Manual de una mamá para no rendirse

Capítulo 51: Pagar algo grande no desajusta. Te quita presión.

María Fernanda estaba sentada frente al mural de Teresa, con el cuaderno rojo abierto sobre las piernas y una carpeta entre las manos. En ella había documentos nuevos. Algo que semanas atrás hubiera sido impensable:

Habían hecho un abono importante al pago del local.

No era el final de la deuda.
Pero sí era un paso real hacia él.

Juan Carlos llegó con Kafka trotando a su lado y le pasó una galleta envuelta en papel transparente.
—¿Y? —preguntó, sentándose frente a ella.
—Hoy pagamos algo más que palabras —contestó María Fernanda, sonriendo—.
Hoy pagamos con presencia.
Con trabajo.
Con amor compartido.

Él tomó la galleta y se la dio a Kafka, que lo miró como si fuera el mejor regalo del mundo.

“No estás sola en la carga. Y tampoco en la celebración”

—Te das cuenta de lo que esto significa? —dijo Carla, acercándose con una taza de té fresco—. Ya no estás sola. No solo en lo práctico. También en lo simbólico.

María Fernanda asintió. Respiró hondo.
—Sí. Ahora entiendo que no todo dependía de mí. Ni tenía que depender.

—Entonces ¿qué hacemos ahora? —preguntó Carla—. ¿Más trabajo? ¿Nuevas metas?

—Celebrarlo —respondió María Fernanda—. Pero no con champán. Con arena. Con agua. Con risas infantiles y toallas extendidas bajo el sol.

“La verdadera libertad no llega con números en negro. Llega con niños corriendo y madres riendo sin preocuparse por el tiempo”

Jimena levantó la vista de su bloque de dibujos.
—¿Vamos a la playa?
—A un balneario —corrigió María Fernanda—.
Pero sí. Vamos a nadar en felicidad.

Manual de Mamá para no Rendirse

Hoy aprendí que un pago importante no solo reduce la deuda.
También abre espacio para respirar.

Que la presencia vale más que el dinero.
Que el amor compartido multiplica la fuerza individual.
Y que a veces, el mejor cierre de un ciclo es una bolsa de empanadas de paseo, sandalias viejas y agua salada.

Paso para no rendirse hoy:

Después de un día duro,
un esfuerzo grande,
una meta cumplida…

Permítete la celebración simple .
Jugá.
Riá.
Corré por la orilla del mar o del río más cercano.

Porque la maternidad, el emprendimiento y la vida no deben terminar en la tristeza de los números.
Terminan en el eco de las risas.
En el peso ligero del alma.
En el tacto del agua y la arena.




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