Su primera pelea como novios oficiales empezó por un malentendido sobre una empanada.
Era viernes por la noche y habían decidido quedarse en el departamento de Marina viendo una película. Sebastián había traído empanadas de la panadería de su barrio, orgulloso porque recordaba que Marina había mencionado que tenía ganas de comer algo casero.
—Son de pollo —dijo, abriendo la bolsa—. El señor de la panadería me preguntó si eran para mi novia y cuando le dije que sí, me dio una extra gratis.
—¿En serio? —Marina sonrió mientras preparaba platos—. ¿Qué le dijiste exactamente?
—Le dije que mi novia había tenido una semana complicada y que quería sorprenderla con algo rico.
Marina se detuvo con los platos a medio camino hacia la mesa.
—¿Le contaste sobre mi semana a un desconocido?
—No le conté detalles —dijo Sebastián, sin registrar el cambio en el tono de Marina—. Solo que habías tenido mucho trabajo y que querías hacer algo lindo para vos.
—¿Pero por qué tenías que contarle algo?
Sebastián frunció el ceño.
—No sé, surgió en la conversación. ¿Por qué? ¿Está mal?
Marina puso los platos en la mesa con más fuerza de la necesaria.
—No está mal, solo... no sé, me parece raro que hables de mí con gente que no conocés.
—¿Raro cómo?
—Raro como... privado. Mi semana fue privada.
Sebastián se sentó lentamente, tratando de entender qué había pasado en los últimos treinta segundos.
—Marina, literalmente solo dije que habías tenido mucho trabajo. No le conté que discutiste con tu jefe o que estás estresada por el ensayo de Borges.
—Pero igual compartiste información sobre mí.
—Información como que sos mi novia y que a veces tenés semanas complicadas como cualquier ser humano normal.
—No es lo mismo.
—¿Qué no es lo mismo?
Marina se sentó pero no empezó a comer. Tenía esa expresión tensa que aparecía cuando algo la molestaba pero no sabía bien qué.
—Nada, olvidalo. Las empanadas están buenas.
—No, pará —dijo Sebastián—. Claramente algo te molesta. Decime qué es.
—Ya te dije. Me molesta que hables de mí con extraños.
—Pero no entiendo por qué eso está mal.
—¡Porque no te pedí que lo hicieras!
La frase salió más fuerte de lo que Marina había planeado. Se quedaron en silencio durante un momento, mirándose desde lados opuestos de la mesa pequeña.
—Está bien —dijo Sebastián lentamente—. No lo voy a hacer más. Pero me ayudaría entender por qué te molesta tanto.
Marina jugó con su empanada sin comerla.
—Es que... no sé, me hace sentir como si fuera un tema de conversación. Como si mi vida fuera algo que podés usar para hacer charla con la gente.
—¿Eso es lo que pensás que hice?
—No sé lo que pienso.
Sebastián se recostó en su silla.
—¿Sabés qué me parece que está pasando realmente acá?
—¿Qué?
—Que esto no es sobre la empanada o sobre el señor de la panadería.
Marina lo miró con desconfianza.
—¿Sobre qué es entonces?
—Sobre el hecho de que le dije "mi novia" a alguien por primera vez, y eso te asustó.
Marina abrió la boca para protestar, después la cerró.
—Eso es ridículo.
—¿En serio? Porque hace una semana me estabas preguntando si podías presentarme como tu amigo porque no sabías cómo llamar a lo nuestro. Y ahora yo voy y le digo "mi novia" a un panadero, y te da pánico.
—No me da pánico.
—Te da algo.
Marina se quedó callada durante un rato largo. Sebastián esperó, comiendo su empanada lentamente, sin presionarla.
—Está bien —dijo Marina finalmente—. Tal vez me da un poco de... cosa.
—¿Qué tipo de cosa?
—Como que es muy real. Muy oficial.
—¿Y eso es malo?
—No es malo. Es... grande. Cuando vos le decís a gente que no conocemos que soy tu novia, se siente como si fuéramos una pareja posta.
—¿No somos una pareja posta?
—Sí, pero... no sé, en mi cabeza todavía éramos como una pareja experimental. Como si estuviéramos probando a ver qué tal.
Sebastián dejó su empanada.
—¿Marina, vos pensás que esto es temporal?
—No, no es eso.
—¿Entonces qué es?
Marina se tapó la cara con las manos.
—Es que cuando vos decís "mi novia" tan naturalmente, me doy cuenta de que vos ya no tenés dudas sobre esto. Y me da miedo que yo todavía las tenga.
—¿Tenés dudas?
—No sobre vos. Tengo dudas sobre mí. Sobre si soy buena siendo novia de alguien.
Sebastián se movió para sentarse al lado de ella en lugar de enfrente.
—¿Por qué pensás que no sos buena siendo novia?
—Porque me molesto por cosas como que le digas a un panadero que tengo semanas complicadas. Porque analizo cada cosa que hacés buscando señales de que te vas a cansar de mí. Porque cuando algo se vuelve muy real, encuentro formas de complicarlo.
—¿Como ahora?
—Como ahora.
Sebastián se quedó callado por un momento.
—¿Sabés qué me parece gracioso? —dijo finalmente.
—¿Qué?
—Que vos pensés que no sos buena siendo novia cuando acabás de hacer exactamente lo que una buena novia debería hacer.
—¿Qué hice?
—Me dijiste que algo te molestaba en lugar de guardártelo y explotar después. Y cuando te pregunté por qué, fuiste honesta sobre lo que realmente te estaba asustando.
Marina lo miró desde entre sus dedos.
—¿Pero no te molesta que haya hecho drama por una empanada?
—No hiciste drama por una empanada. Tuviste una reacción emocional a algo que te dio miedo, y después te explicaste cuando te lo pregunté.
—¿Eso no es dramático?
—Eso es comunicación.
Marina bajó las manos.
—¿En serio?
—En serio. Y para que sepas, yo también tengo dudas a veces.
—¿Sobre qué?
—Sobre si soy demasiado intenso. Si te agobio con gestos como traerte empanadas. Si hablo demasiado de vos con extraños porque estoy orgulloso de estar con vos.