvió denso.
—Señora Mireya, señorita María Fernanda —comenzó uno de ellos, con una voz pulcra que no ocultaba la frialdad—. Hemos revisado los informes de rendimiento y las recientes... inconsistencias en el inventario y las ventas. Las medidas que tomamos el lunes no han sido suficientes.
Mi estómago se encogió. Sabía de qué hablaban "inconsistencias" . Las que Daniel había orquestado. Mireya palideció a mi lado.
—La empresa necesita hacer ajustes —continuó el otro ejecutivo, sin una pizca de empatía—. Lamentablemente, no podemos mantener a ambas en la plantilla en este momento. Es una decisión difícil, pero uno de ustedes deberá dejar su puesto.
El silencio que siguió fue atronador. Mireya miró al suelo, sus hombros se hundieron. Podía sentir el pánico en su postura, la humillación. Estaba a punto de decir algo, de aceptar su destino con la resignación de quien lleva mucho tiempo luchando. Y yo… yo sentí un miedo helado, sí. Pero también una extraña claridad.
Este trabajo, que se suponía que me daba seguridad, solo me ofrecía estrés, migajas y la constante amenaza de perder lo poco que tenía. Además, era mi oportunidad de arriesgarme.
"Tomar una decisión no te hace más fuerte. Te hace más libre"
Y luego, grabé la risa honesta de todas las personas que estaban ayudándome. Recordé la promesa que me hice a mí misma esa noche, hace años, con Jimena en mi vientro: "jamás permitiré que otra persona decida mi felicidad por mí". Tú y yo vamos a estar bien.
Miré a Mireya. Había sido una jefa dura, sí, pero también una mujer que había aguantado mucho. Era su trabajo, su sustento. El mío, en cambio, estaba por construirse.
Tomé una respiración profunda. Mis palabras salieron firmes, sin titubear, con una convicción que me sorprendió. —No, ella se queda —dije, captando la atención de los ejecutivos y la mirada atónita de Mireya—. Yo voy.
Hubo un nuevo silencio, diferente al anterior. De sorpresa.
El primer ejecutivo levantó una ceja. — ¿Está segura, señorita María Fernanda? —Completamente segura —afirmé, sintiendo cómo el miedo retrocedía y una especie de adrenalina liberada tomaba su lugar—. Este trabajo ya no se alinea con mis planes a futuro. Les deseo lo mejor.
La reunión terminó de forma extraña. Mireya me miró con una mezcla de shock, alivio y una gratitud silenciosa que nunca le había visto. Los ejecutivos, después de unos trámites rápidos, me despidieron con la frialdad corporativa de siempre.
Salí de la tienda de cosméticos no con la sensación de derrota, sino con una ligereza inusual. La camiseta con el agujero en la axila, las ojeras, las deudas... todo seguía allí. Pero la asfixia del miedo se había disipado. Había tomado una decisión. Había escogido mi camino y, a cambio, llevaba un cheque por ese despido.
Ahora, con tiempo libre y sin el sueldo de la tienda, la presión era real, pero el objetivo era claro. La venta de ropa con Juan Carlos, la cafetería-librería... todo dependía de mí. Era mi oportunidad.
Manual de Mamá para no Rendirse
Hoy aprendí que la pérdida no siempre es una derrota. A veces, es una liberación disfrazada. Que tomar las riendas de tu propio destino, incluso en el caos, es el acto más valiente. Y que la verdadera seguridad no viene de un sueldo fijo, sino de la fe en tu propia capacidad para crear y adaptarte.
No te aferres a lo que te consume por miedo a lo desconocido. A veces, soltar es el primer paso para volar.
Paso para no rendirse hoy:
Identifica algo en tu vida que te estás frenando por miedo. Visualiza cómo sería tu vida si tuvieras el coraje de soltarlo. Da un pequeño paso hacia esa liberación. La vida es tomar riesgos, pero controlados.
Editado: 09.07.2025