Manual de una mamá para no rendirse

Capítulo 52: Un día sin urgencias

“A veces, la mayor victoria no es avanzar. Es detenerse”

El sol del mediodía caía sobre el balneario como si también quisiera descansar.
Las sombrillas improvisadas se extendían sobre la arena:
algunas torcidas, otras perfectamente alineadas.

Los niños corrían hacia el agua, gritando nombres inventados para olas que aún no tenían nombre.

María Fernanda estaba sentada bajo una sombrilla violeta,
con una toalla vieja enrollada debajo del brazo,
una taza de café frío en la mano
y el cuaderno rojo abierto sobre las piernas.

No escribía. Solo miraba.

“La intención puede estar en una galleta envuelta en plástico transparente”

Juan Carlos llegó con Kafka trotando a su lado. Le pasó una galleta envuelta en papel transparente.
—No es de chocolate —dijo—, pero tiene intención.
—Eso es lo que importa —respondió ella, sonriendo.

Él se sentó a su lado, sin invadir su espacio.
Sin preguntar si todo estaba bien.
Porque ya sabía la respuesta.

“Un autobús lleno de madres y niños es mejor que cualquier discurso de inauguración”

Los autobuses habían llegado uno detrás del otro, cargados de:

  • Risas.

  • Mochilas.

  • Expectativa.

El primero traía a las madres y los niños.
El segundo, al equipo del café:
Carla, Ángela, Mercedes, Laura, Yolanda…
incluso Mireya , quien, sorpresivamente, ayudó a bajar bolsas.

Jimena bajó corriendo, con su bloque de dibujos colgado del hombro.
—¡Mamá! ¡Lola también quiere nadar!

María Fernanda rió.
—Entonces asegúrate de que no se pierda.

La carpa principal se armó rápido, entre manos que ya conocían el arte de construir algo juntas.
Ángela distribuyó emparedados caseros.
Carla organizó juegos con las niñas.
Mercedes revisaba que todos tuvieran protector solar.
Juan Carlos supervisaba que los termos estuvieran llenos de café fresco.

Y María Fernanda...
observaba. Con paz.

“Escuchar a otras madres es como escuchar una parte de ti misma que no sabías que necesitabas”

Ángela estaba sentada junto a Cata y Lucía, dos madres que habían empezado a frecuentar el café desde hacía unos meses.
—Hace años que no me sentía tan tranquila —dijo Cata, mientras daba pequeños sorbos de té—. Gracias por esto.

—¿Te refieres a la excursión o a sentirte parte? —preguntó Ángela.
—A ambas cosas —contestó Lucía—. A veces creemos que necesitamos cambiarlo todo. Pero muchas veces solo necesitamos un lugar donde nos reciban con lo que somos.

Ángela asintió. Tomó un sorbo de su bebida y añadió:
—Yo aprendí eso esa tarde.
Pero hoy sé que no tengo que aprender sola.
Que puedo enseñar lo poco que sé…
y seguir aprendiendo lo mucho que ignoro.

“Los niños juegan como si fueran reyes. Porque en su mundo, lo son”

Kafka corría tras un grupo de niños que le lanzaban palitos al aire como si fueran pelotas reales.
Jimena estaba en el centro, dando órdenes imaginarias:

—¡Kafka, corre! ¡Esto es un rescate de dragones!
—¿Dragones? —dijo Emma, su amiga—. Si no existen.
—Hoy sí los hay —insistió Jimena—. Hoy todos somos valientes.

Una de las madres, sentada cerca, murmuró:
—Esa niña va a liderar un ejército cuando crezca.

“Comer no siempre es sobrevivir. A veces es celebrar”

Carla abrió la canasta de comida y sacó pan dulce, galletas de vainilla y frutas cortadas en trozos irregulares.
—Coman. Esto fue hecho con amor, aunque se vea malcortado.

Las madres rieron.
Alguien dijo:
—Espero que mañana haya más de esto.
—Lo habrá —contestó Carla—.
Siempre habrá más de esto.

Y era verdad.

“Cuando una tribu es noticia, no es casualidad. Es propósito”

Periodistas en el balneario

Mientras la tribu disfrutaba del día, dos personas con cámaras y micrófonos caminaban entre las sombrillas, curiosas por saber qué significaba el cartel violeta que llevaba una madre en la espalda de su mochila:

"CAFÉ Y TRIBU"

Uno de ellos se acercó a Lorena, quien estaba terminando su merienda.
—Disculpe, ¿usted forma parte de este grupo?
—Sí —contestó ella—. Somos parte de una comunidad.
Un lugar donde las madres no están solas.

—¿Sería posible hablar con alguien?

“Hablar de tu proyecto no es venderlo. Es contarle al mundo por qué existe”

María Fernanda se levantó despacio, con el cuaderno rojo en la mano.
Juan Carlos la acompañó un par de pasos, y luego retrocedió con discreción.

—Hola —saludó María Fernanda—. Soy María Fernanda.
—Hola —dijo uno de los periodistas—. Somos del programa comunitario. Vimos los autobuses, las pancartas, a los niños jugando...
¿Qué es "Café y Tribu"?

—Es un lugar —respondió—. Pero no como ningún otro.
Es un espacio seguro para madres cansadas, mujeres valientes
y gente que aún cree en el abrazo caliente de una taza.

—¿Y qué hacen aquí?
—Celebramos haber llegado hasta este punto.
Haber pagado deudas.
Haber creado redes de apoyo.
Haber elegido no rendirnos.

—¿Puedo grabarles un momento?
—Claro —sonrió—.
Pero avísame si ves que alguien llora de felicidad.
Eso siempre pasa.

“La vida te encuentra cuando decides ser real”

Los periodistas hicieron un pequeño recorrido entre los asistentes.
Capturaron imágenes de las madres riendo,
de los niños corriendo,
de Ángela cuidando a varios menores,
de Carla organizando juegos,
de Mercedes repartiendo helado.

Grabaron también a una mujer diciendo frente a la cámara:

"Aquí no vengo a comprar. Vengo a respirar.
Por primera vez en mucho tiempo, no estoy sola.
Estoy con mi tribu."




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