Manual de una mamá para no rendirse

Capítulo 11.7 – Cuando Mercedes se quebró

“A veces, las mujeres más fuertes también necesitan sentarse un rato”

Yo creía que Mercedes no se quebraba. Era una idea cómoda, como pensar que hay mujeres inmunes al cansancio. Como creer que hay ciertas espaldas hechas para soportar peso sin curvarse jamás.*

Mercedes era eso. Cintura erguida, mirada de secretaria ejecutiva aunque estuviera vendiendo botones, uñas siempre prolijas, respuestas inmediatas. Yo la había visto resolver con un gesto lo que a mí me tomaba cinco audios de WhatsApp y dos crisis. Sabía decir "no" sin culpa. Sabía regatear precios, pedir favores y convencer sin explicar demasiado.

Por eso me pregunté tanto verla así.

"Ver a alguien quebrarse no te debilita. Te enseña que nadie está hecho de acero"

Sentada en el escalón. Con los codos en las rodillas. El cabello suelto, pero no como lo suelto para arreglarárselo, sino suelto raro, como si se hubiera caído solo.

No me vio al principio. O fingio no verme.

Yo dije: —¿Estás bien?

Y ella dijo: —No.

Drama del pecado. Sin pausa. Solo eso. "No."

Fue como si alguien que siempre llega temprano se quedará dormido por primera vez. Como si un faro se apagara un segundo.

Me acerqué. Me senté a su lado.

—Querés agua? —pregunté. -No. Ya lloré todo lo que tenía.

No tenía rímel. Eso me descolocó. Mercedes siempre tiene rímel.

Entonces me contó. No hay nada que hacer. Solo trozos. Un hijo que no llama. Una hermana enferma que vive lejos. Una deuda que no puede cubrir. Un insomnio nuevo. Y ese cansancio que no tiene forma, pero que se le metió en los huesos.

—Me levanté hoy y no pude. No tenía palabras. Ni ganas. Me quedé aquí. Como si esperara que alguien me ordenara.

Se tapó la cara con las manos. Pero ya no lloraba. Solo estaba... rota. No de un golpe. De muchos.

“La mejor forma de sostener a otra mujer es sentarse junto a ella en el suelo”

Yo no dije nada. Porque entendí que no necesitaba soluciones, sino presencia. Y a veces la presencia es callarse al lado de alguien.

Nos quedamos así. Respirando. Dos mujeres sentadas sobre sus propios escombros, esperando que al menos una taza de café caliente nos reconstruyera los bordes.

Después, Mercedes se levantó, se peinó con los dedos y volvió a colgar la ropa como si nada. Pero yo la vi. Y ahora la quiero distinta.

Manual de Mamá para no Rendirse

Hoy aprendí que incluso las mujeres más fuertes tienen martes tristes. Y que cuando se quiebran, no lo hacen con gritos, sino con silencios inesperados.

No juzgues a quien te sostuvo si un día se sienta en el escalón sin fuerzas. Acércate. Siéntate. Sé abrigo.




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