Manual para Enamorar a la Persona Correcta

CAPÍTULO 1

TIP #1: NO EXISTE EL MANUAL PERFECTO

(Pero vamos a intentarlo de todas formas porque somos idiotas optimistas)

Antes de que empieces a leer esto como si fuera la Biblia del romance, déjame aclararte algo: no soy un gurú del amor. No tengo un doctorado en "Cómo No Cagarla Con La Mujer De Tus Sueños", y definitivamente no soy el tipo de persona que debería estar dando consejos románticos.

Pero resulta que tú, mi mejor amigo, me lo pediste. Y resulta que yo, por alguna razón que aún no logro entender, viví algo que vale la pena contar. Así que ahí va tu manual, aunque te advierto que es más bien una recopilación de errores épicos que, por milagro divino o pura casualidad cósmica, resultaron bien.

Ahora que tengo todo el tiempo del mundo para recordar cada detalle, puedo contarte exactamente cómo empezó todo. Y cuando digo "exactamente", me refiero a que voy a incluir hasta el momento más vergonzoso de mi vida adulta.

REGLA #1: Ningún manual del mundo puede prepararte para conocer a la persona correcta en el momento más incorrecto posible.

Y por "momento incorrecto" me refiero a estar atrapado en un elevador por dos horas con alguien que acabas de conocer y que, aparentemente, tiene claustrofobia. Y por "claustrofobia" me refiero a que estaba a punto de arrancarme la cabeza.

EL ELEVADOR DEL INFIERNO

Día 1 de Emma en mi vida (aunque aún no sabía que sería EL Día 1)

Era martes. Lo sé porque los martes son universalmente horribles, y este no iba a ser la excepción. Mi primer error fue llegar tarde a la oficina porque decidí "probar" esa nueva cafetería que prometía "el mejor café de la ciudad". Spoiler alert: sabía a agua sucia con aspiraciones.

Mi segundo error fue subirme al elevador del edificio más viejo de todo el distrito financiero. Ese elevador tenía más años que la democracia y hacía más ruido que mi estómago en ayunas.

Mi tercer error, y el más catastrófico, fue apretar el botón de cerrar puerta justo cuando una mujer corría hacia mi gritando "¡Esperen, esperen!"

—¡Por favor! —alcanzó a gritar mientras metía la mano entre las puertas que ya se cerraban, sus ojos verdes brillando con desesperación.

Obviamente, las puertas se abrieron de nuevo con ese sonido mecánico que significa "alguien va a morir aquí adentro". Ella entró como huracán, jadeando, con el pelo despeinado y cargando lo que parecía ser medio Staples en una bolsa que claramente iba a romperse en cualquier momento.

Se recargó contra la pared del elevador, llevándose una mano al pecho mientras trataba de recuperar el aliento. Tenía las mejillas sonrojadas por la carrera y pequeñas gotas de sudor en la frente.

—Gracias —dijo entre respiraciones entrecortadas, cerrando los ojos por un momento—. Odio llegar tarde el primer día.

—No hay problema —mentí, porque obviamente SÍ había problema. Yo también llegaba tarde, y ahora íbamos a hacer paradas en no-sé-cuántos pisos.

Apreté el 8 mientras ella se acomodaba la blusa arrugada. Ella extendió la mano hacia el panel y apreté el 8 también. Nuestros dedos casi se rozaron, y por alguna razón eso me puso más nervioso de lo que debería.

—¿En serio? —pregunté, girándome para mirarla directamente por primera vez.

Ahí fue cuando pude apreciar lo absolutamente hermosa que era esta mujer, con esa belleza natural que no necesita maquillaje para ser devastadora.

—¿En serio qué?

—¿También vas al octavo?

—Sí, ¿por qué?

—Porque trabajo ahí. En Creatives & Associates.

Ella me miró como si acabara de decirle que trabajaba cazando unicornios, sus cejas alzándose en sorpresa genuina.

—Yo también trabajo ahí. Bueno, empiezo a trabajar ahí. Hoy. Ahora. Si es que este elevador del jurásico decide llevarnos algún día —dijo, dándole una palmadita sarcástica a la pared del elevador.

Como si el universo hubiera estado esperando exactamente ese comentario para demostrar su sentido del humor, el elevador se detuvo. Completamente. Entre el quinto y sexto piso.

Con un ruido que sonaba como si estuviera muriendo.

Los números del panel se apagaron. La luz titubeó. El silencio que siguió fue ensordecedor.

—No, no, no, no, NO —dijo ella, y su voz subió como tres octavas mientras se acercaba al panel y empezaba a apretar botones frenéticamente.

—Tranquila, esto pasa seguido —mentí de nuevo, porque en realidad nunca me había pasado—. Seguro es solo un...

CLANK.

El elevador se sacudió violentamente. Emma se tambaleó e instintivamente se agarró de mi brazo, sus dedos apretándose con fuerza a través de la manga de mi camisa.

—¿UN QUÉ? —gritó ella, su rostro ahora completamente pálido—. ¿SEGURO ES SOLO UN QUÉ?

—Un... ¿problemita técnico menor? —dije, tratando de sonar convincente mientras sentía cómo su mano temblaba contra mi brazo.

Ella me miró con una cara que claramente decía "eres un idiota" y se soltó de mí para dirigirse al botón de emergencia, pero antes de que pudiera llegar a él, yo lo apreté con más fuerza de la necesaria.



#2436 en Novela romántica
#843 en Otros
#325 en Humor

En el texto hay: comedia, romance de oficina, amistad amor drama

Editado: 23.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.