Manual ( No autorizado) Para evitar el amor

6. La Cena Familiar

Los días siguientes se convirtieron en una especie de carnaval emocional dentro de la oficina. Bastaba con que Emma entrara al edificio para que un murmullo colectivo la siguiera por los pasillos.
—Ahí va la novia del consultor —decía uno de los compañeros de trabajo.
—¿Ya viste cómo la mira? —dijo otra persona.

—Dicen que la invitó a cenar después del ensayo del concurso —dijo otra persona.

Emma intentó, por todos los medios posibles, no explotar. Caminaba con la cabeza en alto, el café en mano y la sonrisa diplomática de quien está a segundos de perder la cordura. A veces imaginaba que la música de Misión Imposible sonaba de fondo cada vez que intentaba cruzar un pasillo sin encontrarse con Lucas.

—¿Así que no son pareja, eh? —le susurró Sofía, su compañera de escritorio, apenas la vio sentarse frente a su computadora.
—No lo somo —Emma tecleó con firmeza, como si cada palabra que escribía pudiera borrar los rumores.
—Ajá. Claro. Y yo soy la princesa de Noruega.
—Sofía, por favor... —exhaló, tratando de mantener la compostura —Solo quiero sobrevivir a esta semana sin tener que explicarle a Recursos Humanos por qué mi "novio falso" y yo no compartimos contraseña de Netflix.

Pero era inútil. La foto que había circulado por la interno de la empresa —ella y Lucas sonriendo frente al espejo, ensayando para el concurso— ya era un ícono. La imagen estaba pegada incluso en la sala de descanso, con un texto que decía.
"La Pareja del Año, candidatos oficiales al amor corporativo."

Para colmo, Lucas se tomaba todo aquello con un humor desconcertante.
—No veo el problema, Emmita —le dijo una tarde mientras revisaban unos documentos —Si todos creen que somos pareja, pues... que lo crean. No hacemos daño a nadie.
—Claro, a nadie excepto a mi reputación, mi salud mental y mi deseo de huir a otro país —replicó ella.
—¿Y si ese país fuera conmigo?
—¡Lucas!
—Solo digo, sería más creíble.

Emma lo fulminó con la mirada, aunque el gesto se desvaneció cuando él le guiñó un ojo. Lo odiaba. O eso intentaba recordarse cada vez que su sonrisa hacía que el corazón le latiera con fuerza.

Esa tarde, el rumor alcanzó su punto máximo. Marta, su jefa, apareció con un brillo travieso en los ojos y un cronograma en la mano.
—Chicos, tengo noticias —dijo con su tono de “esto va a ser divertido”.
Emma y Lucas se miraron con cautela, como dos alumnos a punto de ser reprendidos.
—El comité del concurso acaba de anunciar la siguiente fase —explicó Marta —Una semana de convivencia para demostrar compatibilidad y trabajo en equipo.
—¿Convivencia? —repitió Emma, pálida.
—Sí. Pero tranquilos, pueden practicar —Marta sonrió —Sofia y yo pensamos que una cena de pareja podría ayudar a reforzar la química.

Emma apenas pudo abrir la boca para protestar cuando escuchó el resto:
—Y ya organizamos todo. Cena casera, ambiente romántico, Sofía cocinará.
—¿Qué? —Emma casi gritó —¡Sofía no sabe cocinar!
—Por eso será divertido —respondió Marta con total naturalidad.

Horas más tarde, Emma estaba en su departamento, mirando a Sofía batir algo que se suponía era puré de papas, pero que parecía más bien cemento artístico.
—Sofía, eso… eso no se ve comestible.
—Confía, Emmita. En YouTube dijeron que si huele raro, es porque va bien.

Lucas llegó justo cuando un ruido de chispeo y un pequeño ¡puf! inundaron la cocina. Una nube de humo blanco cubrió el aire.
—¿Acá es la práctica de “vida de pareja” o el rodaje de Los Cazafantasmas? —bromeó él, abanicando el humo con la mano.
—No te rías, esto es tu culpa —le reprochó Emma, tosiendo.
—¿Mi culpa?
—Sí, por aceptar tan feliz este absurdo concurso.
—Bueno, podría ser peor —Lucas tomó una cucharada del puré mutante y la probó con total descaro —Mmm… interesante.
—¿Interesante? —preguntó Sofía, ilusionada.
—Sí. Tiene la textura del yeso y el sabor de la traición.

Las tres estallaron en carcajadas. El desastre culinario terminó con Lucas y Emma intentando apagar un pequeño fuego que se inició cuando Sofía dejó la servilleta demasiado cerca del horno. Fue un caos, pero un caos divertido, de esos que uno recuerda con cariño.

Apenas habían logrado sentarse con una pizza de emergencia, cuando la puerta del departamento se abrió de golpe.
—¡¿Qué demonios está pasando acá?! —gritó Martín, el hermano mayor de Emma, entrando con cara de policía en una redada.
Emma casi se atraganta con su bebida.
—¡Martín! ¿Qué haces aquí?
—Venía a devolverte tu paraguas y escuché risas, fuego y una voz masculina —Se giró hacia Lucas con el ceño fruncido—. ¿Y este quién es?

Lucas se levantó con calma, con esa sonrisa suya que podía desarmar cualquier situación.
—Buenas noches. Soy Lucas, colega de trabajo de Emma.
—¿Colega de trabajo o candidato a cuñado? —preguntó Martín cruzándose de brazos.
—¡Martín! —protestó Emma, colorada.
—Solo pregunto. Uno tiene que cuidar a su hermanita.

El ambiente se llenó de tensión cómica. Sofía, desde la cocina, grababa discretamente con el celular.
—Tranquilo, Martín —dijo Lucas, acercándose —Solo vine a cenar y, por cierto, su hermana cocina fatal.
—¡Eh! —exclamó Emma.
—Así que no te preocupes, no hay peligro de que me quede a vivir —añadió Lucas con humor.

Martín lo observó un momento más, hasta que suspiró y murmuró:
—Te estoy vigilando, Alvarado.
—Perfecto. Siempre quise un guardaespaldas personal —replicó Lucas con una sonrisa.

Sofía apenas podía contener la risa. Emma, entre avergonzada y divertida, lo llevó al pasillo.
—Perdón por mi hermano. Es… intenso.
—Me cae bien —dijo Lucas —Tiene ese encanto de “suegro enojado” de las películas.

Emma lo miró con incredulidad.
—No digas eso, por favor.
—Demasiado tarde —Él sonrió —Creo que gané puntos.




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