La semana después de la pelea de las empanadas fue extrañamente perfecta.
No perfecta en el sentido de película romántica donde todo sale bien sin esfuerzo. Perfecta en el sentido de que ambos parecían haber aprendido algo sobre cómo navegar los momentos difíciles sin que se convirtieran en desastres.
Sebastián le preguntaba antes de compartir cosas sobre ella ("¿te molesta si le digo a mi compañero de laboratorio que no puedo quedarme tarde porque tengo planes con mi novia?"). Marina hacía el esfuerzo consciente de decir cuándo algo la ponía feliz en lugar de solo mencionar lo que la molestaba ("me gusta cuando me escribís fotos de cosas que ves en la calle").
Era como si hubieran desbloqueado un nivel nuevo de comunicación.
El problema era que Marina había empezado a sospechar que las cosas estaban yendo demasiado bien.
—¿No te parece raro? —le preguntó a Clara por teléfono el miércoles por la noche.
—¿Qué me parece raro?
—Que Sebastián y yo no hayamos tenido ni un solo momento incómodo desde el viernes pasado.
—¿Y eso es malo?
—Es sospechoso.
Clara se rió.
—Marina, ¿alguna vez consideraste la posibilidad de que las cosas vayan bien simplemente porque van bien?
—No. Las cosas no van bien así nomás. Siempre hay algún drama subyacente.
—¿Según quién?
—Según mi experiencia previa con relaciones.
—Tus relaciones previas eran con personas que no eran Sebastián.
—Pero las personas son personas. Todo el mundo tiene issues.
—Sí, pero no todo el mundo maneja sus issues de la misma forma. Algunos los usan para crear drama, otros los usan para crecer.
Marina se quedó callada, procesando eso.
—¿Creés que Sebastián y yo estamos creciendo?
—Creo que están aprendiendo a estar juntos sin matarse en el intento. ¿No era eso exactamente lo que querían?
—Sí, pero...
—Pero nada, Marina. A veces las cosas van bien porque van bien. No tenés que buscarle problemas a algo que funciona.
—¿Y si funciona demasiado bien? ¿Y si estamos en esa etapa de luna de miel donde fingimos que no tenemos defectos?
—¿Vos estás fingiendo que no tenés defectos?
Marina lo pensó honestamente.
—No. Ayer me vio llorar viendo un comercial de seguros. Anteayer escuchó toda mi teoría sobre por qué los supermercados están diseñados para crear ansiedad existencial. No estoy fingiendo nada.
—¿Y él está fingiendo?
—No creo. Ayer me contó que a veces le da ansiedad social ir a lugares nuevos, y que por eso siempre sugiere los mismos tres cafés.
—Entonces no están fingiendo. Están siendo ustedes mismos y funcionando bien juntos.
—Pero eso es lo que me parece sospechoso.
—Marina, ¿alguna vez se te ocurrió que tal vez encontraste a alguien compatible con vos?
Después de colgar, Marina se quedó sentada en su cama pensando en la conversación. ¿Era posible que estuviera saboteando subconscientemente algo bueno porque no estaba acostumbrada a que las cosas fueran... fáciles?
Su celular sonó con un mensaje de Sebastián.
Sebastián: estoy en la librería y encontré un libro que creo que te va a gustar. ¿puedo comprártelo o eso es too much después de una semana?
Marina se rió. Ni siquiera después de resolver su primera pelea dejaba de sobrepensar los gestos románticos.
Marina: podés comprármelo. de hecho me gusta que hayas pensado en mí.
Sebastián: ¿segura? porque es sobre laberintos literarios y sé que estás escribiendo sobre borges, pero no quiero que pienses que estoy tratando de interferir en tu proceso creativo.
Marina: sebastián.
Sebastián: sí?
Marina: comprá el libro. va a estar perfecto.
Sebastián: ok. pero si no te gusta, podés decírmelo sin drama.
Marina: ¿por qué no me iba a gustar?
Sebastián: porque tal vez malinterpreté el tipo de libros que te gustan. o porque tal vez es demasiado obvio como regalo.
Marina se dio cuenta de que Sebastián estaba teniendo su propia versión de "esto va demasiado bien para ser verdad".
Marina: ¿estás sobreanalizando la compra de un libro?
Sebastián: posiblemente.
Marina: ¿por qué?
Sebastián: porque las cosas han estado yendo muy bien esta semana y estoy esperando que algo salga mal.
Marina: OMG yo estaba pensando exactamente lo mismo.
Sebastián: ¿en serio?
Marina: en serio. le estaba diciendo a clara que me parecía sospechoso que no hayamos tenido ningún momento raro.
Sebastián: ¿y qué te dijo?
Marina: que tal vez las cosas van bien porque van bien. que no todo tiene que ser complicado.
Sebastián: ¿vos le creés?
Marina: no sé. ¿vos le crees?
Sebastián: quiero creerle. pero también estoy acostumbrado a que las cosas se compliquen justo cuando empiezan a ir bien.
Marina: ¿y si hacemos un experimento?
Sebastián: ¿otro experimento?
Marina: uno donde dejamos de esperar que algo salga mal y vemos qué pasa si simplemente disfrutamos que las cosas vayan bien.
Sebastián: ¿cómo sería eso?
Marina: no sé. comprás el libro sin cuestionarte si es too much. yo lo acepto sin buscarle significados ocultos. ambos dejamos de caminar en puntas de pie esperando el drama.
Sebastián: suena aterrador.
Marina: suena liberador.
Sebastián: ¿liberador cómo?
Marina: como si pudiéramos relajarnos y ser felices sin permiso.
Hubo una pausa larga. Marina podía imaginárselo en la librería, con el libro en las manos, tratando de decidir si comprarle algo a su novia era una decisión simple o una decisión cargada de significado.