Manual para no enamorarse de vos

Regla #13: Ser novios no significa que automáticamente sabés cómo ser novios.

La primera semana como novios oficiales fue rara de una forma que ninguno de los dos había anticipado.

No rara en el mal sentido. Rara en el sentido de que suddenly tenían que navegar pequeñas decisiones que antes no existían. ¿Se despedían con un beso todos los días después de clase? ¿Sebastián podía aparecer en su departamento sin avisar? ¿Tenían que hacer cosas de pareja como ir al cine los fines de semana?

El martes por la tarde, Marina estaba en la biblioteca tratando de concentrarse en un ensayo sobre Borges cuando recibió un mensaje de Sebastián.

Sebastián: estoy parado afuera de la biblioteca con café para vos pero no sé si está bien interrumpir tu tiempo de estudio.

Marina miró por la ventana y lo vio parado en la vereda, con dos vasos de café, mirando el edificio como si fuera un rompecabezas que no sabía cómo resolver.

Marina: ¿cuánto tiempo llevás ahí parado?

Sebastián: cinco minutos. tal vez diez.

Marina: ¿por qué no entraste directamente?

Sebastián: porque no sé si los novios pueden interrumpir así nomás o si tienen que pedir permiso primero.

Marina se rió lo suficientemente fuerte como para que la bibliotecaria la mirara mal.

Marina: bajando ahora mismo.

Lo encontró exactamente donde lo había visto por la ventana, con cara de estar resolviendo un problema de ingeniería particularmente complejo.

—Hola —dijo él, extendiéndole un café—. Traje cortado porque recordé que dijiste que el cappuccino te parece pretencioso.

—Hola —respondió Marina, aceptando el café y dándole un beso rápido en la mejilla—. ¿En serio estuviste ahí parado diez minutos debatiendo si podías entrar?

—Ocho minutos. Y sí, porque no quiero ser el novio agobiante que aparece sin avisar y arruina tu rutina de estudio.

—Sebastián, literalmente me pasé la última hora mirando Instagram en lugar de leer sobre laberintos metafísicos. Tu interrupción es bienvenida.

—¿Pero está bien? ¿Que haga este tipo de cosas?

Marina lo miró con esa mezcla de ternura y exasperación que se estaba volviendo familiar.

—¿Qué tipo de cosas? ¿Traerme café cuando sabés que lo necesito?

—Cosas de novio. Gestos románticos espontáneos.

—¿Esto cuenta como gesto romántico espontáneo?

—No sé. Los artículos que leí mencionaban que los pequeños gestos eran importantes, pero no especificaban cuáles o cuándo.

—¿Estás leyendo artículos sobre cómo ser novio?

Sebastián se sonrojó.

—Posiblemente.

—¿Cómo "5 formas de ser el novio perfecto" y "Errores que arruinan las relaciones nuevas"?

—Más como "Cómo mostrar afecto sin ser overwhelming" y "La diferencia entre ser atento y ser controlador".

Marina sintió algo derritiéndose en su pecho.

—Sebastián, ¿te das cuenta de que el hecho de que te preocupes por no ser overwhelming es exactamente la razón por la que no sos overwhelming?

—¿Segura? Porque ayer te escribí tres veces antes del mediodía y después me quedé paranoico de que era demasiado.

—¿Qué me escribiste?

—Buenos días, después una foto de un perro que vi en la calle porque me acordé que dijiste que te gustan los golden retrievers, después te pregunté qué estabas almorzando.

—¿Y eso te parece excesivo?

—Me parecía que tal vez era muy... presente.

Marina se rió.

—Sebastián, mi ex me escribía una vez cada tres días y siempre era para preguntarme algo práctico. Vos me escribiste sobre un perro porque sabés que me gustan. Eso no es ser overwhelming, eso es ser thoughtful.

—¿En serio?

—En serio. Y podés seguir apareciendo con café cuando quieras. De hecho, me gusta que hagas eso.

—¿Pero cómo sé cuándo está bien y cuándo no?

Marina se apoyó contra la pared de la biblioteca.

—¿Podemos hacer un experimento?

—¿Otro experimento?

—Uno donde dejamos de preguntarnos si cada cosa que hacemos está bien y empezamos a preguntarnos si se siente natural.

—¿Y si se siente natural pero después resulta que no está bien?

—Entonces hablamos de eso cuando pase. Pero por ahora, ¿se sintió natural traerme café?

Sebastián lo pensó.

—Sí. Estaba caminando por acá, vi la cafetería, me acordé de que dijiste que ibas a estar estudiando toda la tarde, y pensé que tal vez te haría bien un break.

—¿Y eso se sintió como una decisión forzada o como algo que querías hacer?

—Como algo que quería hacer.

—Entonces estaba perfecto.

—¿Así de simple?

—Así de simple.

Sebastián tomó un sorbo de su café.

—¿Sabés qué es lo más raro de todo esto?

—¿Qué?

—Que antes de estar con vos, nunca me había preocupado tanto por hacer las cosas bien.

—¿Eso es bueno o malo?

—Creo que es bueno. Significa que me importa no cagarla.

—¿Y antes no te importaba no cagarla?

—Antes asumía que la iba a cagar igual, entonces para qué esforzarse.

Marina lo miró durante un momento largo.

—¿Y conmigo no asumís que la vas a cagar?

—Conmigo asumo que tal vez podemos cagarla juntos, pero también arreglarla juntos.

—Me gusta esa versión mejor.

—A mí también.

Caminaron hasta un banco que estaba bajo un árbol que ya había perdido todas sus hojas.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo Marina.

—Sí.

—¿Te molesta que yo no esté leyendo artículos sobre cómo ser novia?

Sebastián se rió.

—¿No estás leyendo artículos?

—No. Estoy improvisando completamente.

—¿Y cómo sabés qué hacer?

—Hago lo que se siente bien en el momento. Como besarte cuando llegás con café. O escribirte cuando veo algo que me parece que te gustaría. O preguntarte cómo estuvo tu día porque genuinamente quiero saberlo.

—¿Y eso funciona?

—Por ahora sí. ¿Funciona para vos?

—Sí, pero me da un poco de envidia que sea tan natural para vos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.