Manual ( No autorizado) Para evitar el amor

5. Cena a la carta (y con incendio incluido)

La semana transcurrió entre susurros, miradas curiosas y rumores interminables en la oficina. Cada pasillo parecía un club de fans improvisado; los compañeros de Emma y Lucas apostaban por quién daría el primer paso, mientras los dos protagonistas luchaban por mantener la cordura.

El concurso La pareja del año se acercaba, y Marta, la jefa, estaba más entusiasmada que nunca. Una mañana de lunes, llegó a la oficina con una carpeta enorme bajo el brazo y una sonrisa que asustó a todos.

—¡Ya tengo el cronograma oficial! —anunció, golpeando la carpeta contra la mesa de reuniones.

Emma se hundió en su silla, mientras Lucas parecía a punto de aplaudir.
—¿Y qué dice? —preguntó él con genuino interés.

Marta desplegó las hojas con un dramatismo propio de un presentador de reality show.
—Dinámicas semanales. Compatibilidad, cooperación, pruebas de confianza y… ¡vida de pareja!

Emma levantó la cabeza como un resorte.
—¿Vida de pareja? ¿Qué significa eso?

—Pues que deben demostrar cómo se organizan en casa. Cocina, limpieza, actividades del día a día. Ya saben, cosas simples… pero que reflejen unión.

Sofía, que estaba escuchando todo, se iluminó como un árbol de Navidad.
—¡Eso es perfecto! Podrían ensayar cocinando juntos.

Emma casi se atraganta con el café.
—¿Cocinando? Yo apenas sé hervir agua.

—Entonces es el plan ideal —replicó Sofía, con una sonrisa traviesa —Yo les presto mi cocina este viernes.

Lucas, por supuesto, aceptó sin titubeos.
—Cuenta con nosotros.

Emma lo miró con odio contenido.
—¿Por qué siempre dices “nosotros”?

—Porque somos un equipo, cariño.

El viernes llegó demasiado rápido. La cocina de Sofía estaba preparada como si fueran a grabar un programa culinario, ingredientes frescos sobre la mesa, utensilios perfectamente alineados y hasta una botella de vino tinto esperando en el centro.

Emma apareció con expresión de funeral.
—Esto es una mala idea.

—No —la corrigió Sofía, colocándoles delantales a ambos—Esto es una idea brillante.

Lucas, en cambio, parecía disfrutar cada segundo. Se ató el delantal como si se tratara de un uniforme de batalla.
—Bien, chef. ¿Cuál es el menú de hoy?

—Pollo al horno con verduras y una tarta de manzana —respondió Sofía, entusiasmada.

—Perfecto. Fácil —dijo Lucas, guiñándole un ojo a Emma.

—Fácil para ti, tal vez —gruñó ella, mirando la montaña de ingredientes como si fueran enemigos armados.

La comedia comenzó en cuanto Emma intentó cortar una cebolla.

—¿Por qué lloro tanto? —preguntó, con lágrimas escurriéndole por las mejillas.

—Porque la cebolla te está ganando la batalla —respondió Lucas, quitándole el cuchillo con suavidad —Déjame a mí.

Emma bufó, secándose los ojos con el dorso de la mano.
—Genial, ahora parezco la novia abandonada en el altar.

Mientras Lucas cortaba las verduras con destreza, Emma se encargó del pollo. El problema fue que confundió la sal con el azúcar y terminó embadurnando la carne como si preparara un postre experimental.

—¿Emma… qué estás haciendo? —preguntó Lucas, mirándola incrédulo.

—Sazonando. ¿Por qué?

Lucas probó con la punta del dedo y arqueó una ceja.
—Porque acabas de inventar el pollo caramelizado.

Sofía se doblaba de la risa en una esquina, grabando con su móvil para la posteridad.

El verdadero desastre llegó con la tarta de manzana. Emma insistió en manejar el horno, pero olvidó poner el temporizador. Cuando el olor a quemado invadió la cocina, fue demasiado tarde.

—¡El postre! —gritó Emma, abriendo la puerta del horno. Una nube de humo negro salió disparada.

—¡Cuidado! —Lucas reaccionó rápido, cerrando la puerta y tomando un trapo para ventilar la cocina. Sofía corrió a abrir las ventanas, mientras la alarma de humo comenzaba a sonar como si estuvieran bajo ataque.

En medio del caos, Lucas soltó una carcajada.
—Bueno, al menos tenemos pollo… dulce.

Emma lo fulminó con la mirada, aunque no pudo evitar reír también.
—Esto es un desastre.

—No —corrigió él, con la frente perlada de sudor —Esto es trabajo en equipo.

Por un momento, ambos se quedaron en silencio, mirándose entre las risas y el humo. Emma sintió que la tensión cambiaba de matiz sus ojos se encontraron, y la cercanía era distinta, más íntima. Emma y Lucas estaban tan serca que hubo un silencio pesado en el lugar.
Justo cuando el ambiente parecía volverse demasiado intenso, la puerta principal se abrió de golpe.

—¡Emma! —gritó una voz masculina —¿¡Qué demonios está pasando aquí!?

Emma se dio la vuelta, horrorizada.
—¡Martín!

Su hermano menor, con el ceño fruncido y el cuerpo tenso, entró en la cocina como un policía en operativo. Observó la escena. Emma en delantal, Lucas a su lado, la cocina llena de humo y Sofía grabando como si fuera un reality show.

—¿Quién rayos es este tipo? —preguntó Martín, señalando a Lucas con un dedo acusador.

Lucas se quedó inmóvil un segundo antes de extender la mano con calma.
—Lucas Alvarado. Encantado —Martín no la aceptó.
—¿Qué haces en la cocina de mi hermana?

—Cocinando… o intentándolo —contestó Lucas, sin perder la sonrisa.

El ambiente se tensó como una cuerda. Sofía, incapaz de contener la risa, salió de la habitación disimulando.

Lo que siguió parecía una escena de película de comedia familiar.

Martín cruzó los brazos.
—¿A qué te dedicas?

—Soy consultor empresarial.

—Eso suena a “no tengo un trabajo real”.

Lucas arqueó una ceja, divertido.
—Pues mi nómina dice lo contrario.

Emma intervino, desesperada.
—¡Martín, por favor!

—¿Dónde vives? —continuó el interrogatorio.

—En el centro.

—¿Tienes carro?

—Sí.

—¿De qué año? —Lucas sonrió con ironía.
—¿Qué sigue? ¿Mi historial médico?

—Si es necesario —replicó Martín, serio.




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