Manual para no enamorarse de vos

Regla #22: Las decisiones difíciles no se vuelven más fáciles por posponerlas.

Marina pasó tres días esperando que Sebastián le escribiera para continuar la conversación. Tres días checkeando su teléfono obsesivamente, inventando excusas para pasar por lugares donde podría encontrárselo "casualmente", y alternando entre estar furiosa porque no le había escrito y estar furiosa consigo misma por esperar que le escribiera.

El cuarto día se dio cuenta de que ella tampoco le había escrito a él.

Estaban en un impasse ridículo: los dos esperando que el otro tomara la iniciativa para una conversación que ninguno de los dos sabía cómo tener.

El viernes por la tarde, Marina se cansó de esperar.

Marina: hola. llevamos cuatro días sin hablarnos y eso es ridículo.

La respuesta llegó en menos de cinco minutos.

Sebastián: tenés razón. ¿podemos vernos?

Marina: ¿cuándo?

Sebastián: ahora si podés. estoy en el parque donde hablamos el otro día.

Marina se quedó mirando el mensaje. ¿Había estado en el parque esperando que ella apareciera? ¿O había ido ahí a pensar y era casualidad que le escribiera justo cuando estaba ahí?

Marina: ya salgo.

Lo encontró sentado en el mismo banco donde habían tenido la conversación sobre Córdoba. Tenía una bolsa de café al lado y dos vasos.

—Traje café —dijo cuando ella se acercó—. Pensé que iba a necesitarlo para esta conversación.

—¿Qué tipo de conversación es esta? —preguntó Marina, sentándose a su lado.

—La conversación donde te digo qué decidí.

Marina sintió algo apretándose en su pecho.

—¿Ya decidiste?

—Decidí que no puedo decidir sin saber qué pensás vos. Realmente. No lo que pensás que deberías pensar, sino lo que realmente pensás.

—¿Y qué pensás que pienso que debería pensar?

—Pensás que deberías decirme que vaya, que es una buena oportunidad, que no te vas a interponer en mi carrera.

Marina se quedó callada. Era exactamente lo que había estado pensando que debería decir.

—¿Y qué pensás que realmente pienso?

—Pensás que si me voy, esto se termina. Y que no querés que esto se termine.

—¿Tengo razón?

Sebastián tomó un sorbo de café antes de responder.

—Tenés razón en las dos cosas.

Marina sintió algo hundiéndose en su estómago.

—Entonces ya decidiste que te vas.

—No. Decidí que si me voy, va a ser por las razones correctas. No porque esté huyendo de vos o de lo nuestro.

—¿Y cuáles serían las razones correctas?

—Las razones correctas serían que realmente creo que es lo mejor para mi futuro profesional. Que es una oportunidad que no se va a repetir. Que dos años no es para siempre.

—¿Y cuáles serían las razones incorrectas?

—Las razones incorrectas serían que me asusta lo serio que se está poniendo esto. Que es más fácil irme que lidiar con conversaciones sobre convivencia y planes a futuro.

Marina lo miró de perfil mientras él miraba hacia los árboles.

—¿Y cómo sabés cuál de las dos es la real?

—Ese es el problema. Creo que son las dos.

La honestidad de la respuesta le dolió, pero también la alivió. Al menos no le estaba mintiendo.

—¿Y qué se supone que hago con esa información?

—No sé. ¿Decirme qué harías vos en mi lugar?

Marina se rió, pero no era una risa feliz.

—Sebastián, yo no puedo tomar esa decisión por vos.

—No te estoy pidiendo que la tomes por mí. Te estoy pidiendo que me ayudes a entender si hay una forma de hacer esto sin cagarnos la vida mutuamente.

—¿Cómo sería eso?

—No sé. ¿Una relación a distancia? ¿Visitas cada tanto? ¿Un break hasta que vuelva?

Marina sintió algo revolvéndose en su estómago con cada opción.

—¿En serio pensás que alguna de esas opciones podría funcionar?

—No sé. ¿Vos pensás que podrían funcionar?

—Sebastián, dejá de preguntarme qué pienso yo. Decime qué querés vos.

Él se quedó callado durante un momento largo.

—Quiero las dos cosas —dijo finalmente—. Quiero ir porque sé que es una buena oportunidad. Y quiero quedarme porque esto es lo mejor que me pasó en mucho tiempo.

—¿Y si no podés tener las dos?

—Si no puedo tener las dos, entonces tengo que decidir cuál es más importante.

—¿Y cuál pensás que es más importante?

Sebastián la miró directamente.

—Esa es una pregunta trampa.

—¿Por qué es una pregunta trampa?

—Porque si digo que la oportunidad es más importante, soy un forro que pone la carrera antes que la relación. Y si digo que vos sos más importante, soy un boludo que deja pasar oportunidades por una mina.

Marina se dio cuenta de que él tenía razón. Era una pregunta trampa.

—Está bien —dijo—. Reformulo la pregunta. ¿Con cuál de las dos decisiones creés que vas a vivir mejor?

Sebastián se quedó pensando durante un rato.

—Con irme, creo que me voy a arrepentir de dejarte. Con quedarme, creo que me voy a arrepentir de no haber intentado algo nuevo.

—¿Y cuál de esos arrepentimientos te parece que vas a poder manejar mejor?

—No tengo idea.

Marina suspiró. La conversación no estaba yendo hacia ningún lado útil.

—¿Sabés qué? —dijo—. Tal vez estamos enfocando esto mal.

—¿Cómo deberíamos enfocarlo?

—En lugar de pensar en qué decisión es la correcta, tal vez deberíamos pensar en qué tipo de personas queremos ser.

—¿Qué tipo de personas queremos ser?

—Sí. ¿Querés ser el tipo de persona que toma decisiones de carrera basadas en miedo? ¿O querés ser el tipo de persona que las toma basadas en ambición?

—¿Y vos? ¿Querés ser el tipo de persona que se interpone en las oportunidades de su novio? ¿O el tipo de persona que lo apoya incluso cuando le duele?

Marina sintió como si le hubieran dado una bofetada.

—Eso es muy manipulativo.

—No es manipulativo, es honesto. Los dos estamos en una situación donde cualquier cosa que decidamos va a decir algo sobre quiénes somos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.