Manual para no enamorarse de vos

Regla #9: No te hagas la que no notaste que están en una cita hasta que oficialmente sea una cita.

El segundo experimento duró exactamente once días antes de su primera prueba real.

Marina estaba en su departamento un sábado por la mañana, tratando de escribir un ensayo sobre Julio Cortázar que tenía que entregar el lunes, cuando recibió un mensaje de Sebastián:

Sebastián: mi sistema de alarma está sonando.

Habían establecido que esa era la frase código para "necesito espacio pero no me estoy yendo, solo necesito que lo sepas".

Marina: ¿qué lo activó?

Sebastián: me desperté pensando en vos. específicamente, pensando en que quería verte hoy aunque no tengamos planes.

Marina: ¿y eso activó tu alarma porque...?

Sebastián: porque querer ver a alguien en fines de semana sin motivo específico se siente muy... pareja.

Marina se rió sola en su cama.

Marina: sebastián, ¿te das cuenta de que llevamos dos meses hablando todos los días y compartiendo libros de psicología?

Sebastián: sí, pero eso era... educativo.

Marina: ¿y querer verme un sábado es qué?

Sebastián: romántico. y lo romántico me pone nervioso.

Marina: está bien. respirá. ¿qué necesitás específicamente?

Sebastián: necesito que me digas que está bien querer verte sin que eso signifique que tengo que definir lo que somos.

Marina miró el mensaje durante un rato. Seis meses atrás, esa conversación le habría parecido una red flag gigante. Alguien que no podía ni siquiera admitir que quería pasar tiempo con ella sin entrar en pánico. Pero ahora, después de leer sobre apego evitativo y de ver cómo Sebastián realmente se esforzaba por quedarse presente, le pareció más bien... tierno.

Marina: está bien querer verme. está bien que no sepas cómo definir lo que somos. está bien tener ganas de pasar tiempo conmigo solo porque sí.

Sebastián: ¿segura?

Marina: segurísima. de hecho, yo también tengo ganas de verte. ¿eso te da más pánico o te tranquiliza?

Sebastián: las dos cosas. pero más tranquiliza.

Marina: perfecto. ¿querés venir a ayudarme a procrastinar este ensayo?

Sebastián: ¿eso cuenta como una cita?

Marina: cuenta como dos personas que se caen bien pasando tiempo juntas un sábado. si querés llamarle cita, podés. si no querés, no.

Sebastián: me gusta esa definición.

Marina: entonces vení. traé café bueno y tu capacidad de distracción.

Una hora después, Sebastián estaba en su puerta con dos cortados y una bolsa de medialunas.

—¿Esto es muy pareja? —preguntó, mostrando la bolsa.

—Es muy rico —respondió Marina—. Pasa.

Sebastián nunca había estado en su departamento. Marina lo vio mirando alrededor, notando los libros apilados en todos lados, las plantas que sobrevivían milagrosamente en las ventanas, la pared llena de notas adhesivas con citas y recordatorios.

—¿Siempre vivís en medio de tanto... contenido? —preguntó, señalando la pared.

—Es mi sistema de organización. O de desorganización. Aún no lo tengo claro.

—Me gusta. Se siente como estar adentro de tu cabeza.

—¿Eso es bueno o malo?

—Es interesante. Tu cabeza es un lugar interesante.

Se instalaron en la mesa del living. Marina abrió su laptop, Sebastián sacó un libro. La idea era que ella escribiera y él leyera en silencio, pero terminaron hablando cada cinco minutos.

—¿De qué es el ensayo? —preguntó él.

—Sobre cómo Cortázar usa el tiempo no lineal para explorar las relaciones humanas. Muy meta para alguien que no puede ni siquiera definir su propia relación.

—¿Querés que sea tu conejillo de indias?

—¿Cómo?

—Explicame tu tesis y yo te digo si tiene sentido para alguien que no estudia literatura.

Marina le explicó su interpretación de "Rayuela", de cómo los personajes de Cortázar se mueven entre tiempos y espacios tratando de encontrar conexiones auténticas. Sebastián escuchaba con esa atención concentrada que ponía cuando algo le interesaba realmente.

—¿Sabés qué me parece raro? —dijo cuando ella terminó.

—¿Qué?

—Que estés escribiendo sobre personajes que no pueden definir sus relaciones, cuando nosotros tampoco podemos definir la nuestra.

—¿Te parece que somos como Oliveira y la Maga?

—No sé quiénes son, pero si son dos personas inteligentes que se complican la vida por pensar demasiado, entonces sí.

Marina se rió.

—Sebastián, ¿alguna vez leés ficción?

—No mucho. Prefiero los manuales de instrucciones.

—¿Manuales de instrucciones?

—Libros que te dicen cómo arreglar cosas, cómo funciona algo, cómo resolver problemas específicos. La ficción me da ansiedad.

—¿Por qué?

—Porque nunca sabés qué va a pasar. Los personajes toman decisiones impredecibles y todo puede salir mal en cualquier momento.

Marina lo miró con una expresión que mezcla diversión y comprensión.

—Sebastián, ¿te das cuenta de que acabás de describir la vida real?

—Sí, pero en la vida real puedo controlar algunas variables. En los libros tengo que confiar en que el autor no va a hacer que todo termine horrible.

—¿Y si te dijera que hay libros donde las cosas salen bien?

—¿Existen esos?

—Se llaman comedias románticas.

—¿Y la gente realmente las lee?

—La gente realmente las lee. Y ve las películas. Y a veces hasta vive sus propias versiones.

Sebastián la miró con curiosidad.

—¿Vos creés que estamos viviendo una comedia romántica?

Marina se detuvo a pensarlo. Dos personas con problemas de apego que se conocen en una clase aburrida, desarrollan un sistema de comunicación por notas escritas, se complican con sus propios miedos, y terminan leyendo libros de autoayuda juntos para entenderse mejor.




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