Lucas tosió disimuladamente.
—Podemos hacerlo bien esta vez, lo prometo.
Horas más tarde, ambos se encontraron frente a una cámara improvisada en la sala de conferencias. Marta insistió en grabar un mensaje oficial para enviar al comité.
El plan era simple, decir que su relación era auténtica, que no había trampas, y que ambos estaban plenamente comprometidos con el proyecto.
Sonaba fácil. En teoría.
—Buenos días, somos Emma Moore y Lucas Alvarado —comenzó Emma, mirando a la cámara con su mejor sonrisa tensa —Queremos aclarar los rumores sobre nuestra… relación.
Lucas, a su lado, asintió.
—Así es. Todo comenzó de forma muy natural. Una mirada, un proyecto, un café… y, bueno, un contrato de broma.
Emma lo miró con advertencia.
—Lucas…
—¿Qué? Estoy siendo honesto.
Intentó retomar la compostura.
—Lo importante es que nuestro vínculo es… profesionalmente emocional.
—¿Profesionalmente emocional? —repitió Marta desde detrás de la cámara —¿Qué significa eso?
—Significa que… eh… nos respetamos, pero con… sentimiento.
Lucas no aguantó la risa.
—Creo que quiere decir que me ama, pero no lo admite.
—¡Lucas! —exclamó Emma, ruborizada.
La cámara seguía grabando. Marta se frotó la frente con desesperación.
—Paren, paren, ¡paren! Esto parece un sketch de comedia.
—¿No es eso lo que somos? —bromeó Lucas, sin darse cuenta de que Marta no tenía el más mínimo sentido del humor en ese momento.
La grabación, que nunca debió salir de esa sala, terminó circulando misteriosamente entre los empleados. En cuestión de horas, todos tenían acceso al video donde Emma y Lucas se acusaban entre risas de “amor no admitido”.
El rumor explotó por completo.
Ahora ya no solo se dudaba de su relación, sino de su profesionalismo.
Los mensajes anónimos en la intranet no tardaron en aparecer.
“¿Quién necesita Netflix cuando tienes la telenovela Emma & Lucas en vivo?”
“Cláusula 2. fingir bien o morir en el intento.”
“Yo apuesto 100 pesos a que se enamoran de verdad antes del final del concurso.”
Emma estaba a punto de perder la cabeza.
—Voy a renunciar —Le dijo a Sofía, desesperada.
—No puedes, el concurso termina en dos semanas.
—Exacto. Dos semanas más de humillación.
—O dos semanas para conquistar al público —bromeó su amiga.
—Sofía, no ayudes.
A media tarde, Marta los citó nuevamente en su oficina.
—Cierren la puerta —ordenó.
Ambos lo hicieron. El silencio pesaba tanto que hasta el reloj parecía evitar hacer ruido.
—He hablado con el comité del concurso —comenzó Marta —Quieren una revisión interna. Si confirman que todo fue una farsa, los dos quedan fuera. Y no solo del concurso… sino de la empresa.
Emma tragó saliva. Lucas se enderezó, serio por primera vez.
—Marta, no mentimos.
—Eso espero —respondió ella, mirándolos fijamente —Porque si descubro que esta historia de amor es un invento, los dos estarán fuera de aquí antes de que suene el timbre del café.
Emma intentó mantener la calma.
—No es una farsa, Marta. Es solo… complicado.
—Complicado o no, arréglense —Marta los señaló —Tienen una semana para limpiar su imagen, convencer al comité y salvar este desastre.
Salieron de la oficina en silencio.
Cuando la puerta se cerró, Lucas exhaló lentamente.
—Bueno… eso estuvo cerca.
—“Cerca” es una palabra muy optimista —respondió Emma —Creo que acabo de perder cinco años de vida.
—Míralo así —dijo él, sonriendo con su habitual calma —Si nos echan, al menos tendremos más tiempo para salir de verdad.
Emma lo fulminó con la mirada.
—Lucas…
—Sí, sí. Lo sé. Silencio. Profesionalismo.
—Exacto.
—Pero admítelo —susurró él mientras caminaban por el pasillo —Fue divertido verte defendernos como si fuéramos una pareja real.
Emma no respondió.
Porque, para su desgracia, tenía razón.
por un instante, en medio del caos y las risas nerviosas, había sentido que todo eso —las miradas, las peleas, los malentendidos —era demasiado real.
Y quizás, solo quizás, lo que había empezado como una farsa estaba empezando a parecerse peligrosamente a algo más.
La jornada había comenzado con una tensión que podía cortarse con un alfiler. Los pasillos de la oficina estaban más silenciosos que de costumbre, como si todos contuvieran la respiración ante lo que se rumoreaba desde la mañana, una posible sanción del comité del concurso por “inconsistencias” en la relación de Emma y Lucas.
Emma no había dormido. Las ojeras bajo sus ojos eran prueba suficiente de una noche de vueltas, pensamientos enredados y una punzada de miedo que no se iba. Desde que Marta los llamó a su despacho y los amenazó con despedirlos si resultaban estar mintiendo, su cabeza no paraba de repetir una sola frase, esto se fue demasiado lejos.
Cuando Lucas apareció en el pasillo, con ese paso tranquilo y la misma sonrisa de siempre, Emma sintió cómo la rabia y la angustia le subían al pecho. No era justo. No después de todo lo que habían pasado.
Él, en cambio, parecía impasible. Saludó con un gesto a algunos compañeros y se acercó a su escritorio como si nada hubiera ocurrido.
—¿De verdad vas a seguir actuando como si todo estuviera bien? —le espetó Emma, levantándose de su asiento.
Lucas levantó la vista del monitor, arqueando una ceja.
—Buenos días para ti también, Moore. ¿Dormiste mal o el café está más amargo hoy?
—No te hagas el gracioso, Lucas —replicó ella, cruzando los brazos —Tenemos que hablar. Ahora.
Sofía, que estaba en su puesto cercano, levantó la cabeza al oír ese tono. Antes de poder intervenir, Emma ya había tomado la mano de Lucas y tirado de él hacia el pasillo. Él, sorprendido, apenas alcanzó a tomar su chaqueta antes de que ella lo arrastrara hasta su oficina.
—Emma, ¿qué…? —intentó decir, pero ella ya cerraba la puerta de un golpe.
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romance contemporaneo juvenil, chick-lit / romance ligero, noviazgo falso / contrato de amor
Editado: 11.10.2025