TIP #6: LAS PRESENTACIONES DE POWERPOINT REVELAN EL ALMA
(O cómo descubrir la verdadera personalidad de alguien a través de sus diapositivas)
Amigo, ahora viene una lección crucial que todos los hombres deberían aprender pero que la mayoría descubre demasiado tarde: si realmente quieres conocer a alguien, no la lleves a cenar. Haz una presentación de PowerPoint con ella.
REGLA #6: Las presentaciones corporativas son ventanas al alma. Ahí es donde ves si alguien es perfeccionista o relajado, creativo o conservador, colaborativo o controlador. Y si tienes suerte suficiente para trabajar EN una presentación con la persona que te gusta, vas a aprender más sobre ella en tres horas que en tres meses de citas casuales.
Y resulta que Emma tenía una relación muy específica y muy problemática con las presentaciones de PowerPoint.
Una relación que me dio la oportunidad perfecta de conocer su lado más vulnerable, más perfeccionista, y más absolutamente adorable.
LA CRISIS DE LA PRESENTACIÓN TRIMESTRAL
Mes 4 de conocer a Emma, Semana 2 post-crisis de papá.
Todo empezó un lunes por la mañana cuando Carol decidió que era momento de torturar a su equipo con el evento más temido de cualquier oficina: la presentación trimestral para los jefes corporativos.
—Emma —anunció desde su escritorio, levantando la vista de sus papeles con la autoridad de alguien que está a punto de arruinar el día de otra persona—. Necesito que prepares la presentación de resultados del trimestre para este viernes.
Emma, que estaba pacíficamente regando a Fernanda, se quedó inmóvil como si Carol acabara de anunciar que el mundo se iba a acabar. La pequeña regadera quedó suspendida en el aire, goteando sobre la maceta.
—¿El viernes que viene? —preguntó con una voz que sonaba como si estuviera confirmando su propia sentencia de muerte, girándose lentamente hacia Carol.
—El viernes que viene. Los de corporativo vienen a revisar números, y necesitan ver todo: análisis de costos, proyecciones, comparativos con el trimestre anterior, el paquete completo —explicó Carol, enumerando cada requisito como si estuviera leyendo una lista de tortura.
—¿Cuántas diapositivas? —preguntó Emma, bajando la regadera con manos que ya empezaban a temblar ligeramente.
—Las que necesites. Pero que sea profesional. Estas presentaciones las ve el director general —respondió Carol con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Emma se puso pálida, el color drenándose completamente de su rostro.
—Carol, ¿no podrías hacer tú la presentación? Digo, tú eres la jefa del departamento —sugirió Emma, con una nota de súplica apenas contenida en su voz.
—Emma, tienes que aprender a hacer estas cosas. Es parte de crecer profesionalmente —respondió Carol, organizando sus papeles con movimientos bruscos que dejaban claro que la conversación había terminado.
—Pero yo no soy buena con las presentaciones —murmuró Emma, pasándose una mano nerviosa por el pelo.
—Entonces esta es una oportunidad perfecta para mejorar —rebatió Carol, levantándose de su escritorio.
Carol se alejó con esa sonrisa sádica que tienen los jefes cuando le dan a alguien una tarea que saben que va a causar sufrimiento, dejando a Emma ahí parada como una estatua.
Emma se quedó inmóvil, sosteniendo la regadera como si se hubiera olvidado completamente de para qué la usaba, con una expresión de pánico absoluto pintada en su rostro.
—Emma —le dije, levantándome inmediatamente de mi escritorio y acercándome con pasos cautelosos—. ¿Estás bien?
—No —dijo inmediatamente, volteándose hacia mí con ojos muy abiertos—. Definitivamente no estoy bien.
—¿Por qué? Solo es una presentación —dije, tratando de sonar casual mientras evaluaba su nivel de pánico.
Emma me miró como si acabara de decir que los tiburones eran mascotas apropiadas para niños, con una mezcla de incredulidad y horror.
—Matt, yo no hago presentaciones —declaró, dejando la regadera en su escritorio con manos temblorosas.
—¿Qué quieres decir con que no haces presentaciones? —pregunté, inclinándome contra su escritorio para mostrarle que tenía toda mi atención.
—Quiero decir que la última vez que tuve que hacer una presentación fue en la universidad, y fue tan desastrosa que mi profesor me dijo que considerara carreras que no involucraran hablar en público —explicó, sentándose pesadamente en su silla como si el recuerdo la hubiera agotado.
—¿En serio te dijo eso? —pregunté, genuinamente indignado por ella.
—Bueno, no con esas palabras exactas. Pero me puso un 6 y escribió en mi evaluación que "tal vez la presentación oral no sea mi fortaleza" —dijo, haciendo comillas en el aire con una mueca amarga.
—Emma, eso fue hace años. Estoy seguro de que ahora eres mejor —le aseguré, acercando una silla para sentarme a su lado.
—¿Basado en qué evidencia?
—Basado en que eres increíblemente inteligente, sabes más sobre estos números que cualquier otra persona en la oficina, y literalmente puedes convencer a un ladrón de almuerzos de que confiese solo con psicología —enumeré, gesticulando para enfatizar cada punto.